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PEPE VIYUELA | ACTOR Y PRODUCTOR

«El teatro ha sobrevivido a todas las crisis porque es una necesidad social»

Intérprete de sólida trayectoria, Pepe Viyuela (Logroño, 1963) vive su éxito en televisión como una oportunidad para invertir en teatro, medio al que ha consagrado su carrera. Ahora también como productor, no duda en apostar por aquellos autores a los que admira: gente como Jardiel Poncela o Edgar Neville. De éste último ha rescatado «El baile», con el que llega al Campos Elíseos de Bilbo.

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Jaime IGLESIAS | MADRID

Ahora mismo hay toda una corriente de reivindicación no solo de la obra de Edgar Neville sino también del personaje ¿lo percibe así?

Pues no del todo; es más, a mí me parece que ocurre justo lo contrario, que la figura de Edgar Neville despierta dudas y no pocos prejuicios. De hecho, mientras movíamos este montaje muchos programadores nos decían que estábamos locos, que Neville era un autor anacrónico y que no iba a funcionar. Los más informados justificaban su opinión en la poca confianza que les inspiraba la adaptación al cine que el propio Neville hizo de «El baile», que ciertamente no se cuenta entre sus mejores realizaciones y que tampoco hace justicia a la riqueza de la pieza teatral en la que se inspira, pero otros hablaban de oídas y revelaban una total falta de conocimiento sobre Neville y sobre su obra, cuando lo cierto es que se trata de uno de los autores más destacados de una de las mejores hornadas de comediógrafos que ha habido en el Estado español, la llamada «otra generación del 27» (donde también estaban Jardiel, Mihura...). Contra los prejuicios es muy difícil luchar.

¿Prejuicios ideológicos?

En parte sí, dado que era un hombre de derechas, pero él siempre tuvo una personalidad poliédrica y se mostró poco amigo de convencionalismos. Prueba de ello fue la relación de convivencia de tantos años que tuvo con Conchita Montes sin llegar a contraer matrimonio, lo que en aquella época resultaba inadmisible, o el espíritu vagamente anarquista que late en muchos de sus textos.

¿Qué lugar ocupa «El baile» dentro de su teatro?

Sin duda fue su obra más popular, estuvo siete años en cartel, alcanzó las dos mil representaciones y fue estrenada con éxito en otros países. Pero dejando esto al margen, creo que se trata de una de las comedias más elegantes y con mayor carga de profundidad de su época, incluso vista hoy sorprende por la audacia desde la que abordan temas como los celos no como manifestación de odio sino de amor, o las posibilidades que existen en una relación a tres bandas, o cómo el paso del tiempo resulta implacable a la hora de modificar percepciones. «El baile» es un prodigio de sutileza y sensibilidad.

Hay quien acusa a Neville de misoginia muy acentuada...

Bueno eso sí puedo admitírtelo y resulta más problemático de abordar. De hecho, preparando este montaje enseguida percibimos ciertos aspectos que chirriaban en lo concerniente a la concepción de la mujer como un ser volátil y caprichoso pero con poca autonomía. Dicho lo cual, esos rasgos no son tanto atribuibles al autor como a la moral imperante en aquella época. También es verdad que Neville sitúa el comienzo de la acción de «El baile» en 1900 y la lleva hasta los años 50, que es cuando el montaje se estrenó. En nuestra adaptación hemos querido arrancar precisamente en los 50 y llegar hasta nuestros días, eludiendo ese marco moral e incluso haciendo explícita la voluntad de emancipación de su protagonista, Adela.

Y al margen de aspectos morales, ¿ese humor tan sofisticado y melancólico, del que hace gala «El baile», mantiene su conexión con el público actual?

Quiero pensar que sí, aún es pronto para decirlo ya que únicamente hemos estrenado en Logroño, y Bilbo es la segunda plaza donde llevamos el montaje, pero las reacciones del público se ajustaron perfectamente a lo que pretendemos que provoque una obra como ésta que, sin dejar de ser una comedia en un sentido estricto, se mueve en un registro de delicadeza muy cercano al melodrama pasando de la sonrisa cómplice a la emoción más profunda.

¿Con qué expectativas encara las funciones de este fin de semana en el Campos Elíseos de Bilbo?

Pues con el deseo de prolongar el éxito de público y de crítica que tuvimos en Logroño hace dos semanas. Creo, sinceramente, que tenemos entre manos una función preciosa, una función que, casualidades de la vida, se estrenó justamente en Bilbao hace 61 años. Por eso representar allí «El baile» tiene algo de mágico.

El hecho de ser, además de actor, productor del montaje ¿qué representa para usted?

Pues sobre todo compromiso con el medio escénico, es una manera de reinvertir el dinero que he logrado con mis trabajos en televisión. Podía haber optado por poner un bar u otro tipo de negocio, pero lo que verdaderamente me da satisfacción es contemplar el trabajo de creación conjunta, ver todo lo que se mueve alrededor de una producción y vivir la implicación de compañeros y compañeras en una empresa que tú has promovido. Mi objetivo no es tanto obtener beneficios como lograr una dinámica de producción constante. En este sentido me conformo con amortizar costes y poder afrontar con garantías otras producciones en el futuro.

Ese compromiso, en un escenario de crisis como el actual, es algo a valorar.

Yo lo veo como algo natural, por otra parte el teatro ha logrado sobrevivir a todas las crisis porque es una necesidad social y realmente con mucho o poco se puede hacer teatro: únicamente son necesarios un actor, un texto y un escenario que bien puede ser la plaza de algún pueblo o incluso un campo de refugiados, donde yo he llegado a actuar estando en «Payasos sin fronteras». Dicho lo cual, esto tampoco debe servir de coartada para avanzar hacia una precarización del medio, como está ocurriendo actualmente. También una gran novela puede ser escrita en la cárcel por su autor, pero todos sabemos que ese no es el escenario de trabajo ideal.

En ese estado de precariedad que viven las artes escénicas ¿qué responsabilidad tienen las decisiones que, en materia de política cultural, ha adoptado el actual Gobierno del Estado?

Pues un porcentaje bastante elevado, la aplicación del 21% de IVA nos está asfixiando a todos. Ya casi ninguna compañía va a caché sino a taquilla: si te paras a pensar, un IVA del 21% ya te recorta una cuarta parte tus ingresos, súmale el 10% que tienes que pagar a autores, el porcentaje que se quedan las empresas dedicadas a la televenta de entradas, el alquiler del propio teatro, los gastos de transporte etc. y verás que a las compañías nos queda un ingreso muy reducido sobre el total del precio de la entrada. Pero es que además el incremento del IVA ha procurado que el número de espectadores descienda alarmantemente y tampoco puedes subir el precio de las entradas porque entonces vendría aún menos gente.

Yo creo que en la decisión de subir el IVA cultural al 21% hubo mucho de vendetta hacia nuestro sector por parte del Gobierno; de hecho, como medida fiscal se ha revelado absolutamente ineficaz dado que cuanta menos gente acuda a las salas menos se va a recaudar. Ellos mismos lo han asumido y creo que no van a tardar en rectificar esta medida.

COMPROMISO

«Podía haber optado por poner un bar u otro tipo de negocio, pero lo que verdaderamente me da satisfacción es contemplar el trabajo de creación conjunta»

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