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«Mi esfuerzo era trasgredir cada vez más en todos los niveles»

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Nazario
Pintor, dibujante y fotógrafo

Nazario Luque (Castilleja del Campo, Sevilla, 1944) es uno de los más grandes dibujantes de historietas nacidos en la península Ibérica, un pionero de la creación libre y la explosión contracultural de la Barcelona de los años 70 y 80. Su nombre va unido a la revista «El Víbora» y al más famoso de sus personajes, el travesti detective Anarcoma. En la actualidad, se dedica a la fotografía y a escribir sus memorias.

Alvaro HILARIO | BILBO

Nazario fue uno de aquellos dibujantes que desde publicaciones como «El Víbora» y «Makoki», entre otras, participó en el movimiento cultural nacido en la Barcelona tardofranquista, movimiento al que también puso imágenes y que eclosionó una vez muerto el dictador Francisco Franco.

Ayer, acompañado de su compañero y amigo Javier Mariscal, participó en la jornada inaugural de la IV Semana Internacional de Literatura y Arte con humor, La Risa de Bilbao.

Confiesa que ya no lee tebeos y que la palabra underground no le dice nada. Hace tiempo que abandonó el dibujar historietas y, a cuenta de la crisis, también la pintura. Ahora se dedica a la fotografía, a filmar y a escribir sus memorias. Nazario, el creador de Anarcoma, nos habla de su trabajo, del pasado y del presente.

Ya no lee tebeos. En su momento, cuando publicaba a Anarcoma en «El Víbora», ¿qué autores tenía como referencia?

Mi ídolo, en principio, siempre ha sido Crumb, pero me gustaba más Clay Wilson. Para mí gusto siempre ha sido más agresivo, más cruel. Crumb, dentro de un poco de trasgresión, era más blandito; pero, sobre todo, el que más me gustaba era Will Eisner, que para mí ha sido, con Spirit, el mejor dibujante que ha habido en la historia del cómic.

¿Cómo interpreta después de haber tomado parte en un movimiento contracultural, después de haberle puesto imágenes a la trasgresión, recibir premios y reconocimientos de las instituciones?, ¿se están ganando espacios de libertad o el Estado está asimilando esos espacios?

Es, precisamente, lo que le dije a la ministra de Cultura, Sinde, cuando me dieron la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2010): «He estado toda la vida intentando dar por culo, transgredir y joder, y ahora me dais un premio»; y me contestó que era porque «es este trabajo tuyo de ir más allá, rupturista, gracias al cual se ha conseguido llegar a una mentalidad y a una situación liberada, mucho más trasigente y más tolerante». Siempre, con mis cómic, intenté ir un paso más adelante de lo que me permitían. Desde el franquismo, cuando comencé a publicar mis historietas en Francia, porque aquí era imposible, pero las hacía -aquí las publiqué en la «Piraña divina», el único tebeo underground fuerte que se editó en España- y, una vez que terminó el franquismo, en esta especie de comienzo de la democracia aunque ya se pudieron publicar cosas yo siempre intentaba ir un poco más allá, porque siempre había situaciones en las que te decían, «esto no se puede», o «hasta aquí», así que intentaba, incluso con «El Víbora», ir a más, aunque ya me permitieran hacer lo que me diera la gana, pero mi esfuerzo era trasgredir cada vez más en todos los niveles.

¿Qué sintió cuando murió «El Víbora» en 2005?

Sentí lo mismo que cuando se muere un amigo lejano que lleva ya mucho tiempo enfermo. Hacía mucho tiempo que «El Víbora» para mí ya no significaba nada; para mucha gente tampoco decía nada porque era ya una revista que, a partir del número 100, era algo testimonial, donde publicaba gente de fuera, que no tenía mayor interés. Para mí el interés que tuvo fueron los 50 o 60 primeros números cuando había una especie de equipo que Berenguer, el de ediciones La Cúpula, había sabido reunir (toda esta gente que estábamos perdidos, que nos llamaban underground) y aglutinarnos; armó la revista para que hiciéramos lo que quisiéramos. Yo tenía a Anarcoma por ahí, en las maletas, intentando publicarla en varios sitios y, entonces, se convirtió en la heroína de los primeros víboras. El «Makoki» tenía sus historias de Makoki... Hicimos una revista realmente creativa, moderna, trasgresora. La prueba de su éxito es la cantidad de números que se vendían.

Me ha hecho gracia esto que leí sobre Anarcoma en la red, que la publicación de las aventuras de un personaje homosexual en una revista heterosexual como «El Víbora» «no produjo ningún tipo de escándalo entre sus lectores». Recuerdo que en aquellos tiempos los lectores no lo veíamos como chocante.

