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Unai Ziarreta Bilbao Secretario de Política Institucional de Eusko Alkartasuna

«Gure bidea, euskal bidea»

Por algo fue Iñigo Urkullu, y antes su compañero de ideas, Imaz, quienes entorpecieron y laminaron, desde dentro, el proceso de consulta puesto en marcha por Ibarretxe, anhelando la tranquilidad de la relación con Madrid vivida en épocas del lehendakari Ardanza

Han pasado cinco años desde que desde Eusko Alkartasuna lanzamos la idea de la necesidad de conformar un Polo Soberanista. Hoy EH Bildu es una realidad consolidada, pero nos olvidamos de que entonces existía una fuerza hegemónica en el espectro abertzale, que era el PNV, y a su izquierda existía muy poco.

De un lado, una izquierda abertzale ilegalizada, perseguida y demonizada, a la que ninguna otra formación política se acercaba; y de otro estábamos nosotros, EA, muy debilitados interna y socialmente tras una apuesta firme a favor de un proceso de consulta impulsado desde el Gobierno de Ibarretxe pero lastrado por su propio partido, dirigido por el hoy lehendakari Urkullu.

Urkullu y la dirección del PNV fueron quienes enterraron el plan y al lehendakari que le dio nombre. Muchos difícilmente olvidaremos las palabras de Urkullu cuando dijo que el PNV iba a acatar la decisión del TC de prohibir la consulta. Ahí se acabo la historia, un jarro de agua fría que nos sirvió a los de EA para despertar y constatar lo que hasta entonces solo era una sospecha, que con el PNV no iba a ser posible abrir un proceso de emancipación nacional.

Eso fue lo que nos impulsó a iniciar una vía de diálogo con la izquierda abertzale, entonces ilegalizada. Meses de reuniones secretas, algunas de las cuáles había que suspender porque había «seguimientos», muchos documentos encima de la mesa, hablando, como se dice, a calzón quitado, de todo, violencia, política, derechos humanos, presos... La culminación de todo ello, con unas elecciones autonómicas y europeas en medio, fue el acuerdo «Lortu Arte», suscrito entre la izquierda abertzale y EA. Tras muchos sinsabores, se lograba alcanzar un acuerdo político histórico entre dos formaciones procedentes de dos ramas históricas del abertzalismo y con distintas trayectorias, pero con un objetivo común irrenunciable: unir fuerzas para la construcción de un Estado Vasco levantado sobre parámetros de igualdad y justicia social, y el compromiso firme en favor de todos los derechos humanos.

Ese acuerdo marcó un hito en la política vasca. Es el origen de un proceso vivo, un proceso al que se han ido sumando diferentes agentes políticos, Alternatiba primero, y más tarde Aralar, y AB en Iparralde, y que ha recogido un enorme apoyo social, un éxito sin precedentes en las diferentes citas electorales a las que se ha presentado. De ahí los intentos de las formaciones políticas y de algunos medios de comunicación de reducir EH Bildu a lo que históricamente ha sido Herri Batasuna, omitiendo de manera consciente que se trata de algo nuevo, diferente, un movimiento social interclasista mucho más amplio que los agentes que lo conforman, algo que sintetiza la voluntad de llegar a acuerdos entre diferentes. Eso es a lo que juegan algunas formaciones políticas y medios de comunicación de obediencia a las mismas, entre los que se encuentra, desgraciadamente, EITB, que desde que volvió a manos jeltzales es un ejemplo de manipulación partidaria. Con el dinero de todos.

Esto me trae a la cabeza las palabras de un ex-director de EITB, Andoni Ortuzar, cuando ya era presidente del Bizkai Buru Batzar del PNV, pizpireto y chirene donde los haya, cuando decía, refiriéndose al aún incipiente acuerdo soberanista de izquierda, aquello de «más que un polo, eso es un chupachups», «el polo se derrite...», y demás lindezas, tan del gusto de los burukides vizcainos del PNV muy dados a ridiculizar y reírse de todo aquel que no sea del PNV, en un intento de menospreciar a quienes, desde EA, abogábamos e impulsábamos la conformación de ese espacio de izquierdas, el polo soberanista.

Pues el polo no se ha derretido, amigo Ortuzar. Quienes sí andan algo perdidos son los dirigentes de este PNV «bizkainizado», a tenor de lo escuchado a Urkullu en el pleno de política general.

El discurso del lehendakari, además de no generar ninguna ilusión, y no solo por el tono monocorde marca de la casa, ha supuesto la constatación de que el PNV no tiene ningún proyecto político para este país. Un discurso lleno de generalidades, de lugares comunes, que buscaba contentar a sus nuevos-viejos alia- dos, el PSOE de la Comunidad Autónoma de Euskadi, y que supone, en definitiva, la constatación de que hoy el PNV es una enorme maquinaria de gestión que carece de una visión política de futuro para este pueblo.

