La película «Ùnico testigo» propició que buena parte del común de los mortales descubriera a los amish, una singular comunidad fuertemente arraiga en las mismas condiciones que sus antecesores del siglo XVIII.

Los sombreros de paja, ropajes y modelos de vida austeros, carruajes, barbas y cabellos ocultos bajo una cofia se convirtieron en las principales señas de identidad de esta comunidad encerrada en sí misma y que abandera un código moral y religioso ultrapuritano .

Es indudable que todas estas características tan peculiares animan a espolear la imaginación y por ello tampoco puede resultarnos difícil de entender el gran éxito que ha obtenido en los Estados Unidos el docudrama «Amish Mafia».

Sabidas las costumbres de los amish, resulta cuanto menos curioso observar el fuerte contraste que provoca la irrupción de un grupo de justicieros amish que, al contrario de sus convecinos, se sirve de teléfonos móviles, coches cuatro por cuatro, escopetas y todo tipo de armas automáticas para salvaguardar la moral y la justicia entre la comunidad de Lancaster (Pensilvania). Eso sí, esta banda mafiosa integrado por Lebanon Levi y sus tres secuaces viste la pintoresca indumentaria que popularizó Harrison Ford en el citado filme dirigido por Peter Weir en el 85.

Según el canal Discovery Max «La Iglesia amish niega la existencia de la mafia amish» lo cual suscitó una gran controversia relacionada con este programa que recrea mediante ficciones y testimonios de los propios integrantes del clan Levi un singular código de conducta, honor y justicia que se aleja por completo del precepto bíblico «poner la otra mejilla». La Policía del condado de Lancaster no ha querido comentar la situación legal de estas cuatro personas, que tienen cargos pendientes y oficiales con la Justicia estadounidense y un nutrido grupo de opositores a este espacio lo ha tildado como telebasura porque «han pagado mucho dinero a esas personas para aparecer en él» y «llamar documental a este show es mentir».