Paco Roda Profesor de la Universidad Pública de Navarra
De independencias catalanas y vascas; de momento
«Lo que está en juego es la Segunda Restauración Borbónica», el régimen político surgido tras la Constitución del 78. Para el autor, que duda que Rajoy y su equipo de ultraunionistas vayan a negociar la vía catalana a la independencia, ahí radica el quid de la cuestión. Cree que Rajoy, la monarquía y el sistema sostenedor de todo el engranaje corrupto se mantienen porque juegan con el miedo de la gente, «la mejor arma de destrucción masiva». Pero tal y como ocurriera con el Muro de Berlín, con la conjunción de diversos factores, el reino de España también caerá y se abrirá el camino hacia la soberanía de los pueblos.
No creo que el Estado, léase Rajoy y su equipo de ultraunionistas españoles, vaya a negociar la vía catalana a la independencia. Una cosa es lo que Mas espere, la presión de Esquerra, lo que el juego político depare o lo que haya que escenificar, y otra la verdad oculta, intrínseca y perversa, las verdaderas intenciones de la marca España. No está en juego la independencia de Cataluña. Está en juego la Segunda Restauración Borbónica.
Y esto es mucho. Es decir, está en juego el régimen político surgido tras la Constitución del 78. No olvidemos que esa Monarquía se fundó negando taxativamente el reconocimiento de autodeterminación de todos los pueblos. Porque se sancionaba asimisma negando otras formas de Estado que no fueran España Una, Grande y Libre. Véase en este sentido el excelente artículo de Daniel Raventós, Antoni Domènech y G. Buster titulado «Independentistas en la niebla» http://www.sinpermiso.info/ textos/index.php?id=6262.
Olvidan los defensores de la Monarquía que, ni ésta ni los unionistas están haciendo nada por salvar a la España real. La que verdaderamente está en peligro de extinción, de fractura, de descomposición, de desconexión interna, de abocamiento a la ruina social con más de ocho millones de personas en situación de pobreza. Esa que tiene que ver con la España que se hunde en la precariedad, que se pierde en la incertidumbre, que emigra, que se desintegra reventando sus estructuras de producción, que expolia a sus mayores, que desprotege a sus menores, que destierra a sus jóvenes y que acaba con todos los sistemas públicos de protección.
Si Rajoy habla de soberanía nacional, habrá que recordarle que esta es la auténtica soberanía, la de sus ciudadanos libres, autónomos y con capacidad de elegir su destino. Y que ésta en todo caso es la única a defender. Pero me temo que ni esa, la soberanía ciudadana, ni la soberanía económica, secuestrada en los despachos de los grandes órganos de decisión y traición europea, son recuperables ya. España está en venta y reventa desde hace tiempo. Los tiburones de afilada dentellada que gestionan los fondos extranjeros hace tiempo que especulan y acechan sobre los principales activos de esa España en bancarrota.
Así que Rajoy debería aplicarse en nociones de soberanía para echarle un pulso a Mas o a cualquiera que plantee una vía independentista. Pero así las cosas no creo que Rajoy ceda un milímetro. Ni con un millón ni con dos ni con tres millones de catalanes en la calle. Aplíquese también en el caso de que la ciudadanía vasca fuera llamada a decidir.
Se la juega él, la Monarquía y el sistema sostenedor de todo este engranaje corrupto y absolutamente antidemocrático viciado desde la propia Constitución del 78. Y esa posición, la de Rajoy, sólo se mantiene con una mayoría política antidemocrática como la que tiene el PP, con una oposición tan fofa como la que ejerce el PSOE y con una situación económica que le blinda técnica y semánticamente ante todo intento de llamar a las cosas por su nombre. Estos tres factores juegan a su favor. Porque juega con el miedo de la gente. La mejor arma de destrucción masiva. Incolora, inodora e insípida. Pero mortífera a largo plazo.
Si la pregunta es, ¿entonces qué?, la respuesta es difícil. Recuerdo que uno de los grandes mitos políticos de mi juventud fue el Muro de Berlín. El día que cayó, se me derrumbaron los dogmas inefables de la política, los que sostenían la viabilidad de los procesos políticos y la posibilidad o no de los avances en la historia. Si el Muro cayó fue por una conjunción de diversos factores que no vienen a cuento ahora. Pero hubo determinantes politicos y, sobre todo, económicos que posibilitaron la unión de Alemania y el comienzo del fin de la guerra de bloques.
No creo que la clave de Catalunya o del País Vasco o de Galicia pase necesariamente por ese filtro económico, por esa posibilidad real de sostenerse como país de manera autónoma. Y este es uno de los grandes argumentos o ideas-fuerza populistas que mejor manejan los medios de la ultraderecha mediática y el PP en pleno. Tampoco creo que influya de manera determinante en el proceso hacia la independencia, la posición interna de los lobbys y fuerzas económicas catalanas o vascas más poderosas y con más poder de decisión e influencia. No creo que el que éstas estén a favor o en contra sea en estos momentos la clave que mueva a las burguesías catalana o vasca. Y que esto mediatice a Mas o a Urkullu.
Creo que la clave está en ese salto cualitativo mencionado al principio, en la liquidación de la Segunda Restauración Borbónica. Está en juego un proceso y un tiempo histórico llamado a desaparecer. Y eso cuesta digerirlo y gestionarlo. Y más aún generar una dinámica que lleve a las diversas comunidades históricas a sostener con el Estado unionista estrategias de pacto, negociación y reconocimiento. Porque eso solo es posible desde posiciones equilibradas de poder.
El actual peso de fuerzas políticas divergentes no lo permite. Porque las fuerzas mayoritarias de la ultraderecha del PP ni lo entienden, ni lo permiten, ni están dispuestas a facilitarlo. Porque, en definitiva, no tienen capacidad democrática para asumir ese nuevo escenario de «diversas independencias».
Se imponen nuevas elecciones, nuevos pactos, nuevos compromisos y, ante todo, la confluencia de fuerzas mayoritarias para gestionar de manera sostenida la progresiva la eliminación de una Monarquía -máxima extensión de la idea de España indivisible- que imposibilita y niega otras formas de gobierno de las diferentes naciones de España.
Si el Muro cayó y sobre sus piedras estaba escrita una historia de tanta sangre, sudor y lágrimas, si aquello fue viable, el camino hacia la soberanía de los pueblos de este tumefacto reino de España también lo será. Tiempo al tiempo.