«Al interpretar un personaje como Mengele hallas conexiones y resulta un proceso doloroso»
Actor protagonista de «El Médico alemán»
El actor catalán ha tenido la valentía de asumir -con éxito- al siniestro doctor nazi conocido como «el Ángel de la muerte» Josef Mengele en «El Médico Alemán», de la argentina Lucía Puenzo, una película que a juicio del intérprete, está destinada a despertar conciencia.
Janina PÉREZ ARIAS | BERLÍN
El paso de Josef Mengele por Argentina, concretamente por la región de Bariloche, es el tema de «El Médico Alemán». La cinta dirigida por Lucía Puenzo y basada en su novela «Wakolda» se estrena hoy en nuestras salas.
Ni el rodaje ni la búsqueda del actor para encarnar al llamado «Ángel de la Muerte» fueron tareas fáciles. Por fortuna, Puenzo encontró en Álex Brendemühl (Barcelona, 1972) no solamente la disposición y la pasión necesarias, sino también la mezcla «casi imposible de hallar», tal como lo ha dicho la cineasta y escritora, la cual consistía en el dominio del español y del alemán, así como cierto parecido físico con el doctor que murió impune de tantos crimenes cometidos en vida.
«Todos los personajes me transforman y me hacen aprender cosas sobre las miserias humanas», afirma Brendenmühl, sin embargo el haber interpretado a Mengele, le llevó a sumergirse en aguas revueltas, tanto por su significado histórico, como también por las implicaciones personales con el actor, tomando en cuenta sus raíces alemanas.
Tras su paso por el Festival de Cannes, en la sección Un Certain Regard, «El Médico Alemán» fue preseleccionada al Óscar para competir como Mejor Película Extranjera. Contada desde el punto de vista de una niña que se somete a los experimentos de Mengele, narra un episodio real de la historia argentina común en otros países de Latinoamérica.
¿Cómo fue la aproximación a este personaje tomando en cuenta sus raíces alemanas?
La historia alemana tiene una mancha imborrable, y los alemanes y los descendientes de alemanes, como es mi caso, hemos tenido que asumir una culpa que nos viene persiguiendo permanentemente.
Cuando iba al colegio, en clases de historia nos teníamos que preguntar si éramos culpables por lo que habían hecho nuestros abuelos. Los alemanes estamos acostumbrado a ser siempre los malos de la película, y a veces a que se traten con frivolidad ciertos hechos históricos. Cuando te tienes que confrontar con un rol así, real, histórico, meterte en su piel, entender sus razones, hay que intentar seguir un proceso mental tanto de ese personaje como de todo un pueblo, porque Mengele simboliza toda una ideología que fue un aparato que se instauró de una forma muy profunda en el subconsciente de un colectivo, anulando al individuo, para conseguir imponerse como pensamiento único.
¿Se discutió este tema en el seno de su familia? Y ¿sus cuestionamientos personales le sirvieron para enfrentarse a este personaje?
Evidentemente el punto de conexión es mi familia. Yo me enteré años más tarde de que mi abuelo había muerto en el frente en Rusia luchando como soldado raso. Era el último mono, el que iba delante, de avanzadilla, poniéndole bombas a los tanques rusos. En una de esas le explotó una, y mi padre se quedó huérfano a los dos años. Esa es mi realidad..., y que de repente encuentres un carné en casa, o La Cruz del Mérito por haber luchado para el ejército nazi y la nación alemana de aquella época. En esa situación, te tienes que confrontar con una serie de elementos.
Al interpretar un personaje así, encuentras conexiones y resulta un proceso doloroso porque descubres cosas, pero a la vez es un aprendizaje que está bien y me sirve como persona. Por otro lado, está la historia de Argentina, de cómo asumió esos horrores de la guerra, de esos criminales nazis y de cómo los absorbieron y les sacaron un provecho comercial por sus conocimientos y su dinero. Pero también otros pueblos han asumido una serie de horrores guardando silencio o sencillamente ignorándolos. Está bien abrir los ojos, revisar la historia para no volver a cometer los errores que se repiten cíclicamente como ocurrió en Bosnia, o aniquilaciones, holocaustos, así como manifestaciones de intolerancia.
