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Antonio Alvarez-Solís Periodista

Cinismos

«Un día en que la ciudadanía haya recuperado el sentimiento de sí misma sería obligado discutir seriamente sobre un porvenir del que ustedes han de ser expulsados previamente por múltiples violaciones económicas y sociales», augura el autor como colofón a este artículo en el que se dirige al ministro español de Hacienda, desmontando una a una las que tacha de mentiras sobre la situación económica y social en el Estado español. Todas estas «mentiras» son, en opinión de Alvarez-Solís, muestras del cinismo con que los mandatarios españoles abordan en sus discursos esa grave situación.

El Sr. Montoro, ministro de Hacienda en la dormición española, ha insistido en Santander acerca de la visible recuperación de España. «Lo peor ha pasado porque la sociedad se está esforzando», ha dicho en un ejercicio de cinismo. Primera falsedad: la sociedad no se está esforzando; la sociedad está siendo violada por los grandes explotadores protegidos desde el Poder. Y la violación no constituye un acto de amor.

¡Cinismo!

«La salida de la crisis es una realidad económica». El Sr. Montoro afirma que esa salida figura ya registrada en todos los pronósticos. Segunda falsedad. ¿En qué radica para el nefasto ministro la realidad económica? Frente a la realidad del Sr. Montoro, seis grandes empresas españolas, que parecían indestructibles, están en pleno naufragio con miles de obreros expulsados a la calle.

¡Cinismo!

Catalunya. «Salir de España supondría una salida también del euro que llevaría también a una recesión severísima». Tercera falsedad. Dar la espalda de la Comunidad Europea a una Catalunya independiente depende de Alemania. Y Alemania no ha dado la espalda ni a Grecia, ni a Portugal, ni a Irlanda. Y no les ha dado la espalda porque Alemania -la insincera Alemania de la Sra. Merkel- necesita a las élites sociales de esos países para mantener su mercado. Catalunya siempre consumirá más que Andalucía, que Extremadura, que Castilla, que La Mancha...

¡Cinismo!

«La sociedad se está esforzando y ese esfuerzo se ha hecho de un modo equitativo». Cuarta falsedad. Repito: la sociedad no se está esforzando, está siendo desangrada. Regalar los oídos de los que están siendo esquilmados resulta innoble. Es ruin. En cuanto a la nota de que el esfuerzo está siendo equitativo resulta escandalosa. ¿Cómo van a hacer un esfuerzo equitativo aquellas tierras españolas donde ya no hay nada o nunca hubo nada significativo? El esfuerzo lo hacen Catalunya, Euskadi, si acaso Galicia o Valencia.

¡Cinismo!

El año 2014 será el año del crecimiento y la creación de empleo». ¿Mediante qué empresas se hará cierto ese crecimiento? La pequeña y mediana empresa española está agonizando. En un año el prodigioso ministro quiere resucitar el yerto entramado industrial y además suprimir seis millones de parados y recrecer diez millones de infraasalariados si es verdad que desea expandir el consumo, ya que sin un consumo vigoroso es imposible salir de la crisis económica. Ahora bien, ¿las industrias alemanas o francesas o inglesas, incluso las italianas, dejarían brotar de la nada española esa competencia cuando esas industrias navegan con muchas vías de agua?

¡Cinismo!

El Sr. Montoro sabe perfectamente que con los mimbres de que dispone no podrá hacer ni un cesto. La economía real se está hundiendo en el mundo porque la capacidad de producción necesaria para que el Planeta no quiebre hasta la raíz solo pueden tenerla y aún excederla cuatro grandes potencias, dejando a los restantes países en Estados fracasados e incapaces de cualquier tipo de competencia. Por ello parece inmoral que un ministro español, con todo su Gobierno, al que acuso de falsedad y deshonor, hable de resurrección económica cuando su política consiste en diezmar la clase trabajadora para contener sus ambiciones, dejándola en el mínimo posible para sostener la realidad del Estado en que se aloja la minoría especulativa que detenta la riqueza. Pero ese sostenimiento resulta además impracticable a no ser que los trabajadores que queden en activo sean privados de sus pensiones y de los mínimos servicios sociales que forman parte del Estado del bienestar, hoy ya inexistente ¿Si estos cálculos elementales sobre la ruina estructural de la sociedad neocapitalista resultan verdaderos, en qué basa el Sr. Montoro ese «levántate y anda»? ¿Qué porvenir social queda visible para los trabajadores sino es la esclavitud y la violencia represiva?

¡Cinismo!

Habla asimismo el Sr. Montoro, con mentido acento de esperanza, que el Gobierno español no solo sacará a España del lodazal sino que procederá a una reforma tributaria, pero ladinamente no facilita el sentido ni el contenido en cifras de esa reforma. ¿Cabe suponer que el Sr. Montoro y su tropa reaccionaria van a subir los impuestos sobre las ganancias de los grandes financieros y, por el contrario, van a recortar las cargas que pesan sobre los trabajadores y los autónomos? Usted sabe perfectamente, Sr. Montoro, que ni los banqueros ni los dirigentes y propietarios de las grandes firmas comerciales, por ejemplo, no aceptarán ni una gabela más sobre su espalda, hoy a punto de doblarse estrepitosamente por sobredimensión, arrastrando con ellos a la sima a los productores de las mercancías que aún venden o a los depositarios que aún conserva la Banca. Usted sabe todo esto perfectamente, Sr. Montoro. ¿Por qué insiste, pues, en actuar como un pequeño Potenkim elevando fachadas de atrezzo entre el ciudadano y su porvenir falsificado?

¡Cinismo!

Usted, Sr. Montoro, habla del esfuerzo de la sociedad para salir adelante. Es decir, asocia usted forzosamente con su Gobierno a los que no tienen otra forma de flotar que asirse a cualquier resto del naufragio. Eso -¡horror de los horrores!- equivale a repartir cruces laureadas a los que no tenían escapatoria en la posición defendida. ¡Qué náusea produce crear héroes poniéndoles la pistola en la espalda! La política económica y social de su Gobierno está produciendo millones de víctimas no solo en cuanto a la eliminación de medios materiales de vida sino por dolencias producidas por la ansiedad y otros descalabros psicológicos. Fruto de esas angustias vitales son cuadros patológicos que restan vida. Ojo, Sr. Montoro, porque un día, quizá no lejano, podría incriminarles una justicia popular por un gravísimo delito contra la salud pública que ustedes desprecian olímpicamente. ¿Piensa en ello o le importa un rábano el porvenir, fiado en la fuerza de que disponen? Porque ustedes son autores o al menos colaboradores necesarios en el drama que está arruinando en todos los sentidos a dos o tres generaciones.

Todo lo que he puesto ante sus ojos fríos y sarcásticos ojos constituye la base del cinismo de que hablo.

Un día en que la ciudadanía haya recuperado el sentimiento de sí misma sería obligado discutir seriamente sobre un porvenir del que ustedes han de ser expulsados previamente por múltiples violaciones económicas y sociales. En ese día quizá lleguemos a la conclusión de que la salvación tras el naufragio del último capitalismo, que usted y los suyos manipulan, quizá consista en un plan colectivo de distribución del trabajo entre todos los pueblos a fin de convertirlos en productores y consumidores al tiempo, con lo que se recuperaría la economía orgánica. Sería el final de la explotación regida por los cínicos que ahora desangran al mundo. Pero esta propuesta a usted le importará seguramente un rábano, pese a que ha solicitado, cínicamente también, colaboraciones a todo el mundo para salir del cenagal. Pero eso será cosa nuestra; es decir, de la calle.

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