NARRATIVA
Con mucha miga
Iñaki URDANIBIA
El bosnio Predrag Matvejevic nos guía por los orígenes de tal alimento, y nos muestra los distintos tipos (en formas y composición) que desde la antigüedad se han elaborado, dependiendo de las condiciones geográficas, el tiempo, el desarrollo de los modos de producirlo y las diversas valoraciones que acerca de la importancia de tal humilde manjar para el mantenimiento de la vida se han mantenido. Egipto, Grecia, Mesopotamia... el libro de Gilgamés, el Libro de los muertos, el Zohar, la Biblia, la Odisea y la Ilíada, el Corán... Herodoto, Hesíodo, Pitágoras, Platón y... me quedo corto, ya que el rastreo que realiza el omniabarcante ensayista nos conduce por todas las caras de la cuenca del mediterráneo, y lares cercanos, en busca de pistas que nos sitúen ante los usos y costumbres de los humanos con respecto al trigo, la cebada, la levadura, la harina y el preciado alimento, objeto de sueño para los hambrientos, premio para algunos, fruto del sudor laboral tras la maldición divina y ansiado regalo para quienes por uno u otro motivo carecen, o han carecido, de él.
No queda reducido el viaje a los tiempos remotos de los orígenes, sino que el ensayista salta a tiempos más cercanos, hasta la actualidad recurriendo a recuerdos familiares, de su padre en concreto, en los que la hambruna era la moneda corriente para los detenidos, y forzados, por las nuestras pardas del nacionalsocialismo; conmovedora narración con la que se cierra la obra. El pan no solo era en el principio sino que sigue manteniendo su presencia material y simbólica hasta nuestros días. De este modo la tela que elabora el autor, como paciente y exacta araña, viene a ser una historia material de Occidente y de las mentalidades que han ido forjando nuestra área cultural y moral (del latín mos, moris = costumbre).
La capacidad de enganchar y de seducir de Matvejevic es inmensa arrastrándonos por sorpresivos rincones del saber y de la creencia, de las técnicas, engatusándonos como si oyésemos hipnotizados la voz de una cautivadora Sherezade que nos cuenta historias, leyendas, creencias, mitos, y no deja de hacerlo con una brillantez luminosa y dando muestras de unos conocimientos increíbles; desde esta óptica el libro, por momentos, viene a suponer una verdadera caja de Pandora, ya que avanzamos de sorpresa en sorpresa, de conocimiento a conocimiento, y los dichos de los hombres y de los dioses nos son puestos ante nuestros hambrientos oídos. Matvejevic es un verdadero pozo de sabiduría y nos la entrega con un hondo impulso poético. El profesor resulta impresionante en su capacidad para transitar por los distintos islotes del archipiélago pan... ningún agua queda sin ser surcada, ningún puente queda ignorado... el saber se extiende en forma archipielágica, no dejando hueco alguno, ni salto en el vacío... siempre nos quedará el pan.
Con Matvejevic no es pertinente -y que me permita la bobadica- aquello de «contigo pan y cebolla», aunque realmente amemos su quehacer, sino que nos basta con el pan, ya que a través de éste nos habla de todo, pero con enorme fuste y en múltiple dirección rizomática. El pan como pasado y como futuro de justicia y de abundancia para todos.