A los cineastas que más se les exige es a los que se mueven en el género fantástico. Jean-Pierre Jeunet, lo mismo que Tim Burton o Terry Gilliam, siempre está cuestionado. Como a ellos, se le pide que sea original, inventivo y sorprendente cada vez que estrena. Y él acepta el reto, metido gustosamente en un constante «más difícil todavía». No es la primera vez que rueda en inglés, pues ya lo hizo con «Alien Resurrection». Ahora cambia de registro, pasándose del terror espacial a la tradición tan americana de la película de aventuras protagonizada por un niño fuera de lo corriente. Por eso «El extraordinario viaje de T.S. Pivet» es equiparable a «El inolvidable Simon Birch» de Mark Steven Johnson o «El curioso caso de Benjamin Button» de David Fincher.

Discutido o no, Jean-Pierre Jeunet es un gran ilustrador, capaz de convertir en una película abracadabrante la novela más irreal. Se inspira en los recortables para utilizar las cámaras estereoscópicas al servicio de cuento tridimensional, donde abundan los gráficos sobreimpresionados en 3D. Es lo que demanda el libro de Reif Larsen, al tener como protagonista a un niño prodigio que no ve las cosas como los demás, sino sujetas a cálculos y medidas que requieren el dibujo de esos esquemas que emborronan cada plano.

Una película sobre un personaje excéntrico no puede transitar por los cauces de la narrativa convencional, y de ahí que el pequeño inventor sea descrito como un pez fuera del agua. Vive en un entorno en el que no encaja, alejado de los ambientes científicos o académicos. El joven Einstein ha crecido en un rancho de Montana, dentro de una familia que son todo menos unos genios.

El paisaje del viejo western da paso al de las películas de carretera, y tanto en uno como en otro la presencia de T.S. Spivet resulta chocante. Se sale del estilo de vida tradicional de su padre cowboy, pero tampoco se adapta a la gran urbe y a quienes se quieren aprovechar mediáticamente de su talento. Su mundo es único, el de alguien que sueña despierto.