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Ankara no puede perder tiempo si tiene voluntad

El incipiente proceso de paz entre el Gobierno turco y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) podría tener un final abrupto a consecuencia de la falta de movimientos para afianzar el alto el fuego. Un portavoz de la formación liderada por Abdullah Öcalan advirtió ayer de que sus milicianos están dispuestos a retomar las armas en caso de que Ankara no dé muestras de afrontar con seriedad esta oportunidad de poner fin a un contencioso armado que se ha cobrado la vida de decenas de miles de personas.

A pesar de llegar precedida por la muerte de tres activistas kurdas en París, el pasado 10 de enero, la tregua anunciada por el PKK el 23 de marzo, respondiendo al llamamiento efectuado por el propio Öcalan, fue recibida con esperanza por toda la nación kurda, aun cuando la confianza en el papel que podría adoptar la administración turca era escasa. Una desconfianza lógica, ya que Turquía y los poderes fácticos que conviven en ese estado han saboteado sistemáticamente las opciones de alcanzar la paz que se han presentado desde el inicio de las hostilidades. Sin embargo, las conversaciones mantenidas durante meses daban a entender que la interlocución entre ambas partes había madurado lo suficiente para que esta ocasión fuera la definitiva. Por contra, el repliegue de miles de militantes kurdos no ha sido correspondido con medidas de alcance por parte del Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan, que ha aprovechado para dirigir sus fuerzas hacia la frontera con Siria y apoyar a los grupos islamistas que combaten contra los kurdos en aquel país.

Preso en la cárcel de Imrali, Öcalan proclamó hace medio año el inicio de un «nuevo tiempo» en el que los derechos democráticos, la libertad y la igualdad serían garantizados. Pero en este tiempo Ankara ha puesto de manifiesto que su hoja de ruta no contempla ese escenario, y ha optado por poner a prueba la paciencia de un adversario que desea dejar de ser enemigo. Si esta actitud se debe a un intento de controlar los tiempos y desgastar a sus interlocutores, Erdogan debe entender que ha llegado la hora de dar pasos. La otra opción, que nunca haya existido voluntad real de paz por su parte, abocaría a los pueblos kurdo y turco a nuevos episodios de dolor y sufrimiento. Esa es su responsabilidad.

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