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El primer ministro libio es retenido durante unas horas por milicianos

Una semana después de que EEUU secuestrara en suelo libio al acusado por los atentados en 1998 contra sus embajadas en Kenia y Tanzania, una milicia rebelde encargada de la seguridad policial en Trípoli retuvo ayer durante varias horas al primer ministro, Ali Zeidan. Todo apunta a que se trata de un advertencia de los grupos armados que reclaman para sí la caída de Gadafi de que no están dispuestos a que la nueva Libia contemporice con Occidente.

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GARA | TRÍPOLI

El primer ministro libio, Ali Zeidan, fue retenido ayer durante varias horas por un grupo de milicianos en lo que apunta a un aviso para que cese en su colaboración con Occidente.

El suceso ocurrió cinco días después del secuestro y captura en Trípoli por parte de un comando estadounidense de Abu Anas al-Liby, ciudadano libio acusado por Washington de los atentados de Al Qaeda contra las embajadas estadounidenses de Kenia y Tanzania en 2008.

Este secuestro ha provocado la cólera de las milicias que lucharon contra el viejo régimen y que son el contrapoder -o el verdadero poder- en una Libia asolada por una inseguridad y una inestabilidad crecientes desde el derrocamiento y linchamiento público del líder libio Muamar Gadafi.

La autodenominada Célula de Operaciones de los Revolucionarios de Libia, una milicia reconvertida en un grupo de Lucha Contra el Crimen en Trípoli que depende oficiosamente de los Ministerios de Interior y de Defensa, reivindicó su detención por «crímenes y delitos contra la seguridad» del Estado.

Zeidan fue capturado en el lujoso Hotel Corintia de la capital libia, donde reside desde hace meses por motivos de seguridad, y donde la víspera, tras regresar de un viaje oficial a Marruecos, recibió al padre de al-Liby y a otros familiares, que le pidieron su intervención inmediata para poder contactar con el secuestrado e interceder para su puesta en libertad. Al-Liby, uno de los hombres más buscados por EEUU, estaría siendo interrogado a bordo del buque de guerra San Antonio en el mar Mediterráneo.

Duras críticas al Gobierno

Tras su secuestro, las milicias islamistas libias, mayoritarias entre los grupos exrebeldes, amenazaron con represalias contra EEUU y Occidente y criticaron el silencio, cuando no la complicidad abierta, del Gobierno en el operativo estadounidense.

La misma Célula de Operaciones Revolucionarias de Libia anunció entonces el «estado de alerta máxima ante los ataques contra la soberanía del país por parte de los servicios secretos extranjeros».

Un empleado del Hotel Corintia narró que «un importante número de hombres, con armas ligeras y de calibre medio a bordo de 15 vehículos. entraron en la madrugada del jueves y se llevaron al primer ministro».

Un portavoz del departamento contra el crimen del Ministerio del Interior aseguró a primera hora de la mañana que el primer ministro estaba detenido en dependencias de este cuerpo policial, donde está «bien de salud y será tratado como cualquier otro ciudadano».

Mientras la Fiscalía General libia desmentía que hubiera ordenado su detención, sus captores la justificaron como respuesta al secuestro de al-Liby. «Su detención se ha producido después de las declaraciones (del secretario de Estado de EEUU) John Kerry sobre la captura de Abu Anas al Liby; después de que dijera que el Gobierno libio era consciente del operativo», aseguró un portavoz del grupo a la agencia Reuters.

Entrada la mañana, el Gobierno de Transición calificó la retención de su jefe como «Un acto criminal» y el viceprimer ministro, al-Seddik abdelkarim, advirtió de que el Ejecutivo «no cederá al chantaje de nadie».

Poco después el ministro de Exteriores, Mohamed Abdelaziz, anunciaba su puesta en libertad. El portavoz del Gobierno, Mohamed Kaabar, matizó que Zeidan «ha sido liberado pero no dejado en libertad» por sus secuestradores, evocando un eventual operativo armado.

Llamamiento a la calma

Tras llegar a la sede del Gobierno rodeado por un amplio dispositivo de seguridad y acompañado de numerosos miembros de su Ejecutivo, Zeidan felicitó a los oficiales del Ejército y de la Policía y a los «verdaderos revolucionarios» por su liberación.

En una alocución televisada, el primer ministro reconoció que «hay muchas cuestiones que deben ser solucionadas« en Libia y subrayó que lo ocurrido respondería a «disputas políticas internas» insistiendo en que «los extranjeros no son objetivo» actualmente en Libia.

«Deseo que se solucione este problema con sabiduría y discernimiento, lejos de tensiones y de violencia. Los libios necesitan sentido común, no una escalada de la violencia para afrontar esta situación», señaló, visiblemente fatigado.

