Iker Bizkarguenaga | Periodista
Hegemonía
Desde que Bildu se constituyó como opción electoral hemos leído y escuchado mil veces que esa coalición y el PNV mantienen una pugna por la hegemonía abertzale, y que es debido a esa lucha que ambas fuerzas no se entienden. No creo que esa afirmación sea correcta, y diría incluso que la formación jeltzale ha decidido rehuir esa batalla.
En Sabin Etxea saben que igual que ellos tienen un suelo electoral histórico muy potente -aunque menguante-, los partidos que conforman EH Bildu son capaces de aglutinar a gran parte de la sensibilidad independentista que existe en este país, y creen que la gente que puede fluctuar entre unos y otros son habas contadas que, por lógica programática, a medio plazo se decantarán por el adversario. Esto no quiere decir que renuncien a arañar en ese caladero, buscando y promoviendo contradicciones entre la coalición soberanista y sus votantes, como estamos viendo en Gipuzkoa. Pero su posicionamiento en el mercado es otro.
Ha decidido centrarse en el otro flanco, en quienes siempre han mirado de refilón a la política. A esas personas que sin tener una conciencia nacional desarrollada, sí se sienten prefe- rentemente vascos y no votarán a un partido tan marcadamente españolista como el PP. Gente que viste la camiseta verde de Euskal Selekzioa y no «la Roja», que educa a sus hijos e hijas en euskara, pero cuyo compromiso se limitará a asistir al Ibilaldia si toca cerca de casa. Y poco más.
Y digo Ibilaldia porque Bizkaia es el teatro de operaciones de la estrategia jelkide. Fundamentalmente Bilbo y los superpoblados márgenes del Ibaizabal, donde viven 800.000 per- sonas, muchas de las cuales responden a ese perfil «apolítico». Ahí es donde quiere afianzar su hegemonía, sin apellidos.
El centenario partido quiere ser la referencia de una clase media urbana -en los pueblos, más euskaldunes y con una mayor conciencia, EH Bildu le está comiendo la tostada- y joven. De hecho, en las últimas elecciones el 38% de los menores de 30 años votó por EH Bildu, y el 37% por el PNV, muchos de estos, hijos e hijas de votantes del PSOE.
Ese es su target y no está dispuesto a cedérselo a sus socios PP y PSE con aventuras soberanistas. El riesgo que corre es que deja expedito el carril abertzale, donde mucha gente -más de lo que piensa Urkullu- aguarda una propuesta sólida e ilusionante para construir la nación vasca. Pero eso, en otro txokotik.