Banksy y su «crisis de identidad artística», en Nueva York
Banksy, el grafitero más cotizado del siglo XXI, se ha pagado a sí mismo una suerte de «beca» de un mes en Nueva York para volver al arte callejero con una pieza diaria, desligarse de las galerías de arte y lanzarse a las redes sociales, aunque con resultados desiguales. Ha acabado llamando a los medios y dando una entrevista vía correo electrónico: «El éxito comercial es un fracaso para un grafitero», decía, asegurando que se plantea dejar de exhibir en galerías de arte y formar parte de los lotes de subastas. Su «fracaso» es haber conseguido 192.000 euros por una de sus obras y quiere que su objetivo en Nueva York quede claro en su web: «Mejor fuera que dentro».
Su «debut» en la Gran Manzana fue accidentado: su primera obra, en pleno barrio chino y que tenía el estilo más que reconocible de Banksy, fue borrada al cabo de una horas. Poco después aparecía otra pintada que decía «Banksy mayor o igual que Skrillex», en referencia a un productor musical que también empezó en lo underground y se ha pasado a lo mainstream. Siendo una ley entre grafiteros no pisarse sus propios grafitis, sus obras no están siendo respetadas y, por si eso fuera poco, algunos se han dedicado a apropiarse de las obras y cobrar «entrada» para verlo, como ha sucedido en Brooklyn y cuyo vídeo en YouTube está causando furor.
«Mi plan es vivir aquí, reaccionar ante las cosas, ver las vistas y pintar sobre ellas», aseguraba en la entrevista. «Algunas serán bastante elaboradas, algunas serán solo un garabato en la pared de un baño», decía y, de momento, esa irregularidad se ha dejado notar. Parece que Banksy en Nueva York, mientras soluciona su crisis de identidad, desata tantas pasiones y como odios.