Entrevista | Rufi Etxeberria Responsable del Área de Resolución del Conflicto de Sortu
«Hay que explorar renovadas hojas de ruta y abrir nuevas vías»
Por su cargo actual en Sortu, Rufi Etxeberria tiene mucho que decir sobre el reciente fallo de Estrasburgo que abre la puerta de las cárceles, pero también sobre la anterior redada contra Herrira o el macrojuicio en el que está envuelto. Más allá de avatares concretos que se suceden a ritmo alto en este inicio de curso, en la entrevista con GARA reflexiona con perspectiva amplia sobre los avances provocados por el cambio de estrategia de la izquierda abertzale, las dificultades del proceso y los próximos retos.
Ramón SOLA | DONOSTIA
Mientras estaban sentados en el banquillo de los acusados en Madrid se ha producido la decisión de Estrasburgo. ¿Cómo la han vivido y recibido?
Somos conscientes de que es consecuencia directa del alcance que también en el concierto internacional está teniendo el proceso político abierto en Euskal Herria. Un proceso que sabíamos difícil y que los gobiernos español y francés se empeñan en dificultar aún más. Con todo, hemos logrado abrir un nuevo tiempo y un nuevo contexto. Es un contexto donde chocan dos estrategias, dos actitudes, que generan dos realidades: una que mira al futuro, con una apuesta decidida por un marco de convivencia democrática que garantice todos los derechos humanos y para la cual la derogación de la denominada «doctrina Parot» es un reconocimiento; y otra que mira al pasado, que no quiere romper con la estrategia de negación histórica de Euskal Herria y que no quiere abordar la nueva situación de este país con una agenda democrática, porque teme al combate de las ideas. Por ello, para seguir aferrado al pasado, activa macrojuicios, lleva a cabo redadas como la de Herrira o se manifiesta en Madrid contra la resolución de una corte internacional.
¿Qué cabe decir de esa sentencia del tribunal europeo?
Que, además de suponer un avance desde el punto de vista de los derechos humanos, pone en valor las políticas y actuaciones en clave de solución y superación del conflicto. Significa un punto de inflexión para el Estado español, que debe abandonar el atrincheramiento en estrategias y políticas que, como ha quedado evidenciado, son contrarias a Derecho y rechazadas por la máxima instancia judicial en materia de derechos humanos. Sale fortalecida la posición de quienes abogamos por un futuro de soluciones y deja en entredicho ante Europa, y a la defensiva ante la ciudadanía vasca, a quienes boicotean esas soluciones. Creo que el nuevo tiempo que hemos abierto ha facilitado ese fallo y que ese fallo debe posibilitar seguir trabajando en este nuevo tiempo.
Pero, vista la reacción del Gobierno español y del PP, por no hablar de los «lobbys» que les presionan, ¿hay realmente motivos para ser optimista?
Es cierto que resulta descorazonador comprobar cómo hay gobernantes y responsables políticos dispuestos a perder oportunidades históricas de semejante calibre. Sin embargo, su reacción no es el baremo -no el principal, al menos- por el que valoramos los acontecimientos que se están produciendo en nuestro país. Lo importante en estos momentos es la correlación de fuerzas entre quienes apostamos por procesos de soluciones y quienes los bloquean.
En nuestro pueblo, es evidente de qué lado se van decantando las mayorías sociales y políticas. Las posiciones ultras del PP generan ya mucho rechazo y UPN sufre un evidente desgaste. Con su comportamiento, el PSOE, que sigue la estela de la no-solución, se empecina en no querer sintonizar con el anhelo social mayoritario en Euskal Herria por un escenario de convivencia democrática y en seguir negándose a la aceptación del derecho a decidir de la ciudadanía vasca. Lo del PSE, que estuvo en Aiete, sí que es una auténtica involución. Están sacrificando el escenario vasco, no se sabe si por la aventura de Patxi López de aspirar a ser candidato del PSOE a presidente del Gobierno español. Mientras, el PSN, que últimamente está jugando con amagos, es responsable directo del mantenimiento del «Gobierno del régimen» en Nafarroa.
En ese escenario, ¿para qué sirven los gestos y pasos dados por la izquierda abertzale?
