Su cuerpo es capaz de recuperarse de cualquier daño físico. Resistencia a la telepatía y algunos tipos de poderes psíquicos. Garras retráctiles que, al igual que su esqueleto, están recubiertas de Adamantium. Sentidos, fuerza, agilidad y resistencia sobrehumana. Furia berserker, que hace que mientras más se enfurezca, más aumentan sus poderes». Así definen a Wolverine, el superhéroe de la Marvel y miembro de los X-Men (que, según rumorean, trabaja en equipo con algunos navarros). «Lobezno», «aullador», «Emilio Garra» y el apodo más re-molón de todos: Glotón. En el papel de «Wolverine» es como la mayoría de los espectadores han conocido a Hugh Jackman, segundo Premio Donostia de esta edición de Zinemaldia. Vestido como un pincel, tan alto que abruma, el actor australiano no resulta tan fiero en las distancias cortas, ni siquiera tan animal. He intentado que sus ojos virasen a amarillo durante la entrevista pero lo único que he conseguido es que suene el teléfono, lo descuelgue, me mire con ojos de no haber roto un plato y confiese que es su mujer la que está al otro lado. Algunas y algunos dirán: la historia de mi vida. La vida real se traga a la cinematográfica. Sea como fuere Jackman nos interesa por su animalidad como actor, por su fuerza y por su talento. En algunas secuencias de «Prisoners», el thriller dirigido por Denis Villeneuve, parecía que de un momento a otro Lobezno iba a aparecer y atravesar la pantalla. En la calle, la gente se ha conformado con verle en la alfombra roja, nada animalizado y sin aullar.