Su única misión, legítima eso sí, es mantenerse a toda costa en el poder, y para ello no ha dudado en rechazar la mano tendida que EH Bildu le ha reiterado una y otra vez, aparcar las potencialidades que tiene un parlamento con una mayoría de dos tercios abertzale, y ha preferido volver al pasado, al día de la marmota, a la época de Ardanza.

Nos dicen que este es un acuerdo «de país», ¿de qué país? ¿Del país del PSOE (España), el país del PNV (Bizkaia, Araba y Gipuzkoa), o de Euskal Herria?

Lo único claro de ese acuerdo lleno de vaguedades y que no recoge ni una medida para poner coto a las barbaridades que, vía recortes, nos llegan desde Madrid, es que se trata de un acuerdo de largo recorrido.

Ese acuerdo es la respuesta del PNV a la pregunta que nos hacemos los vascos de qué vamos a hacer, cómo nos vamos a colocar, ante lo que estamos viendo en Catalunya y en Escocia. Ese es la respuesta del PNV en un intento para cortar de raíz el debate que se tiene que abrir en Euskadi sobre la vía catalana y el camino abierto en Escocia. De este manera, todo bien clarito.

El PNV ha optado por un camino divergente a la vía catalana o a la escocesa, por el acuerdo con una fuerza españolista que, a buen seguro, traerá un proceso de adormecimiento de la conciencia política de este país.

Lo importante es la economía, nos dirán, lo que preocupa a la gente, intentando mantener la falacia de que de esta situación de crisis, y de otras que puedan venir en adelante, vamos a poder salir sin ensanchar el encorsetamiento cada vez más extremo al que nos somete el Estado español. Todas las decisiones se fraguan y se diseñan desde Madrid, desde una LOMCE que pretende sin disimulo «españolizarnos», con la que tratarán por enésima vez de matar nuestra conciencia de pueblo con un idioma y cultura propios, pasando por un diseño para nuestros pueblos que supone el fin del municipalismo y de la gestión de los servicios municipales tal y como los hemos conocido, al robo a mano armada que se va a someter a los pensionistas, a quienes se va a recortar las pensiones que legítimamente les corresponden después de toda una vida dedicada a ahorrar ese dinero para poder vivir mínimamente después de la jubilación, etc... Los ejemplos son interminables.

De esta no salimos contemplando lo que nos llega desde Madrid, como si fuera un fenómeno meteorológico frente al cual nada se puede hacer. Hay que hacer política desde Euskal Herria y para Euskal Herria, y no mirar como las vacas al tren y acatar todo lo que nos imponen desde Madrid.

El lehendakari vende humo cuando dice que las cosas hay que hacerlas de manera bilateral y acordada. Hombre, pues claro que sí, todos queremos eso, pero cuando desde el otro lado de la mesa no hay ninguna voluntad, cuando hasta el más ingenuo sabe que el Gobierno español no tiene ni punto de comparación con una democracia asentada como la británica, capaz de reconocer algo tan obvio como que los escoceses serán lo que ellos mismos decidan, cuando todo eso es obvio, hablar de bilateralidad y de abrir un camino de entendimiento es lo mismo que reconocerle al Estado español un derecho de veto frente a nuestras legítimas aspiraciones.

En todo caso, todo esto no es sorprendente. Es lo esperado desde la misma noche electoral, desde la investidura de Urkullu como lehendakari. Por algo fue Iñigo Urkullu, y antes su compañero de ideas, Imaz, quienes entorpecieron y laminaron, desde dentro, el proceso de consulta puesto en marcha por Ibarretxe, anhelando la tranquilidad de la relación con Madrid vivida en épocas del lehendakari Ardanza. Hemos vuelto marcha atrás, quince años. Catalunya y Escocia van para adelante, y nosotros hacemos la del cangrejo, para atrás.

Gu, geurera. «Lortu Arte» fue el inicio. «Euskal Bidea» es el camino. Si el PNV no quiere un acuerdo con EH Bildu, y prefiere irse con el PSOE, pues hay que seguir trabajando, logrando acuerdos con todos y cada uno de los sectores implicados en nuestro país, con la sociedad civil.

Hoy en Euskal Herria existe una conciencia política netamente abertzale, pero hace falta que esa conciencia se exprese en la calle con tranquilidad, con alegría, sin dramatismos o exageraciones. Necesitamos catalizadores, y veo con expectación movi- mientos como Independentistak, o la dinámica Gure Esku Dago, movimientos que exceden el ámbito o los márgenes de los partidos.

Vamos a empezar a andar, cada uno desde nuestra realidad, en Nafarroa, en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, en Iparralde, y a través de pequeños acuerdos, poner las piedras sobre las cuales se tiene que construir nuestra casa, un Estado vasco en Europa.

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