Si la cuestión fuese que nosotros realizamos gestos tácticos o de mala gana con la esperanza de satisfacer al PP, podríamos hablar en esos términos, de si vale para algo todo lo que hemos hecho. Pero nuestra apuesta no está hecha en base a juegos tácticos, no está hecha de mala gana, ni tiene como objetivo satisfacer a ningún enemigo de la paz. Nuestro destinatario principal ha sido y seguirá siendo el pueblo vasco, además de agentes internacionales, para abrir nuevos marcos de colaboración, trabajo y lucha que permitan mover situaciones de bloqueo y alcanzar escenarios democráticos.
El cambio de estrategia política de la izquierda abertzale no se produjo con el pensamiento de que se nos iba a presentar una realidad plácida por parte de los estados español y francés. Sabíamos que las dificultades para lograr, primero, nuestros derechos y, después, nuestros objetivos permanecerían intactas. La izquierda abertzale -en un debate histórico, por lo inédito de los contenidos que abordó y las decisiones que adoptó- llegó a la conclusión de que el proyecto independentista se tenía que desarrollar única y exclusivamente por vías democráticas mediante una estrategia con proyección de futuro. Esas decisiones de fondo de la militancia de la izquierda abertzale llevaron a todas y cada una de sus organizaciones a debatir y decidir en consecuencia.
Entonces, ¿su cambio viene motivado por razones de conveniencia política, y no por convencimiento ético, como se les acusa desde otras formaciones?
El debate y posterior cambio de paradigmas políticos no fueron meras operaciones de cosmética. La apuesta comportó un compromiso profundo a la hora de encarar el conflicto, también desde el punto de vista humano, que ha tenido ya consecuencias en nuestras pautas de actuación y las seguirá teniendo. Eso sí, entendemos que el pueblo vasco, la ciudadanía vasca, no quiere ni renegados, ni hipócritas, ni fariseos. Quiere que, desde posiciones sinceras, y también éticas, aportemos para que se solucionen las causas y consecuencias del conflicto, se reconozca el daño causado, se conozca toda la verdad y se trabaje por una reconciliación profunda y sincera.
Eso es lo que vamos a hacer, sin quedarnos bloqueados y limitándonos a repetir acusaciones contra aquellos que se venden como demócratas pero que no han hecho otra cosa que utilizar, compartir o amparar estrategias violentas desde los gobiernos central y autonómicos, y también desde las sedes de los partidos, a fin de sacar provecho o ventaja para sus objetivos políticos. Tendríamos suficientes argumentos para quedarnos ahí parados, en la noria de la crítica, en el «y tú más», pero hay que salir de esa rueda, con toda la verdad y con toda la responsabilidad.
En la izquierda abertzale tenemos el ejemplo de los familiares de nuestros muertos, de todos y todas las que han perdido la vida desde el franquismo hasta nuestros días por motivación política. Familiares que anhelan una Euskal Herria que alcance la normalización democrática, que aspiran a un marco jurídico y político que garantice la superación de las razones que han motivado y aún motivan tanto sufrimiento, familiares que con la única «venganza» con la que sueñan es con la sonrisa de sus hijas y nietas, de sus hijos y nietos, tras ganar una democracia real, los derechos del pueblo vasco.
Aunque su destinatario sea el pueblo vasco, la actuación de los estados tiene una gran influencia en el desarrollo de su estrategia. Eso debe crear, por lo menos, incertidumbre...
Tras verse sorprendido y descolocado con el debate y cambio operado, con notable éxito, por la izquierda abertzale, la estrategia del Estado se basó en que, precisamente a consecuencia de su obstinación represiva, cada vez más sectores del independentismo de izquierda cuestionasen la eficacia de la nueva estrategia y ello supusiese al final un grave problema para su desarrollo y el colapso del proceso de liberación. La idea de la escisión no la han descartado en ningún momento. El Estado buscaba un doble golpe: el directo de la represión y el derivado de la guerra sicológica. No lo han logrado, y hoy es el día en el que el grueso de las contradicciones las sufren precisamente quienes han alimentado las políticas belicosas y el lenguaje de la guerra, el de vencedores y vencidos.
¿Debe entenderse que en la izquierda abertzale nada puede cuestionarse de esa apuesta?