Nunca me han gustado los guetos a nivel de bares gay o donde los homosexuales se encuentran más o menos a escondidas; siempre me han gustado los espacios abiertos para mantener relaciones y mi relación con mi pareja es totalmente abierta: además de querernos muchísimo tenemos 6 u 8 novios desde hace 15 o 20 años que vienen a casa a menudo y no hay ninguna fricción entre nosotros. Con esta historia de «El Víbora» siempre me planteé que mis historias de homosexuales no eran solo para homosexuales: procuré que cualquiera las pudiera leer libremente... No divido a la gente entre homosexual y heterosexual; la divido entre sexual y asexuada, entonces cualquiera interesado por el sexo podía sentirse interesado por el sexo que yo ofrecía a pesar de que fuera homosexual, aunque fueran travestis con unas pollas enormes. Hoy en día películas de travestis ve todo el mundo, no hace falta ser heterosexual para que una película de estas te atraiga. Yo creo que aquello fue un logro de normalización de la homosexualidad a todos los niveles, al menos en lo que al cómic se refiere.

En las jornadas libertarias del parque Guëll (1977) Ocaña y usted hicieron una aparición muy recordada aún hoy. Aquello ha pasado al imaginario común como la visibilización de la homosexualidad.

Era la primera vez que una gente se subía a un escenario, -sin ser El Molino, sin ser una cosa de esas de tías con plumas y a lo loco- y se ponía en pelotas descaradamente como una especie de celebración de la desnudez. Llegamos a revolcarnos por el suelo haciendo como que follábamos, besándonos la boca y, ya te digo, Ocaña, como estaba tan loca, llegó a mearse en el público y este se volvía loco: no se sentían chocados, estaban enloquecidos. Aquello de Barcelonano tuvo nada que ver con la movida madrileña. En Barcelona no había nada hecho: acabábamos de salir de la dictadura y había que crearlo todo de nuevo o sacar a la luz todo lo que habíamos estado inventando durante la dictadura a escondidas. Una vez muerto Franco, todos salimos fuera y empezamos a mostrar lo que sabíamos hacer, lo que estábamos haciendo y hasta entonces habíamos tenido prohibido. No solo a nivel cultural: los movimientos de liberación homosexual, los movimientos feministas... todo aquello de la COPEL, la lucha por la libertad de los presos sociales, que nosotros apoyábamos... Todo esto en Madrid se convirtió en una serie de actos en discotecas donde actuaba una serie de gente bien, con unos grupos de música divertidos pero que le podían gustar a la infanta Cristina. Fue una cosa lúdica; lo de Barcelona fue, además, una cosa reivindicativa y trasgresora. La putada es que CiU se encargó de ir apagándolo y agrisando la ciudad, toda esta cultura, hasta convertirla en una ciudad de tercera o cuarta categoría.

La rambla nueva del Raval es el símbolo de la decadencia...

No, el símbolo de la decadencia total es la rambla auténtica: a tope de turistas, donde han quitado los puestos de los pájaros para poner tiendas municipales, donde las estatuas son relegadas a la zona del puerto, donde hay unos pintores que son 10 donde antes eran 50 y donde casi todo está prohibido. Ten en cuenta que hasta hace uno o dos años no estaba penado circular desnudo y había dos o tres tíos que, de vez en cuando, aparecían con la polla suelta y no pasaba nada, les miraban, les hacían alguna foto... Hoy en día está prohibido hasta ir sin camisa. Estas prohibiciones, estas concesiones para con el turismo, este vender la ciudad al turismo, adaptándose a la demanda, ha supuesto un empobrecimiento a todos los niveles; unido a la crisis... Yo me veo agredido por los turistas. Vivo en la plaça Reial, que era fantástica y donde ahora no puedes sentarte a tomar nada porque es carísimo; todo está a tope de grupos turísticos... Antes no se atrevían a entrar allí porque suponían que era un sitio como el Bronx, donde les iban a robar, y ahora hay grupos de turistas en visitas organizadas. Solo me falta que aparezca un turista debajo de la cama... Y ya tengo un piso que alquilan a turistas junto al mío. Barcelona se ha «lloretizado», es lo máximo del turismo de borrachera, de despedidas de soltero, con los cuarenta gilipollas que van desnudos o disfrazados o con los cuernitos de plástico puestos... Es un espectáculo bastante pobre y miserable.

Su paso a la pintura imagino que tiene tintes de renovación estética, de buscar otros modos de expresión, como la fotografía o las películas.

Estuve siete u ocho años intentando aprender a tocar la guitarra flamenca; después empecé a dibujar cómics y me vine a Barcelona. Estuve en ello hasta los años 90. Me dieron facilidades para exponer en galerías... Acababa de hacer un par de obras, «Turandot» y «Alí Babá y los cuarenta maricones», que para mí fue rizar el rizo como dibujante de cómics, uno serio y otro en plan de risa. Después, abandoné el cómic y me dediqué a pintar cuadros, hasta el año 2008 en que empezaron a cerrar las galerías y vino la crisis. Ahora me dedicó a hacer fotos, videos y a escribir mis memorias.

 

ANARCOMA

«Siempre me planteé que mis historias de homosexuales no eran solo para homosexuales: procuré que cualquiera las pudiera leer libremente»

BARCELONA HOY

«Barcelona se ha `lloretizado', es lo máximo del turismo de borrachera, de despedidas de soltero... Es un espectáculo bastante pobre y miserable»

CONTRACULTURA

«Una vez muerto Franco, todos salimos fuera y empezamos a mostrar lo que sabíamos hacer, lo que estábamos haciendo y hasta entonces habíamos tenido prohibido»

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