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Raimundo Fitero

Casa Pérez

 

Mi terapeuta asegura que no se trata de una obsesión sino de un amor incomprendido. Cada vez que miro hacia el rectángulo de colores el señor Florentino Pérez aparece por alguna de las esquinas. Ya sea por lo inmobiliario, lo petrolero, lo eléctrico, lo financiero, lo civil o lo deportivo. Algo prepara este individuo para tener tanta presencia mediática. Pero de tanto tenerlo cerca a la hora de comer, la merienda, la cena o el trasnoche, se ha despertado en mí una relación secreta, probablemente inconfesable, pero que está ahora mismo en una fase de rechazo absoluto.

Parece evidente que sus apariciones más populares van siempre encadenadas a un equipo de fútbol, el Real Madrid, del que se ha hecho usufructuario único y que en unos pocos meses, lo escriturará a su nombre, porque su objetivo es ser el dueño del mismo, seguir dando pelotazos inmobiliarios en su nombre y poder estar en la recámara para ayudar a algún candidato del PP a la alcaldía de la capital del reino, o incluso hacerse notar por si acaso él mismo pudiera ser el nuevo Berlusconi con gafas sin montura.

Se sabe que compra voluntades periodísticas de una manera muy bien aprendida de los Sopranos, que parece todo una casualidad. O un accidente. Pero como hay guerras empresariales, hay movimientos en la oscuridad, se ha sentido traicionado por algunos medios, a los que acusa de cosas rarísimas y de repente se ha comprado un guardián de cabecera, Josep Pedrerol, y han convertido «Punto Pelota» en «Casa Pérez». Allí aparece cuando le da la gana rodeado de sus más fieles siervos mediáticos para reírse, bromear, dar imagen de un gran hombre. Publireportajes.

Lo que ya cuesta entender más es que Pedrerol use «Jugones» de La Sexta a modo de sucursal de «Punto Pelota», que repita veinte minutos de la entrevista de la noche anterior, que no haga otra cosa que aplaudir con las orejas todo lo que hace Florentino y que no cuide para nada este espacio, un desastre técnico y de narración, sin ritmo, sin saber dónde ni cómo colocarse, cutre como pocos y lo que es peor, va fatal en audiencias. Uno de los fracasos más notables de la temporada. Los manolos tan contentos.