Raimundo Fitero
Cal
Todas son de cal, casi ninguna de arena. «El dilema» de ETB-2 del pasado lunes nos mantuvo en una tensión memorística que podemos considerar un ejercicio de mantenimiento de la musculatura democrática. Recordar el caso Lasa y Zabala es un revolcón por las aguas fecales del Estado que todavía no han sido depuradas, sino que parece que contienen todavía más contaminantes, más dosis de impunidad. El documental previo contó con una excesiva presencia de un criminal y un palmero, José Amedo y Melchor Miralles.
Las posturas de los participantes en el debate mantuvieron unas posturas de entereza pero presididas por una vocación de superación del conflicto. Las dos entrevistas a las hermanas de los jóvenes secuestrados, torturados, asesinados y enterrados en cal viva, iban en esa dirección. La voz siempre ponderada, siempre humanitaria de Paco Etxeberria, daba a toda la entrega esa calidad científica, de investigación, de esperanza relativa dentro de los cauces del estado de derecho que alguna vez se dibujó, pero que jamás se instauró.
Sigue la permisividad que hacen posible que en cuarteles, comisarías y cuartelillos se practiquen de manera habitual los abusos, las torturas. Y existe un pacto de silencio y consentimiento que se pone en práctica en todas las instancias. Políticos o sociales, los detenidos y los presos sufren vejaciones y abusos constantemente. Y es casi imposible denunciar, perseguir, investigar. Esa es la realidad. Y es una plaga universal. Un síntoma de la vileza y del espanto del doble lenguaje. Demasiados espacios para la impunidad. Y como dijo la hermana de Zabala se siente una privilegiada porque al menos hubo investigación, juicio y sentencia condenatoria a los criminales. Un privilegio aniquilado por las decisiones políticas de indulto y beneficios penitenciarios.
Todos los intervinientes en el debate caminaron en busca de soluciones, desde esa mirada al pasado, pero intentando solucionar el presente y poner los puentes para la convivencia en el futuro. A excepción de Joxean Izarra, que por momentos parecía un tertuliano de Intereconomía. Si yo les contara dónde empezó su carrera periodística alucinarían.