Jon Paul Laka | Director artístico de la ABAO
«Todos los que trabajan para la ABAO se han tenido que apretar el cinturón»
La ABAO ha comenzado su 62 temporada con un título francamente inusual, «Giovanna d'Arco» de Verdi. Es también la apuesta más arriesgada de una temporada marcada por la ópera italiana y el retorno de producciones vistas anteriormente, en un repliegue propiciado por la crisis que, asegura Jon Paul Laka, no pondrá en peligro la calidad de la temporada.
Mikel CHAMIZO | BILBO
La Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) cierra esta tarde en el Euskalduna las representaciones del primer título de su nueva temporada, «Giovanna d'Arco». En los próximos meses le seguirán «Rigoletto» y «La forza del destino», también de Verdi, y «Adriana Lecouvreur» de Cilea, «Carmen» de Bizet, «I puritani» de Bellini y «Turandot» de Puccini.
Tras los S.O.S. que ha lanzado la ABAO en los últimos meses, ¿cómo se presenta esta temporada y el futuro cercano para la Asociación, en el plano económico?
Hace un año se nos anunció un recorte del 72% de la partida procedente del ministerio de Cultura y en esta temporada es cuando nos cae de lleno en los presupuestos. Pero aunque se trate de un déficit importante y anticipe un panorama muy preocupante, ahora mismo no tenemos nada que anunciar con respecto a medidas de futuro. En ópera ofrecer un nivel de calidad tiene un coste: en cada una de nuestras producciones intervienen casi 200 personas durante un mes. Si tuviéramos que reducir aún más los márgenes económicos tocaríamos fondo, pero de momento podemos seguir salvando la calidad de nuestra programación y no se producirá ninguna sorpresa desagradable, como está ocurriendo en otras temporadas de ópera de otros lugares.
Desde las instituciones musicales se envía constantemente el mensaje tranquilizador de que, a pesar de que el recorte ha sido enorme, la calidad se mantiene. ¿No es esto una contradicción? ¿O es que antes se gastaba demasiado?
Yo no creo que en ningún momento se haya dilapidado el dinero, al menos la ABAO no lo ha hecho y nuestras cuentas son públicas. Si vamos a poder mantener la calidad de la programación es porque partimos de una situación financiera saneada y supliremos el déficit presupuestario acudiendo a nuestro fondo de reserva. Aun así, hemos tenido que cancelar algunas propuestas, como el concierto especial con el «Réquiem» de Verdi. Y estamos pidiendo a todo el mundo que trabaje con límites más ajustados, negociando los cachés y vigilando hasta el último euro. Todos los que trabajan para la ABAO se han tenido que apretar el cinturón, como está ocurriendo, por otra parte, en muchas empresas.
¿Pero se puede mandar un mensaje de tranquilidad cuando ahora mismo hay EREs en marcha en las óperas de Barcelona y Valencia, un agujero presupuestario en el Real de Madrid, además de varias orquestas en situaciones límite?
Nosotros mandamos un mensaje de responsabilidad institucional porque no estamos en proceso de impago ni de deudas. Nos comprometemos con una programación y la llevaremos a cabo. El público no tiene por qué saber los problemas que atravesamos para sacarla adelante. A todos nos interesa continuar pero, obviamente, no podremos hacerlo durante muchos años bajo estas condiciones.
Ante la disminución de subvenciones, ¿existe un movimiento por parte de la ABAO para atraer más capital privado?
Por supuesto, creo que hemos hecho un gran esfuerzo en los últimos años para la captación de fondos privados. Además, tenemos una fuerte tradición en esta línea, pues la ABAO ha sido siempre una institución privada con una relación histórica muy próxima al tejido empresarial de Euskal Herria.
Tenemos responsables dedicándose expresamente a labrar esas relaciones, pero ellos también lo tienen muy crudo ante la falta de una ley de mecenazgo que se está retrasando sin que nadie entiende el por qué. Todo el mundo de la cultura está con la esperanza puesta en algo para lo que, de momento, no existe siquiera un borrador. No conocemos sus directivas ni tenemos la menor idea de por donde irá la ley. Es terrible.
La ABAO lleva décadas funcionando con un sistema de producción a la americana, sin cuerpos estables, sin sede propia, con artistas y directores siempre invitados. ¿No hubiera sido mejor cambiar hacia un teatro de ópera a la europea?
A mí, particularmente, me encantaría que eso pudiera ser así, pero en estos tiempos que corren sería un sueño y una propuesta totalmente contracorriente de los mensajes que se están lanzando desde las políticas culturales. Nuestro sistema a la americana tiene ventajas e inconvenientes, pero no nos queda otra que trabajar de esta manera.
Las ventajas son sobre todo de gestión, tenemos mucha flexibilidad y si un día nos va realmente mal podemos cerrar el negocio sin mayor complicación. El mayor inconveniente es físico, porque no disponemos de una factoría propia para desarrollar nuestras producciones. Pero piensa que, en nuestro entorno, no existe ningún teatro de ópera de modelo europeo que no reciba una fuerte inyección de dinero público, muchísimo más elevada que la nuestra.
Sin llegar a plantear algo tan ambicioso como una sede propia, ¿se descarta también una compañía de ópera más estable en Bilbo, que crease y se alimentase de recursos propios?
