Iratxe Fresneda  Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

La Palma de Oro 2013, «La vie d'Adèle», de Abdellatif Kechiche, la ganadora del Gran Premio Fipresci (Federación Internacional de Prensa Cinematográfica), se proyectará esta noche tras la gala de inauguración de la 61 edición de Zinemaldia. La película, de tres horas de metraje, adaptación del cómic de Julie Maroh «El azul es un color cálido», cuenta el despertar a la vida, también a la sexual, de una chica de quince años. Como el «Antoine Doinel», de Truffaut, Adèle crece frente a nuestras miradas, nos hace partícipes de sus emociones y vivencias, parece existir más allá de la gran pantalla. El quinto largometraje del cineasta franco-tunecino nos narra el cruce de caminos entre dos mujeres, su historia de amor y pasión, sin envoltorios, de un modo verista y emocionante. Cine desnudo, de una sencillez abrumadora en apariencia, en sus composiciones, con los «mínimos recursos» pero al mismo tiempo minuciosamente elaborado. Kechiche hace que parezca fácil rodar una película de una calidad indiscutible y logra que tres horas sean un suspiro. Con una puesta en escena envidiable y excelentemente filmada, las secuencias de cama entre las dos actrices, Lea Seydoux y Adèle Exarchopoulos, marcan un antes y un después en el cine. Sus cuerpos desnudos parecen viajar más allá del placer erótico, sin límites, reivindicando el goce sexual femenino, como pocas veces ha sido retratado en el cine, con una elegancia cruda. Kechiche ya nos ha convertido en voyeurs de la vida de Adèle, deseamos conocer más sobre su devenir, sobre sus nuevas aventuras. De hecho, la historia de la película continúa fuera de la gran pantalla: las actrices protagonistas han denunciado el carácter exigente del realizador, perfeccionista hasta el extremo, y él les ha respondido airado. Hay más infiernos de los que parece en los rodajes, tantos como paraísos en algunas secuencias de «La vida de Adèle».