Entretanto, el departamento contra el crimen del Ministerio de Interior negó haber cometido «ningún acto contrario a la ley». En medio de esta confusión, la Célula de Operaciones Revolucionarias de Libia se desmarcó de la detención del primer ministro pero uno de los portavoces de esta milicia advirtió de ques eguirá persiguiendo a todos los que ayudaron en la captura de al-Liby.

La amenaza no es baladí, toda vez que el Congreso General Nacional (CGN), la máxima atoridad política de Libia, ha ordenado a esta milicia que se despliegue en Trípoli para encargarse ni más ni menos que de la seguridad de la capital libia, que afronta un incremento de la criminalidad.

La rivalidad entre el Congreso, y el Gobierno y el propio Zeidan vienen de lejos. La enemistad de este político liberal con los Hermanos Musulmanes libios y con los sectores islamistas, una de las principales fuerzas en el país, es pública. Y su connivencia en el secuestro de al-Liby no habría hecho sino incrementar la animadversión.

Un Estado ausente

La retención de Zeidan evidencia la impotencia del Estado libio promovido por la intervención de Occidente frente a unas milicias que insisten en que no se desarmarán «hasta que se cumplan los objetivos de una revolución que -aseguran- aún no ha terminado».

A falta de un Ejército Nacional -aún en construcción- el nuevo Gobierno ha reconocido a algunas milicias -uniéndolas en la brigada Escudo de Libia y poniéndolas bajo la supervisión de los ministerios de Interior y Defensa-, aunque eso no implica su obediencia, mientras otras siguen al margen de su autoridad.

El Ejecutivo se ha visto obligado a reconocer a las milicias el control ya de facto de las fronteras, de las prisiones y de las instalaciones estratégicas.

Con los importantes arsenales de Gadafi en sus manos, se han convertido en una fuerza autónoma (en realidad muchas fuerzas con ideologías y motivaciones diversas) que «nadie se atreve a combatir», en palabras del dimitido ministro de Interior Achur Chawayel.

El propio primer ministro ha tenido que recular recientement. De llamar al orden a estos grupos pasó a afirmar públicamente que «no hay milicias en Libia, solo revolucionarios (thowars). No es para menos cuando, en abril, las milicias sitiaron tres ministerior para forzar la aprobación de una ley que exvluye del poder a los antiguos colaboradores de Gadafi (el mismo Zeidan perteneció a su cuerpo diplomático).

A ello se suma la situación en Bengasi, capital de la Cirenaica (este) y cuna de la rebelión, donde los atentados contra policías y militares son el pan de cada día. Las milicias del este del país recelan históricamente del poder central de Trípoli, al que acusan de esquilmar sus ingentes recursos petrolíferos.

Un diplomático libio al gusto de Occidente

Zeidan es un diplomático que jugó un papel central en el intento de Occidente de secuestrar la revuelta libia. Nació en 1950 en la localidad de Waddan (centro) en el seno de una familia de comerciantes adinerados.

En 1975 pasó a integrar la diplomacia libia. A finales de los setenta fue nombrado embajador en India. A principios de los ochenta dimitió y se sumó a la oposición en el exilio bajo la bandera del Frente Nacional de Salvación (FSNL) en el extranjero. Durante su exilio vivió en Alemania antes de abandonar el FSNL para consagrarse en Ginebra a grupos de defensa de los derechos humanos en Libia.

Tras el estallido de la revuelta en Libia a inicios de 2011, Zeidan jugó un papel central junto al liberal Mahmud Jibril en el reconocimiento por las cancillerías occidentales, del Consejo Nacional de Transición (CNT).

Representante del CNT en Francia y Europa, bendijo los bombardeos aliados contra Gadafi. En las elecciones de julio de 2012 fue elegido congresista. Próximo de la AFN (liberales) de Jibril, fue nombrado primer ministro el 14 de octubre de 2012. GARA

unión africana

La presidenta de la Comisión de la Unión Africana, Nkosazana Dlamini-Zuma, reprobó «de manera contundente el secuestro inaceptable» de Zeidan, e instó a todas las partes en Libia a solucionar sus problemas «dentro del marco de las instituciones existentes y a través de un proceso de diálogo nacional exhaustivo».

liga árabe

El secretario general de la Liga Árabe, Nabil al Arabi, denunció que este tipo de acciones «obstaculizan los esfuerzos para consolidar el nuevo Estado libio» y «perjudican al pueblo libio y a su revolución».

londres

El primer ministro británico, David Cameron, afirmó que Londres ayudaría a Trípoli a «acabar con los problemas de seguridad», mientras su ministro de Exteriores, William Hague, aseguró que «es vital que se mantenga el proceso de transición política en Libia. El Gobierno y el pueblo de Libia tienen todo nuestro apoyo en este momento».

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