CRÓNICA | GIRA DE DUNCAN DHU
Una gaviota pendenciera sobrevuela el escenario en el primer concierto
Duncan Dhu ofreció este viernes en el Baluarte de Iruñea el primer concierto de su gira de reaparición. Se escucharon algunos de sus viejos éxitos, sí, pero también las seis canciones de su nuevo y hermoso disco: «El duelo», demostrando que su regreso no es un mero revival y todavía son capaces de robar luz a las tormentas.
Patxi IRURZUN
Y el día de muertos Duncan Dhu resucitó. Al tercer día, después de la presentación de su nuevo disco «El duelo» en agosto en el palacio de Miramar en Donosti y del concierto hace casi un mes en el Auditorio Nacional de Mexico DF, el tercer y definitivo asalto en el Baluarte de Iruña dio comienzo a su regreso y su esperada gira. Duncan Dhu han vuelto, entre la niebla de los malos tiempos que corren. No han ocultado que el motivo por el que se reunieron fue económico, la oferta de una gira por México, pero la necesidad es a veces la mejor musa y su reencuentro nos ha dejado un nuevo disco pleno de poesía, un trabajo de madurez, con arrugas en la frente y en la voz, que sin embargo recuerda a veces a sus primeras canciones. Un duelo contra el tiempo del que Diego Vasallo y Mikel Erentxun, aún con el cañón humeante y las sombras de sus figuras elegantes y delgadísimas sobre el escenario, han salido gozosamente vivos.
Quienes vayan a ver revolotear sobre sus cabezas cien gaviotas tendrán que esperar, tendrán que ver primero cómo de entre las zarzas de la garganta de Diego Vasallo sale volando una gaviota pendenciera (a la que alude «Llora, guitarra», uno de los nuevos temas -una versión de una canción tradicional menorquina-). Tendrán que oír las seis grandes canciones que han escrito para «El Duelo». No serán las únicas que tocarán por primera vez sobre un escenario. En su repertorio se han sacado la espina de «Crepúsculo», el último disco editado y que no tuvo gira, y han incluido temas como «Nada», «Como dioses pequeños» o «Lobos»... Los viejos hits, los de los estribillos que se coreaban en los bares o se susurraban mirando al techo en la penumbra triste de los cuartos de adolescentes, caen con cuentagotas. «Rozando la eternidad» fue el primero, la octava canción; la primera chica no aguantó más y se levantó a bailar desde su asiento en el auditorio con «La casa azul» cuando ya había transcurrido la mitad del concierto. Y después llegaron en «Algún lugar» o, ya en los bises, «Jardín de rosas», «Esos ojos negros», «Cien gaviotas»... Duncan Dhu, sin embargo, no ofrece un revival, no hay nostalgia, no hay fantasmas arrastrando sus cadenas por el escenario...
En el reencuentro de Mikel y Diego -lo han repetido también en presentaciones y entrevistas- hay también un reencuentro musical. En sus cabezas hay pasadizos por los que se escuchan los ecos de los mismos discos. El telón en Pamplona se levantó bajo los acordes de «Girl from the North Country», de Bob Dylan y Johnny Cash, y por ahí van los tiros. Folk rock, rockabilly, country, rock&roll de los 50... Banjo, mandolina, pandereta, piano Hammond... Acompañados de una banda de lujo (Joseba Irazoki, Mikel Azpiroz, Karlos Aranzegi y Fernando Macaya) la esencia Duncan Dhu se vuelve más densa, más madura, cada canción tiene su propia luz, la que le corresponde (incluso físicamente, la estupenda iluminación fue un miembro más de la banda, se vistió de rojo tenue, de arabescos, estiró y encogió el escenario...).
Duncan Dhu fue para muchos esa expresión de la que se abusa a veces hasta la cursilería: banda sonora de sus vidas; para otros muchos también, pero a la fuerza, la música que se escuchaba a lo lejos y a todas horas, en los bares a los que nunca entrabas, en las radios que nunca oías. Tuvo que ser El Drogas (Barricada) quien dijera en cierta ocasión que las canciones de Duncan Dhu le parecían mucho más radicales que las de muchos radicales oficiales, para que algunos comenzaran a reparar en ellas. Era mucho más fácil escribir «Policía asesina» que versos como los de cualquier canción firmada por Diego Vasallo, profundos como su voz y con la belleza de las ruinas, o de las vidas asoladas por las tormentas. Como es fácil para Duncan Dhu, en esta gira por auditorios, levantar al público con `Cien Gaviotas'. Lo realmente difícil es mantenerlo encogido en sus asientos, con el corazón temblando, reconociendo toda tu vida escrita en una frase («La vida avanza con el labio partido», «Robábamos luz de cualquier tormenta»...) en temas tan hermosos como «El duelo» o «La última canción». Y Duncan Dhu lo han conseguido: han ganado el duelo.