Tendría igualmente muchos inconvenientes e incompatibilidades con nuestros límites de ensayos y de tiempo. Hace años se barajó una idea similar a niveles políticos y se descartó. Así que simplemente el plantearlo ahora encontraría un rechazo frontal, porque supondría multiplicar los costes en plena época de crisis. Piensa que nosotros tenemos un presupuesto total de 9 millones de euros, pero un teatro estable de ópera como el Palau de Les Arts de Valencia recibía casi 30 millones de subvención directa antes de los recortes.
Últimamente ha habido mucha polémica con las figuras de los directores artísticos de las óperas de Madrid y Barcelona. A Gerard Mortier, recientemente cesado como director del Teatro Real, se le ha acusado de programar basándose en sus preferencias y gustos personales, apostando por una línea demasiado vanguardista. ¿Cómo contempla usted la línea artística que debe seguir la ABAO?
Una temporada como la de Bilbo tiene una filosofía muy diferente a la de un teatro nacional. Determinados teatros tienen la obligación de apostar por propuestas arriesgadas, pero nosotros tenemos que ser conscientes de dónde venimos y dar forma a una temporada equilibrada en términos artísticos y financieros.
Aunque a veces me encantaría, no puedo meter a la Asociación en aventuras que artísticamente brillen mucho pero la lleven al vacío. La experimentación, encargar nuevas óperas a autores contemporáneos no es nuestro papel, pero sí podría serlo el de un teatro como el Real. Para la ABAO me convence más una línea como la del Liceu de Barcelona: títulos más tradicionales junto a algunos desconocidos y, dosificadamente, óperas contemporáneas con escenas y voces que lo justifiquen. El año pasado tuvimos a un gran cantante como Kwiecien haciendo el «Rey Roger» de Szymanowski o a Sondra Radvanosvky cantando su primera «Maria Stuarda». Este año iniciamos temporada con «Giovanna d'Arco», un título dificilísimo de ver en cualquier lugar del mundo.
No es la primera vez que se tilda la temporada de la ABAO de conservadora. ¿Cree que esta programación es lo que el público de la ciudad demanda?
Siempre tengo muchos reparos cuando la gente me habla de «el público». No hay manera de saber lo que el público, en general, quiere porque cada aficionado es distinto y cada cual se interesa por cosas diferentes: algunos por las voces, otros por la escena o por el título en cuestión. Los hay que vienen exclusivamente a un «Die tote stadt» o a «Krol Roger» y otros que se quedan con «Rigoletto» o «I Puritani». Por eso insisto en que nuestro cometido es encontrar el equilibrio. Es cierto que como director artístico estoy más allá de una visión de aficionado, pero cuando el programador se convierte en protagonista del teatro incurrimos en un gran error. No está solo mi gusto, debo tener en cuenta todo tipo de sensibilidades, aunque sin hacer algo que vaya absolutamente en contra de mis deseos. Además, piensa que el porcentaje de la población de Bilbo que ha ido alguna vez a la ópera no llega al 1%. Tiene que haber títulos como «La bohème» o «La traviata» para los nuevos aficionados. Y consolidar los recursos propios: nuestro coro y las oportunidades que damos a nuevos cantantes. Llevamos haciéndolo así durante 62 temporadas y creo que funciona.
Sí, se ha juntado el bicentenario de Verdi con el proyecto Tutto Verdi y arrancamos con tres óperas suyas, aunque las tres de épocas diferentes y complementarias. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, la ABAO siempre ha tenido una tradición más italiana que alemana. Además tenemos también una «Carmen» de Bizet, en una producción de Calixto Bieito que para mí es de las mejores cosas que ha hecho. O a Ainhoa Arteta debutando «Adriana Lecouvreur» en un momento vocal espléndido. Y a Celso Albelo, a quien ya tuvimos cantando el «L'elisir d'amore» justo cuando empezaba, y que ahora llega a «I Puritani» como una estrella. Vuelve también «Turandot» en la producción espectacular de Nuria Espert que es marca de la casa, con Martina Serafín como Turandot, un rol que ella dosifica mucho en sus actuaciones anuales. Y el «Rigoletto» de Sagi, que ya se conoce y que guarda un estupendo equilibrio entre lo clásico y lo moderno. También «La forza del destino», en una nueva producción que hemos dejado en manos de Ignacio García, con ciertos componentes de abstracción.
El tema de los cantantes es muy complejo. La crisis del mercado discográfico ha cambiado el panorama, de forma que, o eres un fenómeno mediático, o ya no grabas. Y las actuaciones de esos 4 o 5 privilegiados son contadísimas y a precio de oro. Por esa razón ahora existe una franja de cantantes magníficos desaparecidos de la primera plana. Es el caso de Krassimira Stoyanova, que está cantando en los mejores teatros del mundo aunque muchos no conozcan su nombre. Hace 20 años hubiera estado trabajando en las mejores grabaciones, pero hoy en día eso ya no sucede.
Nosotros preferimos apostar por este tipo de cantantes, que estamos seguros de que van a ofrecer una gran adecuación al rol, y también por otros más desconocidos en los que confiamos y con los que corremos un riesgo. Comparándonos con otras temporadas de las mismas dimensiones, creo que en el aspecto vocal mantenemos una línea del notable para arriba.
M.C.