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Antonio ALVAREZ-SOLIS Periodista

El poder y el miedo

 

La frase se la debo a mi admirada Amparo Lasheras. Es una frase aterradora, que Amparo capturó con su pico de águila en unas declaraciones del ministro español del Interior, Jorge Fernández, inducido por Rosa Díez, «celestial» patrona del rencor: «El Gobierno está trabajando para evitar situaciones injustas, como que los terroristas se beneficien con las prestaciones sociales del Estado del bienestar que ellos han tratado de dinamitar».

No se puede decir nada tan miserable. De súbito ha cristalizado en mí la respuesta buscada durante años acerca de la sustancia del poder. El poder se alimenta del miedo. Un miedo que puede ser arrogante o vil. Es raro que se ejerza el poder desde la indulgencia, con una voluntad pacífica puesta al servicio del «otro», sea individuo o pueblo. Para proceder así hay que tener un alma libre de miedo. Y los gobiernos españoles han estado históricamente poblados por la cobardía. Y han sido crueles. Quizá el verdadero poder o poder moral precise de un alma franciscana que no tema ni al alcalde ni al lobo. No es el caso del Sr. Fernández, hombre de misa poblada de miedos innombrables. Gladiador que remata en el suelo para servir a una multitud vociferante masacrada ya por el miedo imperial. Miedo sobre miedo.

Cuando se ha vivido una vida tan larga como la mía no es raro tener una ocasión de poder en la mano. Rechacé siempre ese poder con excusas como mi incompetencia, contradicción ideológica u oportunidad de la hora. Ahora me doy cuenta que no tenía el miedo suficiente para empuñar la vara.

Una pregunta final al ministro: ¿Quién ha destruído el Estado del bienestar? Amparo ha respondido sin miedo a esa pregunta en su billete, que hay que releer.

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