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61 DONOSTIA ZINEMALDIA

La metamorfosis, de Bill Plympton

En la jornada inaugural, Nuev@s Director@s y Animatopia, con «Por las plumas» y «Hair High» respectivamente, demuestran que un autor desatado no entiende de limitaciones en el tono, ni en los conceptos, ni, claro, en las formas.

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Víctor Esquirol | Crítico de cine

Si algo he aprendido del cine de Michael Bay es que todo, absolutamente todo, es susceptible de explotar. Sin importar las leyes de la química o de la física. Cuantos más principios universales se quebranten en el proceso, mejor. El séptimo arte, dependiendo del chalado con el que se alíe, demuestra una y otra vez que puede coger cualquier objeto (incluso cualquier concepto) y hacer con él lo que se le antoje. A Bay, como es sabido, le corre nitroglicerina por las venas, y claro, todo, absolutamente todo, estalla en sus manos.

Más casos: bajo la inabarcable sombra del ego de cualquier argentino, cualquier idea se presta a mutar en la más interminable de las disertaciones ¿o tan pronto hemos olvidado las ruedas de prensa de Bielsa? Existe el riesgo de aburrirse y, en el peor de los casos, de dejarse seducir por los cantos de sirena de la deserción. El cine, como el fútbol, «es así». Pero como no es competencia de esta columna comentar lo que se cuece en la Sección Oficial, el siguiente ejemplo me lleva al que será mi principal hogar durante esta 61 edición del Zinemaldia.

La Sección Nuev@s Director@s ha arrancado con la costarricense «Por las plumas», película encargada también de demostrarnos que en estos tiempos tan raros que nos ha tocado vivir, no es de extrañar que el gran legado del realismo mágico haya cambiado esta coletilla directamente por la de freak. Mientras dicha sección espera un momento más propicio para eclosionar, de momento nos conformamos con esta historia de entrañables «marcianos», cuya rutina (regida por largas vigilancias, así como por la promesa de alcanzar la gloria en el sórdido mundo de las peleas de gallos) se verá envuelta por un halo mundanalmente atípico, en lo que es un disfrutable (por calculado; por auténtico) compendio de aventuras del día a día.

Pero como esto último cansa demasiado deprisa, nada mejor que una buena ración de Bill Plympton. Su mítica «Hair High» inaugura y pone imagen a la retrospectiva Animatopia. Al mismo tiempo, nos brinda una ocasión inmejorable para conocer, cara a cara, a uno de los grandes genios de la animación, no solo del american underground, sino directamente del mundo entero. Ahora (es decir, en 2004) los peinados se convierten en danzantes mega-estructuras, los órganos vitales en contundentes armas arrojadizas, y los Estados Unidos de los James Dean con tupé y de los Ron Howard con acné hacen que la pantalla, literalmente, irradie energía eléctrica. En las metamorfosis macabras de este gamberro visionario, lo literal y lo figurado se funden en un apasionado y -muy- húmedo morreo; lo «explosivo» adquiere una nueva dimensión y todo, absolutamente todo, puede convertirse en... todo.

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