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Festival de Sitges: último aliento, fin de fiesta... y cuenta atrás en marcha

La 46ª edición del festival baja el telón, y aunque en la memoria de los más asiduos siga rugiendo con feroz virulencia el recuerdo del caos en la híper-poblada parrilla (amén de la más incómoda de las casualidades: unos problemas técnicos que se han cebado con un certamen que ve cada vez más claro que el apoyo institucional es un recuerdo del pasado), al buen cinéfilo le cuesta no verse sobrepasado por la lástima de quien sabe que la farra está agonizando.

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Víctor ESQUIROL | SITGES

En un festival con dos días de celebración menos que los demás «grandes» (y con muchas menos salas de proyección), pueden llegar a verse hasta veinte películas más que en las otras citas. ¿Cómo? Comprendiendo la disparatada naturaleza de la propuesta y olvidándose de los límites físicos, por supuesto. Libere su mente. Asumiendo que en Sitges hay espacio para todo... Y efectivamente, un año más, y a pesar de los nubarrones, todo cupo en Sitges. Desde los éxitos previamente garantizados (la calculadamente casposa «Machete Kills», la culminación del colegueo gamberro de Edgar Wright en «Bienvenidos al fin del mundo», el divertido tren de la bruja de James Wan en su segunda entrega de «Insidious»...) a las más que bienvenidas sorpresas (el hipnótico y sesudo minimalismo de «Coherence», el contagioso humor negro de «Cheap Thrills», el alucinado viaje familiar de «Escape From Tomorrow»...).

Desde los caramelos para el público más fiel (como volver a disfrutar del clímax dramático de «Juego de Tronos» junto a la compañía de Charles Dance... aunque el frenesí colectivo llegó con la apoteosis satánica de Timo Tjahjanto y Gareth Evans en la desmadrada e imprescindible «V/H/S 2») hasta otros retos aparentemente más difíciles de digerir, como la bomba sinestésica de Hélène Cattet y Bruno Forzani en la demencialmente magistra «L'étrange couleur des larmes de ton corps», o la sorprendente «Much Ado About Nothing», en la que Joss Whedon, sin despeinarse, y sin hacer «mucho ruido», consiguió poner de pie al respetable con el inmortal romance shakespeariano entre Beatriz y Benedicto. Si alguien conoce un festival mejor para atiborrarse de tantos y tan variados manjares cinematográficos, por favor, que no se lo calle. ¿Cómo no entristecerse por el final de esta 46ª edición? ¿Y cómo no empezar a contar los días que faltan para que empiece la 47ª?

SITGES DIFERENTE

Libere su mente. Asumiendo que en Sitges hay espacio para todo...

Inusual pero agradecida justicia en los Premios

El punto final lo puso un palmarés en el que mandó la lógica. El Jurado presidido por el gran Fede Álvarez tuvo a bien otorgar el Premio a la Mejor Película a «Borgman», genial, oscuro y moderno cuento de hadas, injustamente olvidado hace unos meses en Cannes. Entre los galardones destacaron también el reconocimiento a Juno Temple como Mejor Actriz gracias a su papel en «Magic Magic» (dirigida por Sebastián Silva, una de las eclosiones más sonadas del año), el Premio al Mejor Guión por la sorprendente «Coherence» y la Mejor Dirección para otra revelación: Navot Papushado y Aharon Keshales por la brutal «Big Bad Wolves», película considerada por Quentin Tarantino (por quién sino) como la mejor en lo que llevamos de 2013. V.E.

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