Fruto del trabajo que durante años se ha desarrollado en Ipar Euskal Herria, una abrumadora mayoría de electos y agentes socioeconómicos -sean abertzales o no, de izquierdas o de derechas- apoyaron públicamente hace meses la creación de una Colectividad Territorial Específica. Visto desde los territorios peninsulares de Euskal Herria, la imagen de unidad y de fuerza que se proyectó fue motivo de asombro y, en cierta medida, de envidia. Pedían una institución propia que garantizase el reconocimiento de Ipar Euskal Herria, algo que va más allá de un departamento, con competencias ahora en manos de la región y del Estado. La adhesión social, el consenso básico conseguido, nunca antes había alcanzado ese nivel.

Frente a esta realidad, la respuesta de París fue cerrar puertas y hacer perder la esperanza. Rechazo rotundo a la colectividad territorial propia, amenaza al desarrollo de las ikastolas y, con el pretexto de la crisis, recentralización de las finanzas y vaciamiento de competencias propias. No es ninguna novedad, en la forma y el fondo responden con mano dura pero es una posición débil. Ipar Euskal Herria es hoy más fuerte y sus demandas tienen más actualidad que nunca.