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CRíTICA | «La mirada del amor»

Una historia romántica rescatada de entre los muertos

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Si al cine de Hitchcock le quitas el suspense es como si lo despojaras de su verdadera esencia. Por eso suelen resultar bastante infructuosos los intentos por llevar los argumentos de sus películas, siempre tentadoramente originales, a otros géneros. Atreverse ya con «Vértigo» hasta puede parecer un acto suicida, y hay momentos de «La mirada del amor», sobre todo en la parte final, en los que me da la sensación de que el realizador de origen israelí Arie Posin se está cortando las venas. Su versión es además poco sutil, ya que hasta muestra el cartel del famoso clásico diseñado por Saul Bass, por si algún despistado no lo tenía todavía del todo claro.

El misterio queda en «La mirada del amor» en estado latente, sin llegar a activarse nunca. La fotografía, las interpretaciones, la música, el montaje, todo podría terminar resultando inquietante. Pero lo oculto no es revelado nunca, seguramente debido a que se trata de un trasfondo completamente vacuo del que nada va a surgir. En cambio, el melodrama romántico más folletinesco es el que llena el espacio por cubrir en una hora y media de metraje que llega a hacerse larga. A falta de otros recursos narrativos el flash-back se erige en la forma y el contenido del relato, dentro de un debate interno entre el antes y el después vivido por la protagonista femenina.

Pienso que habría sido más acertado o efectivo dejar el desarrollo del guión en un mero plano psicológico, como si las cosas sucedieran en la cabeza de la viuda interpretada por Annette Bening, pero se quiere explotar el condicionante del azar desde un principio, forzando la verosimilitud de las situaciones. Tanta coincidencia no encaja en la realidad de la pareja madura lanzada a su segunda oportunidad en el amor, teniendo en cuenta que él desconoce las motivaciones de ella, quien diríase que cuenta con la alineación favorable de todos los astros del firmamento. Cuando digo él me refiero al doble, puesto que el marido con el que guarda un parecido tan asombroso ya está fallecido. Ed Harris ha de asumir dicho desdoblamiento un tanto a ciegas.

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