Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico
El oido cae en la red
En un breve margen de tiempo me ha tocado ver y comentar las películas «One Direction: This Is Us» y «Afterparty», a las que he sobrevivido gracias a que el acné y la paga del fin de semana me quedan más lejanos que los dinosaurios de «Parque Jurásico». Pero el tema me ha tocado de lleno, y no paro de darle vueltas a la dimensión, a mi entender peligrosa, que está tomando el fenómeno fan. Comprendo que los padres prefieran ver el fanatismo de sus hijos adolescentes por ciertos ídolos, me da igual que sen cantantes o futbolistas, como algo ingenuo y pasajero, propio de la edad del pavo. Lo malo es cuando esa adoración irracional y desmedida por personas a las que ni siquiera conocen va revelando lo que hay en ella de relación bipolar de amor-odio.
Las redes sociales han creado en Internet el concepto de follower, que se supone que es positivo. Pobrecito del que en su más tierna edad lo confunda con la amistad, porque estará destinado a convertirse en un ser descorazonado. Y es, llegados a ese punto de desencanto, cuando nace el hater, que es su reverso negativo. Desconocía que Justin Bieber tuviera tantos haters en todo el mundo como fans quinceañeras. Me he enterado a raíz de los ataques que ha sufrido por colgar la falsa noticia de que iba a ser el Robin de la próxima entrega de Batman. Hay muchos, demasiados, que se han tomado a mal una broma tan tonta. Y digo yo: qué triste tiene que ser la vida de alguien para no tener otra cosa mejor que hacer que transmitir su odio públicamente a un famoso. ¿Acaso no tiene amigos o hermanos con los que pelearse?