A pesar de su complejidad y lo incierto de sus resultados, fusionar comedia y drama suele ser una opción bien recibida por la audiencia y esa ha sido, precisamente, la gran baza con la que ha jugado y salido airosa la teleserie de moda en los Estados Unidos, «Orange is the New Black».

El argumento de esta aclamada serie esta basada en las vivencias reales que Piper Kerman plasmó en su libro autobiográfico. La singularidad del caso Kerman radicó en que se trataba de una mujer bien posicionada en la sociedad y que, un buen día, su mecánica cotidiana se alteró por completo cuando fue detenida por la policía cuando transportaba una maleta llena de drogas a través de una red de narcotraficantes, de la que formaba parte su compañera sentimental.

El grueso de la trama se concetra en la experiencia carcelaria que protagonizó Kerman, la cual tuvo que aprender a desenvolverse y convivir bajo las normas de una prisión federal durante quince meses.

Piper Kerman está interpretada por Taylor Schilling y junto a ella, topamos con un notable elenco de actrices que interpretan a las variopintas reclusas que han llegado a la prisión por delitos muy diferentes.

Llega el «humor naranja»

Dotada de un humor muy particular -ya se le acuñado un término denominado «humor naranja» para definir el que descubrimos en la serie-, se trata de un nuevo proyecto que ha catapultado de nuevo a la cima de los rankings de audiencias al canal vía streaming Netflix, creadora de la no menos prestigiosa «House of Cards».

Otro de los elementos más destacados de esta ficción es el estilo inconfundible que Jenji Kohan, creadora de «Weeds». Ha imprimido a esta propuesta que incluye un buen surtido de situaciones grotescas, humor negro, diálogos salpicados de sexualidad y drogas.

Todo ello escenificado al otro lado de las vallas de la prisión de Lichfield.