Era de esperar que «El quinto poder» no gustara a Julian Assange y los suyos, puesto que se basa principalmente en el libro de su ex-socio y litigador Daniel Domscheit-Berg. Pero tampoco parece que esté convenciendo al público y la crítica en general, debido a que el realizador Bill Condon y su guionista Josh Singer se empeñan en contar demasiadas cosas sin entrar a fondo en ninguna.

La caracterización de Benedict Cumberbatch es buena, aunque su trabajo está manipulado en el montaje y acaba tendiendo más bien a la imitación, lo que es puesto de manifiesto en su réplica de unas conocidas declaraciones en los títulos de crédito finales.

La película pretende extrapolar el fenómeno WiliLeaks a la revolución informática, trazando una historia de la humanidad y el desarrollo de la comunicación por distintos medios. Es un campo demasiado extenso, acotado visualmente mediante la imagen virtual, con utilización de gráficos de impactante diseño.

Pero nunca hay un posicionamiento claro, dejando espacio a la especulación. La figura de Assange queda cuestionada, a falta de cualquier tipo de introspección en sus verdaderas motivaciones. Parece buscar la notoriedad pública, y no la divulgación de la verdad desde su posición de hacker comprometido.