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CRíTICA Música

Txistus en el desierto

Mikel CHAMIZO

Los txistularis del presente -y los de las próximas generaciones- no podrán más que agradecer a Silboberri la función que está llevando a cabo. El txistu es un instrumento de sólida raigambre popular y la figura del txistulari conserva aún parte de su función institucional, pero aunque fandangos y biribilketas son un repertorio central fantástico, ningún instrumento puede desarrollarse de manera sana y perdurar en el tiempo si no es capaz de tomarle el pulso a las músicas de su tiempo. Por eso Silboberri, en su incansable labor de encargar y estrenar obras que transiten más allá del uso habitual del txistu, está firmando una página vital de la historia del instrumento. Aunque a veces parezca que gritan en el desierto: 25 personas, nada más, se acercaron a su último recital en Donostia. 

En programa, dos estrenos absolutos que llevaron al txistu a terrenos inexplorados con anterioridad. «Hiru», de Iñaki Estrada, hizo un estudio minucioso de las variantes con las que se puede emitir el aire en el txistu, manipulando la embocadura o el orificio de salida. Pero aunque experimental, «Hiru» es también una obra de gran calidad técnica y musical, que sonaba inconfundiblemente vasca a pesar de no cobijar en su interior ni una sola melodía popular. Impactante fue también «Contacto» de David Cantalejo, con un punto sádico ciertamente, que exploraba los efectos psico-acústicos que pueden generar los choques microtonales entre cuatro txistus, con un efecto físico intensísimo sobre el oyente. Y junto a los estrenos, tres obras de estética bien distinta: la sobria pero muy hermosa «Cuatro glosas sobre un canto de pájaro» de Carlos Villasol; «Inguruak», para txistu y marimba, de Francisco Ibáñez; y la personal «Fantasía para tres» de Hilario Extremiana.

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