Lleva solo tres partidos en Primera, le cupo el honor histórico de ser el portero que defendió la portería rojiblanca en el estreno del reencarnado San Mamés, pero de sentirse el hombre más feliz del mundo tras comunicarle Ernesto Valverde su titularidad, a marcharse a casa cabizbajo, «con sabor amargo» y «muy descontento con mi actuación». Es Iago Herrerín, que ayer dio la cara -como lo hizo Iraizoz también en los malos momentos de la campaña pasada- para dejar atrás el `comecocos' de estos días y mirar de frente a la posibilidad de volver a ocupar la meta bilbaina en Cornellá-El Prat, porque eso significará que «el mister confía en mí mucho, mucho». Él, desde luego, está listo: «El siguiente balón que venga por arriba voy a salir», responde, ahora sí, con seguridad.

Es probable que hasta el mismo lunes no sepa si será así o no. Está preparado. ¿Sería un palo?, le interpela un periodista. «Durísimo palo fue cuando me tuve que ir de aquí en Segunda B. Ahora no esperaba ni jugar. El mister fue valiente al ponerme contra el Celta. Y si ahora me toca estar en el banquillo, pues a seguir trabajando», contesta de nuevo con aplomo.

«No fue penalti», defiende

Iago quiere olvidar cuanto antes la desafortunada jugada del segundo gol celtiña. «De los fallos se aprende», recita una respuesta de manual, para a renglón seguido recordar que «hace tres años no tenía ni la oportunidad de fallar». Es más, el propio Valverde se lo dijo al acabar el choque. «Me dijo que la cabeza alta, que quien no sale no falla». Palabras que reiteran la apuesta del técnico por este joven cancerbero que defiende «la pasta de la que estamos hechos los porteros». Se le miró con lupa, pero también San Mamés le aplaudió tras el error. Lo agradece, pero no esconde que «aunque te animen, sabes el fallo que has tenido».

Un partido que seguro recordará por ese debut en casa, en el nuevo estadio y quizá por ese lapsus. Por lo demás, esgrime que «si no llega a ser por el segundo gol, todo queda en un partido normal». Es más, niega que cometiera penalti. «Yo le aguanto y doy primero al balón; luego lo arrastro. No puedes evitar el arrastre. Pero pitó, que era lo fácil, y ya está».

Iago asegura no sentirse titular. Ha cubierto muchas etapas como para disfrutar ahora cada entrenamiento en Lezama, cada titularidad que Txingurri le dé. A su lado, Iraizoz, «me anima a tope y me dice que cuente con él para lo que necesite». Habrá que esperar al domingo para volver a preguntar al técnico por la portería. Y puede que Valverde, irónico como es, repita aquello de «uno de los dos».