Gloria: anti-cenicienta punk
Iratxe Fresneda | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Son ya tres las conversaciones en las que, en el plazo de un mes, aparece el título de la película «Pretty Woman» a colación (sí, muy cansado, la verdad). Todas vinculadas a los derechos de emisión de la cinta de Garry Marshall por parte de los canales televisivos y en torno a su supuesta efectividad a la hora de lograr que los picos de audiencia se eleven hacia el cadalso. ¿Su audiencia? Dicen que son mujeres las que se pegan a la pantalla para verla, para ver cómo una chica que se prostituye en las calles de Beverly Hills es «sacada de la calle» por un tiburón de los negocios guapo y agresivo. Lejos de la lamentable trama, vieja como la vida, casposa, está la capacidad de hacernos creer, mediante los relatos, que en este mundo alguien llegará para rescatarnos. Y me da igual si es hombre o mujer, animal o cosa, me seguirá pareciendo lamentable que continúen reeducándonos en esta idea que tiene mucho de «amor romántico-opresivo». Por eso, cuando veo películas como «Gloria», creo en que las historias pueden contarse de otro modo, mirar la vida de otra manera. «Gloria» no necesita que nadie la rescate, vive su día a día, divorciada y viviendo sola, trabajando y divirtiéndose. Y, sí, busca sexo, amor y compañía, pero hace tiempo que se vale por sí misma y no espera «príncipes azules». Sebastián Lelio ha sabido aunar fondo y forma a la hora de componer esta historia, en la que una realización sencilla, verista, sigue las andanzas de su personaje con empatía y discreción. Su guiño a la cotidianeidad es también el reflejo de un cine que reivindica algo de mágica realidad, esa que a veces es dura de digerir pero que, en ocasiones, nos hace creer que la vida es bella. Gloria es una hermosa anti-cenicienta, una anti-cenicienta madura y punk.