En absoluto. Pero más que por lo que se ha hecho, creo que nuestra reflexión autocrítica debe hacerse por lo que no se ha hecho. Si se quiere liberar toda la potencialidad de su estrategia, la izquierda abertzale, junto a otros sectores, tiene que conformar una nueva cultura política, que nos abra más, que permita nuevas complicidades, que impulse la participación, que ayude a la activación popular...
Ha mencionado la operación contra Herrira. ¿Cómo la valora, qué pretendían?
Tiene un claro componente de obstáculo al desarrollo global del proceso, al mismo tiempo que supone un síntoma de involución, en tanto que recupera las tesis de la política de ilegalizaciones. Contiene un segundo ingrediente de volver a situar el nudo del bloqueo en la cuestión de los y las presas políticas, precisamente a pocos días del fallo de Estrasburgo. A mi juicio, la operación tenía también como objetivo dificultar los pasos y la aportación que debe hacer el Colectivo de Presos y Presas. Si se me permite la comparación, recuerda a la operación de octubre de 2009 [de la que surgió el «caso Bateragune»] que quiso condicionar el desarrollo del debate en la izquierda abertzale, para que no saliese de la casilla de salida. Creo que quieren que los presos y presas se queden en esa casilla. Quienes están detrás de la operación contra Herrira no quieren que el Colectivo de Presas y Presos Políticos Vascos avance sobre carriles a compartir, tanto en diseño como desarrollo, con ámbitos y sectores vascos de toda índole para su vuelta a casa.
Se acusa a la izquierda abertzale de impedir que presos y presas hagan cualquier movimiento...
Esa es una falacia que, pese a operaciones como la de Herrira, el tiempo, en breve, se encargará de desmentir. Los presos y presas dejarán en evidencia dónde se encuentra el gran problema, que no es otro que la obstinación del Gobierno del PP en una política penitenciaria vengativa y que utiliza políticamente para evitar que el proceso abierto en Euskal Herria se dispare como un cohete.
¿Que opinión le merece la reclamación del desarme de ETA?
Que es parte de la agenda de soluciones y, por consiguiente, se debe abordar. En las mejores condiciones posibles, sin frivolidad ni irresponsabilidad.
Recuperemos una visión más general. ¿Qué es hoy el proceso democrático del que tanto han hablado estos últimos años?
El tránsito de una situación de injusticia a otra de libertad y derechos. Para los y las militantes de la izquierda abertzale es, además, nuestro marco general de actuación, por lo que, para nosotros y nosotras, «proceso» supone el conjunto de nuestra actividad. Dicho de otra forma, es nuestro único hábitat político natural, consecuencia directa de la readecuación de nuestra estrategia en términos exclusivamente democráticos. Es la forma que ha adoptado el proceso de liberación nacional y social.
En el marco del proceso democrático, queremos asimismo articular procesos específicos de soluciones que respondan a las razones y consecuencias del conflicto político, cada cual con su propio desarrollo, para lo que entendemos bueno llegar a acuerdos entre diferentes y, llegado el caso, también con los estados. Qué duda cabe que su negación a todo entendimiento y la nueva realidad que se impone -una crisis generalizada y la falta de oferta democrática van mostrando que la única salida razonable es la soberanía plena- animan a decantar o inclinar estratégicamente el proceso democrático en términos independentistas. Sería pues llevar hasta el final, hasta la última estación, ese tránsito de una situación injusta a otra de libertad, y hacerlo desde la máxima unilateralidad, mediante una vía propia, la Vía Vasca hacia la plena soberanía, y con la adhesión popular como catapulta.
Tras dos años ya desde aquello, ¿qué supone hoy Aiete?
En primer lugar, es el paso del Rubicón que nos situó definitivamente en un nuevo escenario y, además, recoge los aspectos necesarios a abordar para llegar a una paz justa y duradera. En el contexto de esta declaración se produjeron avances evidentes y tangibles, valorados de forma muy positiva por el pueblo vasco. Aiete es uno de los grandes pasos en el camino. Así se entiende que aún hoy importantes mandatarios, como los reunidos recientemente en México, se adhieran a su contenido.
