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Xabier Lasa | Coordinador de Aralar en Nafarroa

Los siete errores de Yolanda Barcina

 

Cuando en junio de 2011 la flamante exalcaldesa de Iruñea fue investida presidenta de Navarra merced a un pacto con el PSN, ante el aplauso monocorde del stablishment foral (CEN, banca local, sindicatos del sistema, grupos de poder eclesial, fácticos mass media...), no pensaba ni por asomo que lo que en realidad comenzaba no era la culminación de su carrera política, sino el desmoronamiento del régimen conservador que ha campado a sus anchas en la Comunidad Foral durante las últimas tres décadas. Desde entonces hemos asistido a un periplo presidencial (y presidencialista) jalonado de errores. Desglosemos los más evidentes.

La primera gran equivocación de la presidenta Barcina fue no calibrar la magnitud real de la crisis y creer que Navarra tenía la capacidad suficiente como para hacerle frente sin más. Su entonces vicepresidente no tardó ni tres meses en proclamar públicamente que «Navarra estaba en la UCI». Al parecer, nadie sabía nada sobre el estado real de las cuentas forales, y eso que el consejero de Hacienda era, por aquel entonces, el mismo que el del Gobierno anterior. Su receta consistió en profundizar en el error. Siguiendo las órdenes de Madrid comenzó a aplicar una política de recortes que ha dado al traste con los servicios públicos de Navarra y ha generado un rechazo social sin precedentes.

Su segundo error fue acudir a las elecciones generales en coalición con el PP. Temerosa del crecimiento de las fuerzas nacionalistas y de izquierda quiso entonces asegurarse los tres diputados y los favores del Gobierno de Madrid por lo que pactó con quien no debía, a pesar de la desaprobación de muchos militantes de UPN. No consiguió su objetivo y su alianza con el PSN empezó a crujir, al igual que las bases de su partido.

El tercero tuvo lugar hace un año largo, cuando expulsó al PSN del Gobierno con arrogancia y público escarnio. No digo yo que sea fácil cogobernar con un ente político tan «peculiar» como el de los socialistas navarros, capaz de justificar un día una cosa y la contraria al siguiente y acostumbrado además a ser leal sólo a sí mismo, pero el ardor jerárquico traicionó a la presidenta que empezó pronto a ser consciente de lo desnuda que se quedaba con su minoría parlamentaria.

El cuarto error fue dividir UPN, hasta el punto de partirlo por la mitad. Incapaz de pactar una solución negociada se empleó a fondo para arrasar al adversario interno, utilizando todo el arsenal que le proporcio- naba su privilegiada posición de presidenta para derrotarlo, sin valorar el daño que podía causar a su propio grupo. Ganó, pero es dudoso que venciera. A día de hoy no son pocos los que afilan cuchillos a la espera.

Dicen que no hay quinto malo y desde luego, como error político, este supera con creces a todos los demás. Sí, hablamos de la CAN, sus dietas y sus rabietas. Sin admitir al principio fallo alguno y desmintiéndose a sí misma después, Navarra entera ha descubierto su verdad oculta y su pecuniaria afición a las reuniones fantasma. Al final el Supremo de Madrid le salvó el pellejo. Mientras tanto, la CAN se ha ido al carajo y con ella un instrumento que en la situación actual hubiera resultado extraordinario para financiar una salida a la crisis con espíritu emprendedor. Una pena. Y un descrédito ético absoluto.

Pasamos al sexto, que también tiene lo suyo: la deslegitimación del Parlamento como institución legislativa de Navarra. Sabido es que el centralista PP cabalga por lo que considera «las españas» en cruzada anti autonomista con el ánimo de justificar su inoperante gobernanza; vive Dios que en Navarra le asiste fiel vasalla. Y es que la presidenta y su séquito se han dedicado durante los últimos meses a descargar las culpas de sus males en el Parlamento: «si no podemos gober- nar es porque el Parlamento no nos deja, porque aprueban leyes que no se pueden cumplir». Gracias a ese argumento las han inclumplido sin pudor, van trece de momento, cierto es que con la nunca suficientemente valorada ayuda de la Delegación del Gobierno de Madrid en Navarra, que últimamente es también Delegación Legislativa del Gobierno de Navarra en nuestra Comunidad. Retroceso democrático en toda regla.

Llegamos finalmente al séptimo error, más evidente si cabe después del último debate sobre el estado de la Comunidad, y ante el que la Sra. Presidenta manifiesta la misma ceguera que en los otros seis. Hablamos de no convocar elecciones. Cuando un Gobierno ha perdido la mayoría que le permitió salir elegido y es incapaz de gobernar, cuando camina dando palos de ciego a diestro y siniestro, cuando ha dilapidado su prestigio, cuando las únicas propuestas que llegan proceden de la oposición y no se escuchan... ¿Qué les queda? No hay problema que se solucione huyendo, menos aun cerrando los ojos y asiéndose al agarradero.

En fin. Parece lo más probable que la Sra. Barcina seguirá engañándose a sí misma y ganando tiempo. Parece también probable que el errado PSN persistirá en su ambivalencia y seguirá pidiendo elecciones al mismo tiempo que las impide por no ejercer con sus votos parlamentarios lo que a todas luces es un ya un deber cívico. Clama al cielo que no se den cuenta de que esta vez no los salva ni el tiempo, que su sistema se hunde y ellos con él.

Mientras tanto otros y otras, «la Coordinadora del Sí», seguiremos haciendo propuestas y presentándolas, aunque nos las nieguen o las destrocen.

Porque estamos ya construyendo la base de una nueva Navarra.

Es cuestión de tiempo.

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