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Floren Aoiz www.elomendia.com

Me indignan las poses de indignación

Cuando impusieron al Borbón, entonces debían haber alzado su voz estos republicanos de cartón piedra. Pero no lo hicieron, como tampoco exigieron castigo a los criminales franquistas ni el fin de los tribunales, las leyes y las medidas policiales de excepción

De repente, la progresía española ha descubierto que en el franquismo se torturaba, que los torturadores quedaron impunes y que todo ello es un escándalo.

Las decisiones de una juez argentina han servido para desatar una ola de indignación, pero la progresía española no está dispuesta a prolongarla a su idolatrada transición, como si los torturadores franquistas hubieran sido despedidos por la «democracia», como si no hubiera sido el PSOE quien garantizó su impunidad y sus puestos de trabajo y en muchos casos los encumbró. Como si no hubiera sido el PCE el que de la noche a la mañana escondió la bandera tricolor y tragó con el Borbón, la Constitución, los Pactos de la Moncloa y, por decirlo pronto y bien, con esa transición de mierda gracias a la cual aquellos torturadores y sus jefes no sólo no pisaron la cárcel, sino que fueron aplaudidos.

Cuando se habla de verdades incómodas escondidas tras la alfombra, no se debe mirar sólo a tipejos como Billy el Niño. Se debe pensar en sus aplicados discípulos, cuyas hazañas han probado tantas personas de Euskal Herria, en algunos casos a costa de su vida, como Xabier o Gurutze. Y se debe recordar que la progresía española ha aprobado leyes que protegen la memoria de gente como Melitón Manzanas mientras se persigue y sataniza a quienes los sufrieron.

Así que a otro perro con el hueso de la indignación progre. Y a otro perro con la fiebre republicana que se ha desatado también en los últimos tiempos, para pasmo de quienes vivieron las traiciones que abrieron las puertas a la reforma posfranquista. Preguntad a quienes hicieron en Nafarroa el primer tramo en la batalla por recuperar la memoria qué actitud tomaron algunos que ahora agarran la tricolor como si nunca hubieran sido capaces de separarse de ella. Os podrán hablar de sus sabotajes, de sus esfuerzos para extender el humo del olvido, porque era un error sacar todo aquello a la luz.

Cuando impusieron al Borbón, entonces debían haber alzado su voz estos republicanos de cartón piedra. Pero no lo hicieron, como tampoco exigieron castigo a los criminales franquistas ni el fin de los tribunales, las leyes y las medidas policiales de excepción.

Vaya desde aquí mi cariño para quienes de corazón o tras una sincera autocrítica, defienden la opción republicana para el estado. No es mi apuesta, yo no quiero una tercera república española, sino la primera vasca, pero sé que es más lo que nos une que lo que nos separa, por lo menos si no se empeñan en meternos en su estado queramos o no, por muy republicano que sea. Pero precisamente por ello desconfío de quienes trafican ahora con su fingida indignación, de quienes levantan banderas tricolores por razones de marketing oportunista, de quienes no tienen intención de enfrentarse al régimen. Me molesta su pose de indignación, porque si alguien sabía perfectamente eso que ahora simulan haber descubierto con espanto son ellos, que han preferido callar y mirar para otro lado, cuando no han salvado la cara a los torturadores en nombre de la «lucha de la democracia contra el terrorismo».

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