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Dos expulsiones que Valls puede pagar caro

Las expulsiones de la joven kosovar de 15 años Leonarda Dibrani -arrestada cuando salía de su centro escolar- y del joven armenio Khatchik Khachatryan -insumiso al servicio militar obligatorio en su país de origen- han generado una fuerte indignación, movilizaciones estudiantiles e incluso conatos de rebelión en la mayoría parlamentaria. «Indigno», «abominación», «acto innoble», «atentado a la divisa republicana que termina con la fraternidad» han sido algunas de las expresiones que se han escuchado entre la clase política francesa. No es para menos. A semanas vista de presentar un dossier para regularizar su situación, arrestan en liceos a estudiantes y les aplican una expulsión exprés. Sin principios, sin alma ni humanidad... el ministro de Interior, Manuel Valls, impone el rodillo y juega a ser el campeón de la política de mano dura, justo cuando los sondeos dan, por primera vez, como ganador al ultraderechista Frente Nacional.

Convertida la inmigración en caballo de batalla, aplicado el estereotipo de «antisociales e irrecuperables» a los romaníes, la retórica inflamable y el populismo punitivo están servidos en el menú. Valls, muy dado al derrapaje populista y con ambiciones de agrandar su figura política, ha decido llevar el tema al límite. Pero jugar al límite, a menudo, hace que las situaciones se conviertan en su contrario.

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