Su desarrollo no ha podido darse de la manera deseada por la cerrazón de los gobiernos español y francés, por lo que, en el futuro, habrá que abrir nuevas vías y explorar renovadas hojas de ruta, que serían imposibles, por otra parte, sin la contribución crucial de ese hito histórico. Lo que no va a hacer la izquierda abertzale es quedarse en la reivindicación de Aiete y limitarse a reclamar su desbloqueo en el punto en el que se produjo [el 2, que insta a los gobiernos español y francés a dialogar con ETA], porque eso haría que Aiete fuese percibida como nuestra bandera. Y no lo es. Es el logro de todas y todos los que estuvimos allí, que servirá para nuevos intentos e iniciativas, como las recomendaciones salidas del Foro Social.
Mirando a lo que pueda pasar en este curso político, ¿qué quehaceres contemplan para el futuro inmediato?
De cara a fortalecer un proceso de suma popular, existen ya retos concretos para la activación social en terrenos como el derecho a decidir, que debiera ser clave para una eventual decantación unilateral del proceso en términos soberanistas, o la defensa de los derechos de las y los presos y exiliados, además de las dinámicas contra las redadas, juicios y sentencias políticas.
En ese contexto, insistiremos con otros agentes y fuerzas, tanto del ámbito vasco como del internacional, en confeccionar hojas de ruta para trabajar el conjunto y cada punto de la agenda de soluciones al conflicto. Al mismo tiempo, en territorios concretos se van produciendo oportunidades para potenciar cambios políticos de calado. La interesante dinámica entre todas las fuerzas en Ipar Euskal Herria conforma una mayoría que exige reconocimiento institucional y soluciones. Y el modelo retrógrado de imposición vigente en Nafarroa hace agua.
Asimismo, siempre dentro de ese gran reto de levantar procesos de corte popular con amplias alianzas y mayorías, resulta una auténtica prioridad una respuesta estructural -con capacidad de propuesta para un nuevo modelo- a la situación de crisis económica, así como al empobrecimiento del país y sus capas populares.
La «Vía Vasca» que plantean necesita acuerdos y acumulación de fuerzas. ¿Que expectativas tienen con el PNV?
Primero habría que matizar que esa vía debe tener base social amplia, creciente y activada, más allá de la dinámica de o entre fuerzas políticas. Una base social que llegue incluso a condicionar a los partidos. A partir de ahí, no cabe duda de que un compromiso mayor del PNV supondría una aportación importante. Sería nuestro deseo, tanto en el campo de las consecuencias del conflicto como en el de las causas, que nos debería llevar a buscar entendimiento sobre el derecho a decidir.
De todo ello pensábamos que íbamos a tratar cuando PNV y Sortu establecieron relaciones de forma oficial, incluso hubo declaraciones en ese sentido, pero en estos últimos tiempos el PNV no ha terminado de arrancar e incluso ha ido para atrás respecto al punto de partida.
Sortu trasladó al PNV su disposición a trazar los carriles de una vía compartida para buscar la resolución integral del conflicto político. Esperamos y deseamos que se inicien las tareas de desbroce que nos lleven hasta una vía de actuación común.
Entre otras cosas, portavoces del PNV dicen que hay involución en la izquierda abertzale...
Necesitan alimentar ese discurso para situarse en medio, aunque para ello haya que inventarse cosas e, incluso, agravios. Cuando las embestidas del Estado, que crean alarma también en su base social, le achican el campo, su actitud es la de denostar al independentismo vasco para aparecer en un supuesto centro, entre dos polos que alimentan la involución. La realidad es que el PNV tiene miedo a que una apuesta decidida, que podría tener un amplio respaldo en Euskal Herria, como está sucediendo en Catalunya, les pusiera en riesgo eso que llaman hegemonía y centralidad. Así, tiende a bascular hacia las fuerzas estatalistas al hacer acuerdos, y cuando mantiene relaciones con las fuerzas y agentes que impulsamos el proceso democrático siempre acude con rebajas, para después, además, ni siquiera comprometerse realmente con la resultante que toma en consideración sus reservas.
Entendíamos, y entendemos, que ese sector político puede jugar un papel muy importante, y que también su máximo exponente político y simbólico, como es el lehendakari, podría tener un protagonismo central. No entenderíamos que, en esta coyuntura histórica, Iñigo Urkullu pudiera llegar a estar más cerca de emular a Patxi López, en su penosa imagen del tren en EEUU, que a José Antonio Agirre a la hora de estar a la altura de lo que necesita su pueblo. R.S.