¿Tuvo dudas antes de acceder a interpretar a Josef Mengele?
No tuve dudas en ningún momento, porque este rol era un como un regalo. Lo que sí me asustó fue cuando Lucía [Puenzo] me dijo que tenía similitudes físicas con el personaje. Entonces, de repente también empiezas a buscar las semejanzas de carácter, y claro, puedes encontrarlas, como puedes inventarlas y recrearlas. Eso da miedo porque tienes que profundizar en el pensamiento, en el mal, buscar una cierta línea de pensamiento que no es precisamente agradable. Sin embargo, ya estoy acostumbrado a que los personajes no siempre actúen como quiero, como lo haría, entonces adecuarme a ese tipo de funcionamiento es un trabajo muy fuerte y muy constructivo. A veces también te conviertes en una especie de medio, a través del cual tienes que comunicar unos sentimientos, unos personajes, para que lleguen a la gente, y así les hagan reflexionar.
¿Cuál es su percepción de la Alemania actual respecto a esa temática?
Existen muchos pueblos que no han asumido su propia historia. Alemania hoy en día es uno de los países más plurales, más tolerantes, preocupado por erradicar cierto tipo de pensamientos y de anteponer una corrección en el trato y en la manera de relacionarse las personas que muchos pueblos no los tienen.
Se puede ver que tienden a hacer bien su trabajo, a llevar las cosas hasta las últimas consecuencias, y el alemán sabe que tiene que ir con mucho cuidado con ciertos aspectos, porque puede tender a ser intolerante, incomprensivo y de pensamiento único. Tal vez sea por intentar imponer una disciplina, un orden, una idea propia, la cual se contrapone a la de los demás con cierta radicalidad.
Esta película está basada en la novela «Wakolda», de Lucía Puenzo, pero ¿a cuáles otros materiales tuvo que recurrir para documentarse y para construir y deconstruir a Mengele?
Leí las biografías publicadas [de Mengele] y vi documentales. También recurrí a una recopilación del hijo de Mengele de cuando le visitó en Brasil ya de adulto; allí cuenta cómo se enfrentó a su padre que seguía teniendo los mismos pensamientos que tenía en plena guerra. Lo terrible es cómo esa persona nunca fue juzgada, y cómo pudo desarrollar aún más esos pensamientos hasta la edad de casi 80 años.
Ese libro me dio muchas claves para asimilar a ese hombre aislado en su mundo, en sus pensamientos y en su pseudociencia, así como también en su propia soledad, en ese aparato y ese código de funcionamiento tan perverso que acaba siendo un laberinto.
¿Puede usted explicarse la presencia del neonazismo en algunos países?
No se puede justificar ningún resurgimiento de ideas como esas, de las cuales se ha demostrado que no tienen sentido. Es una manifestación de odio y de intolerancia que surge de la frustración o de una lucha de individuos consigo mismos o de pueblos contra pueblos.
Entonces no hay ninguna justificación, ni ningún tipo de permisividad que se pueda tener hacia esos pensamientos y sentimientos. Y justamente películas como «El Médico Alemán» sirven para despertar conciencia.
«Los alemanes estamos acostumbrado a ser siempre los malos de la película y a que se traten con frivolidad ciertos hechos históricos»
«Mi abuelo murió en el frente luchando como soldado raso. Era el que iba delante, de avanzadilla, poniéndole bombas a los tanques rusos»
«Está bien abrir los ojos, revisar la historia para no volver a cometer los errores que se repiten cíclicamente como ocurrió en Bosnia».
«Lo terrible es cómo esa persona nunca fue juzgada, y cómo pudo desarrollar aún más esos pensamientos hasta la edad de casi 80 años»
T.O. «Prisoners». Dir.: Denis Villeneuve. Int.: Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Paul Dano.
País: EEUU. 2013.
Duración: 146 minutos.