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Crónica | En el pueblo de Inés del Río

Tensión interiorizada en Tafalla ante la evidente lupa policial

En el pueblo de Inés del Río se recibió la noticia como una buena mano de póker: sin gestos que delatasen. El anuncio llegó demasiado tarde como para que la Delegación del Gobierno diera el visto bueno a cualquier acto y hubo una presencia policial notable. Y satisfacción, pero no en público.

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Aritz INTXUSTA

Tafalla, pese a tener título de ciudad y cabeza de comarca, es una localidad relativamente pequeña, que supera ligeramente los 11.000 habitantes. El Ayuntamiento está en manos de UPN. Aun así, tanto la izquierda abertzale como EA siempre han tenido fuerza y ahora Bildu es la segunda en votos. Se trata, en definitiva, de un pueblo con identidades divididas que llevan conviviendo largo tiempo.

La imposibilidad de cualquier manifestación pública, sumada a la suspensión de actividades de Herrira, obligó a los tafalleses más cercanos a Del Río a acoger la noticia con seriedad, mirando más bien el lado práctico que la celebración. Desde que salió la primera sentencia de Estrasburgo ordenando que se dejara libre a Del Río, la efigie de la presa ha aparecido en carteles; se ha reivindicado la aplicación de los derechos humanos con pancartas y en manifestaciones; se han lanzado globos azules pidiendo su libertad y se han cantado jotas. Ayer no hubo nada de eso.

«Por la mañana te encontrabas con la gente y todos están muy contentos. Tienes ganas de hacer cosas, pero no se puede hacer nada», comentaba un vecino a GARA. Satisfacción contenida y algún gesto más efusivo entre amigos fue todo lo más que se observó momentos después de tener noticias del fallo. Como el aviso de que la sentencia se haría pública ayer se conoció con siete días de antelación y no los diez que exige la Delegación del Gobierno español, no había ninguna movilización convocada. Algunos tafalleses sí que se acercaron a la protesta de los lunes frente a la sede del PP, que contaba con permiso.

Otro largo viaje

Los allegados de Inés del Río estaban preocupados por cosas prácticas, como por esperada salida de la cárcel. Un grupo de personas partió ayer por la mañana hacia Curtis sin esperar siquiera a escuchar a la Gran Sala y otro lo hizo por la tarde. La idea era hacer turnos frente a la prisión gallega con la esperanza de que la liberación será hoy mismo y con el miedo a una eventual agresión en su salida.

Temen tanto la acción de grupos de extrema a las puertas de la prisión como la irrupción de neofascistas en la localidad navarra en próximos días. Por ello, veían esencial que la permanencia de Inés del Río a las puertas de la cárcel fuera cuando más corta mejor. La forma de dar la noticia en determinados medios de comunicación y la desinformación sobre el caso en las redes sociales hacían aumentar su preocupación por algunas reacciones.

«Sentimos que es un gran paso, un paso para que todo esto se arregle», aseguraba otra de las personas que han ido a visitarle a la cárcel durante los últimos 25 años. El estado de ánimo de Del Río también era de lo más comentado. La tafallesa encontraba muy nerviosa los últimos días, sin apenas dormir o comer a la espera de que el fallo corroborara su puesta en libertad. También debatía sobre qué futuro le esperará cuando recobre la libertad tras pasar la mitad de su vida en prisión.

«Los que la hemos estado visitando tenemos ganas de verla desde hace años», prosiguió la misma persona. «Ya sabes, si canta Tafalla...», comentó, recordando la jota «Si canta Tafalla, canta Euskal Herria». Muchos en Tafalla se sumaron ayer a ese estribillo, aunque lo entonaran para sus adentros.

 

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