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Carlos GIL Analista cultural

Vuelo

Una tecla descascarillada puede producir el sonido más iluminador y una bicicleta con ruedas cuadradas una sonrisa. Todo es cuestión de la altura de vuelo con el que mires al mundo

El piano es una metáfora de la orquesta. La bicicleta, una metáfora de la transmigración de las almas. Una tecla descascarillada puede producir el sonido más iluminador y una bicicleta con ruedas cuadradas una sonrisa. Todo es cuestión de la altura de vuelo con el que mires al mundo. Unas palabras desalambradas provocan una ilusión colectiva que ayuda a conectar el aroma de la chuleta a la brasa con el perfume de jazmín que se encumbra en el sortilegio amoroso. Nunca vueles a ras de suelo o acabarás pisoteado.

El Maestro nunca pudo con Margarita. Al igual que el río nunca acaba con la orilla, si acaso la moldea, la transforma. Esa música que se te ha fundado un sentimiento imperecedero fue fruto de una casualidad. Un día un burro comía alfalfa y le sonó la flauta. Después vinieron los de mercadotecnia y crearon un rumor que acabó siendo una leyenda que se convirtió en el soporte del anuncio de unas sopas concentradas con arreglos de piano. Nunca vueles a ras de suelo o acabarás pisoteado.

Si un poema, una música, un gesto, una coreografía o una pirueta sin red no te conmociona es que estamos ante una reiteración de los dados marcados del negocio cultural. Todo lo que es repetición y panoplia forma parte de una resorte mercantil que se convierte en un discurso administrativo para cubrir el expediente. Los datos son el plomo en todas las alas de la gestión cultural. Un virus contagioso que hace que todos los soñadores y creadores se conviertan en agentes productores de bienes de consumo. Es decir que les da mucho miedo volar. Y prefieran el pesebre a la gloria. Y como vuelan demasiado a ras de suelo, acaban pisoteados.

 
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