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Amparo LASHERAS Periodista

Las campanas tocan a rebato

 

He tomado la decisión de dar la espalda a la cárcel». Lo afirma Xabi Sagardoi en un escrito publicado el jueves en este diario. Cuando lo leí no sólo me pareció una afirmación valiente, pensé que respondía a una actuación política consecuente y sobre todo legítima. Porque desobedecer a lo injusto y a la prepotencia de una legalidad, instalada en la represión y en la destrucción de todos los derechos sociales, nacionales, políticos... constituye también un derecho, en ocasiones minimizado, cuando no ignorado, en discursos políticos que ya empiezan a sonar antiguos en una Euskal Herria con nuevos espacios y problemas. Y ya se sabe que todo lo nuevo exige actuaciones y respuestas novedosas, imaginativas y añadiría que también más rebeldes. Perdonen que me repita. Pero esto lo he defendido y repetido tantas veces en conversaciones, reuniones y debates que había empezado a aburrirme, en lo que me parecía un monólogo sin fin sobre esa desobediencia civil, «activa y provocativa», que tanto me seduce.

Sin embargo, la carta de Sagardoi, anunciando su decisión individual, pero arropando con ella el trabajo colectivo del muro popular en torno a su compañero Luis Goñi, «piedra a piedra y pueblo a pueblo», me ha reconciliado un poco con mi «monólogo» y más todavía con el convencimiento de que siempre es posible llegar si de verdad se cree que se puede llegar. Tal vez ese sea el quid de la cuestión, creer en lo que somos. Porque, si no alimentamos esa certeza ¿qué nos queda? No quiero ni pensarlo. Octubre se asoma al otoño como una apisonadora de derechos. El tiempo apremia y no ha lugar a la contemplación, ni al despiste político. Las campanas mayores tocan a rebato y es necesario escucharlas.

 
 
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