Iker Bizkarguenaga | Periodista
Una de aventuras
Como si de una terapia se tratara, en los últimos días casi no ha habido jelkide que se precie que no ha renegado del pacto de Lizarra-Garazi. Lo más suave que se ha dicho del mismo es que fue una aventura. Puede que sí, pero en ella se embarcó ilusionada la gran mayoría del pueblo vasco.
Es imposible en este breve espacio evocar lo que supuso aquel acuerdo y la alegría, a veces euforia, que generó en una sociedad que había vivido momentos muy duros en los meses precedentes. Cada cual tiene sus vivencias y recuerdos, pero creo no equivocarme al decir que el periodo entre el otoño de 1998 y la primavera de 1999 -luego se fue torciendo el asunto- fue una de las etapas más esperanzadoras y gratificantes de la historia reciente de Euskal Herria. Con hitos como Bai Euskarari, el acto por el euskara que Kontseilua organizó en los cinco principales estadios de este país, la famosa manifestación de los paraguas y el nacimiento de GARA.
El leit motiv de aquel acuerdo, «Herriak du hitza eta erabakia», caló de forma tan profunda en tanta gente que el PNV ha necesitado quince años para desandar el camino y despotricar públicamente de aquello. Fue un error, dicen. No sé si piensan lo mismo muchos abertzales que votan con papeleta jeltzale.
Quince años, y entre medias, el Plan Ibarretxe. También un error, claman desde Sabin Etxea. No es una sorpresa para quienes tuvimos la oportunidad de asistir a aquel pleno en el que tres votos dieron luz verde al proyecto y vimos cómo el rostro de Josu Jon Imaz palidecía. Desde entonces, Joseba Egibar no ha perdido ninguna ocasión de reprochar a la izquierda abertzale que facilitara la aprobación del plan con el único objetivo de que fracasara, sin ningún entusiasmo. Pero era en su propia casa donde no lo había. Un Egibar, por cierto, que representó al PNV en Lizarra y que todavía no ha dicho esta firma es mía.
Ahora toca volver a caminar de la mano del PSE en aras de la pluralidad. Con un Patxi López que en la legislatura pasada hizo su particular aportación a esa pluralidad pactando con el PP y españolizando todo aquello que se le ponía a mano. Pluralidad es sinónimo de que los abertzales renuncien a lo que son y los nacionalistas españoles no. Aunque en este caso creo que no ha habido ninguna renuncia.
Sostienen que con el acuerdo entre PNV y PSE desaparecen las trincheras. No es cierto, es solo que algunos se han pasado a la trinchera de enfrente. Otra vez.