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OBITUARIO | PETE CENARRUSA

Un incansable defensor americano de los derechos de Euskal Herria

Pete Cenarrusa fue un firme defensor de la causa vasca desde el Proceso de Burgos hasta la actualidad. Algunas de sus iniciativas, que alcanzaron gran proyección internacional por su influencia, enfurecieron primero al régimen de Franco y décadas después al Ejecutivo de José María Aznar.

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Agustín GOIKOETXEA

La dilatada vida de Pete Cenarrusa Gardoki le sirvió para defender hasta el último aliento la identidad vasca en el mundo, valiéndose del prestigio político que atesoró. El hijo de José Zenarruzabeitia, un pastor de Munitibar que viajó al oeste norteamericano a ganarse la vida como sabía, y la gernikarra Ramona Gardoki falleció el domingo -festividad de San Miguel-a sus 95 años en su casa de Boise, dejando su huella en la historia del estado estadounidense de Idaho pero también de Euskal Herria. Fue, sin duda, el mejor embajador que este país ha tenido durante décadas en EEUU y un activo defensor de la causa vasca desde el Proceso de Burgos hasta la todavía convulsa actualidad (la redada contra Herrira se solapó con la noticia de su muerte).

El veterano político republicano, ganadero y ex piloto de guerra fue una persona que hizo una gran labor a favor del euskara, la cultura vasca y la resolución del conflicto que vive este país, tal y como recordó desde Sortu Pernando Barrena. «Los vascos tenemos mucho que agradecer a Cenarrusa, por su labor de proteger y mantener viva su cultura en Estados Unidos», manifestó el portavoz independentista.

Cenarrusa defendió en muchas ocasiones y en diferentes foros que el ejercicio del derecho de autodeterminación era «imprescindible» para que la democracia llegase a la tierra de sus ancestros. Euskaldun, trabajó en los ámbitos de la cultura, la universidad y la política, estando siempre dispuesto a colaborar en todo lo relacionado con ello y abriendo muchas puertas a quienes las impulsaban. Al frente de sus responsabilidades institucionales ayudó a los vascos que migraban a tierras norteamericanas en su regularización administrativa y de empleo, realzando su figura dentro de la comunidad vasca.

Fue el promotor de la ikastola de Boise y, en el ocaso de su dilatada carrera política en 2003, creó la Foundation For Basque Culture, el colofón a una intensa vida, con la que ayudó a constituir el Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Boise. Es el que cuenta con el mayor número de estudiantes de temas vascos del mundo, con especialidades en cultura, política, genealogía y asuntos relacionados con la diáspora.

El Proceso de Burgos fue el detonante a partir del que comenzó desde la diáspora a tratar de ayudar a la causa vasca. Pete Cenarrusa organizó un comité en Idaho para presionar a Franco en favor de los juzgados. En 1971, se reunió con Telesforo Monzón en Donibane Lohitzune como miembro del Gobierno vasco. A su regreso a Boise empezó a redactar un documento pro derechos humanos para los vascos que presentaría al legislativo de Idaho como declaración pública. Pidió que el Gobierno español observara la Declaración Universal de Derechos Humanos proclamado por las Naciones Unidas. El documento se aprobó en la Cámara de Representantes de Idaho unánimemente, emprendiendo a continuación una ronda por distintos países americanos con importantes colonias vascas.

En 1977, retornó a la tierra de sus antepasados como observador de las primeras elecciones tras la muerte de Franco. Durante décadas fue el anfitrión de autoridades vascas y políticos abertzales en sus viajes a EEUU. En 2002 promovió en Idaho una declaración a favor de la autodeterminación de Euskal Herria y es que, tal como recordaron ayer desde Udalbiltza, era un firme defensor de que el conflicto vasco se resolvería a través de la autodeterminación.

Con esa institución nacional colaboró, siendo en 2002 uno de los componentes del comité de honor de la Conferencia Internacional por los Derechos de los Pueblos de Donostia. En aquella cita participaron representantes de los cinco continentes, interviniendo en las sesiones importantes cargos institucionales, expertos y delegados de las naciones sin Estado, que refrendaron una declaración a favor de la autodeterminación de los pueblos. Poco tiempo después, se pronunció sin ambages contra la ilegalización de Batasuna y la persecución de ideas.

Cuatro años más tarde fue el artífice de que el Senado de Idaho, que ya había manifestado en 2002 el derecho de los vascos a la autodeterminación para enfado de José María Aznar, aprobara una declaración institucional en la que se reconocía «la histórica decisión de ETA de dejar las armas» y mostraba su apoyo a un proceso de paz. En 2012, su fundación impulsó una declaración en pro del proceso de paz.

Las condolencia hacia la familia Cenarrusa y al Estado de Idaho llegaron desde el lehendakari Iñigo Urkullu; la presidenta de la Cámara de Gasteiz, Bakartxo Tejeria; el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao; o el portavoz de Sortu, Pernando Barrena. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar, definió al finado como «un abertzale americano, un patriota vasco que siempre tenía su cabeza en la campiña de Bizkaia donde vivieron sus antepasados». Tampoco faltaron las muestras de dolor y reconocimiento desde Amaiur.

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