La Guardia Civil se topó con el rechazo popular e institucional
Iruñea: registro de siete horas para llevarse propaganda y tres ordenadores
Aritz INTXUSTA
El registro se alargó unas siete horas. Los encapuchados entraron con el único detenido en Nafarroa, Imanol Karrera (capturado en Uharte), ya que los otros cuatro navarros (Jon Garai, Sergio Labayen, Fran Balda y Eneko Villegas) fueron apresados en Hernani. Debido a que Herrira comparte sede con un despacho de abogados, desde el inicio del registro estuvo presente, además del letrado de oficio, una representante del Colegio de Abogados. Tampoco dejaron salir a la trabajadora hasta que no terminó todo.
El bufete de Nabarrería no es un despacho cualquiera. Allí ha trabajado hasta hace unos meses la abogada Amaia Izko y es desde donde se ha llevado con éxito el recurso a Estrasburgo solicitando la liberación de Inés del Río, actualmente recurrida.
Había cierta preocupación de que la Guardia Civil se llevara los numerosos sumarios que se guardan en el despacho. Pero los agentes no mostraron demasiado interés. Abrieron uno para revisarlo y fueron advertidos por la representante del Colegio, por lo que optaron por no tocar nada más. Cuando se marcharon, la sede de Iruñea no fue precintada. Por otro lado, con el registro ya iniciado, la Guardia Civil dejó entrar a Jaione Karrera, otra abogada del despacho que estuvo presente durante la mayor parte del registro.
La entrada de esta letrada alivió un poco a los dos centenares de personas (en algunos momentos llegó a superar las 300) que aguantó frente al cordón policial a la espera de poder demostrar su solidaridad al detenido. La gente pudo corroborar que había algo de verdad en las informaciones que decían que no habían sido incomunicados.
A las 17.19 empezaron a bajar los encapuchados con los bultos: nueve paquetes y tres ordenadores. Entre el material incautado figuraban carteles y propaganda de Etxerat. Dos minutos después fue sacado también Karrera, a quien montaron a toda prisa en un Patrol que salió por la calle Aldapa, entre gritos de ánimo desde Mercaderes.