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Guzmán Ruiz Garro Consejero representante del personal de BBK

Kutxabank: sombras y pocas luces

La Comisión de Economía y Competitividad del Congreso de los Diputados de Madrid aprobó el pasado miércoles con competencia legislativa plena la Ley de Cajas de Ahorro y Fundaciones Bancarias, para su remisión al Senado donde continuará su tramitación. El texto salió adelante gracias al acuerdo entre el PNV y el Partido Popular.

En relación a estos cambios legislativos y a la evolución de la entidad surgida de las cajas, empezaré diciendo que, desde el conjunto de la izquierda, se ha adolecido de visión analítica. Se debe construir el discurso sobre un eje propio, porque aunque resulte más cómodo dar por buena la información del establishment, por prudencia y responsabilidad, es obligado el contraste de posiciones con las fuentes afines. Las élites políticas y económicas son expertas en las estrategias de crear problemas y después ofrecer soluciones; es un método llamado «problema-reacción-solución». Ejemplo: crear una crisis económica para que se acepte como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

En estos dos años largos de debate y toma de decisiones, no se ha acertado en el diagnóstico de la situación y han tenido que ser los acontecimientos, vía leyes y/o decretos, los que han roto el espejismo de observadores empecinados y poco duchos. No se entendió que una sociedad anónima no es un banco público vasco. Menos mal que, a golpe de evidencias, se ha ido rectificado algo el discurso.

Quizás parezca exagerada mi crítica, pero reiterarse en errores de bulto -a tenor de lo escrito sobre el artículo 44 del proyecto de ley de cajas- y afirmar que deshaciéndose BBK del 7 % (en todo caso, sería el 7,01%) se esquivan las férreas imposiciones de la «troika», demuestra, otra vez, falta de perspectiva. Ojalá fuese así de simple.

Dejando al margen lo publicado por los diarios afines a Kutxabank que han optado por «sostener» esta noticia, invito a una sencilla reflexión que nos ayudará a ser más objetivos: dado que a La Caixa y a BBK se les aplica el mismo rasero, es razonable suponer que este afectará a ambas de igual modo. Paradójica y absurdamente, no. Tras la aplicación de esta crucial, impuesta y rígida normativa, las fundaciones de Vital, Kutxa y BBK seguirán teniendo el control con un 92,99% del banco filial, operando a todas luces como un cártel y, sin embargo, el principal accionista de referencia de Caixabank se verá obligado a perder el control del suyo. Digan lo que digan, esto no es creíble.

Demos por hecho, pues, que el compromiso no explicitado a los medios y grupos de interés es que las tres cajas bajen por debajo del 50% su posición en Kutxabank y que para llevarlo a cabo hay un plazo máximo de cinco años. Este es en realidad el «logro»: tiempo para no tener que liquidar deprisa y corriendo y a cualquier precio. Un margen de maniobra formidablemente vendido a la prensa afín, que nace herido de muerte por la misma irrevocabilidad de la venta. Los mercados a este respecto son inflexibles: por mucha confidencialidad que se establezca, anticipar al mercado que uno se tiene que desprender de gran parte de sus acciones lleva inevitablemente aparejado el hundimiento de su valor.

Algunos recordarán que los acuerdos suscritos cuando se constituyó el banco incorporaban una serie de salvaguardas para el caso de venta de acciones. También es conveniente no olvidar que todo aquello quedó en papel mojado gracias a la cláusula que establecía que si alguno de los actuales socios de Kutxabank adquiría lo que otro socio vendía, sus nuevas acciones no llevaban aparejados derechos políticos. O sea, igual que las famosas -y muy denostadas por los actuales dirigentes de Kutxabank- cuotas participativas de las cajas, que no interesaban a nadie y acabaron desapareciendo para tristeza de sus estafados titulares. Voy a añadir, siendo muy amable en el término que, en cualquier caso, las «finanzas» de Kutxa y Vital no están ni de lejos para dispendios: habida cuenta de que ha sido BBK la que ha soltado la pasta y tapado los agujeros de Gipuzkoa, la lógica aspiración del equilibrio territorial únicamente podría ser abordable desde posiciones realistas y transparentes que actualmente no se dan.

Siendo francos, Kutxabank soporta dos enormes cruces que doblan sus espaldas: las gravísimas consecuencias de la mala gestión de los últimos presidentes de Kutxa y el imperdonable error de la compra de CajaSur.

Mención aparte se merece el titular de que BBK salvará la Obra Social a cambio de vender parte de sus acciones. Ahora mismo, lo que está en riesgo en la Obra Social Propia es el puesto de trabajo de 170 personas que trabajan en Bizkaia porque el banco destina cada vez menos recursos al mantenimiento de esta. Establecer una relación de dependencia entre la venta de acciones y la continuidad de la Obra Social, supondría asumir que la gallina es capaz de poner huevos después de muerta (risas). Amén de que así se privatizaría el banco a velocidad de vértigo, una vez liquidado el cupo de acciones a precio de outlet, ¿cómo financiaríamos la actividad? Debate para otra ocasión sería qué tipo de obra social proponemos y si la que hoy tenemos debería estar integrada en las instituciones públicas.

Por cierto, ha declarado el diputado de EAJ, atribuyéndose méritos, que la redacción original de la Ley de Cajas «hubiera supuesto también dejar a Kutxabank en una situación de desventaja competitiva con respecto a otras entidades financieras, ya que de constituirse el Fondo de Reserva en los términos inicialmente previstos en la Ley pondría en serio peligro la Obra Social de Kutxabank». Siendo cierto que el Fondo de Reserva, tanto si se hubiese quedado en el banco como lo hubiese hecho en las fundaciones, habría sido un tremendo hándicap, no lo es menos que lo pactado por Vds. (que el control de las fundaciones se sitúe por debajo del 50%) supone un golpe de consecuencias irreparables al control de la función social de Kutxabank, aquella para la cual surgió y única razón de su existencia.

Por no desvirtuar una parte del título de esta colaboración, en lo que se refiere a las pocas luces, citaré un contrapunto a las angustias por las que pasa Kutxabank: los activos fiscales podrán compensarse de forma retroactiva.

Los activos fiscales en sí son derechos de cobro sobre Hacienda, habitualmente generados en procesos de saneamiento de los balances, que permiten minorar la factura a pagar por beneficios futuros. Sin extenderme más en tecnicismos, diré que las autoridades del Gobierno de Madrid van a permitir que los bancos preserven como capital de máxima calidad 28.000 millones de euros, al dejarles transformar algo más de la mitad de los llamados activos fiscales diferidos (DTA) en créditos fiscales avalados por el Estado. Se trata de una norma fiscal que -no es poco- permitirá suavizar el impacto de Basilea III en términos de consumo de capital.

¿Por qué es una luz? Porque aliviaría también la situación de Kutxabank, evitando la absurda penalización actual a prestar a empresas y familias (el BdE y la troika con un brazo dando y con el otro zumbando) y permitiendo por tanto que el crédito fluya a la economía. Además, una mejora del ratio de capital permitiría obtener recursos de los mercados a un menor coste y, por ende, prestar más barato.

Este desahogo, por ver lo positivo, se me ocurre que -si hay voluntad- permitiría cerrar las puertas a la continua desmantelación de la cartera de participadas de Kutxabank. Me refiero a la venta de acciones de NH Hoteles, a la cesión del control de Ibermática, empresa estratégica y generadora de empleo en nuestro entorno, a la sociedad de capital riesgo Pro Capital (el peso en el accionariado era del 47,97 y se ha quedado en el 15%) y hasta al entrañable 17,48% de Isdabe. Anteriormente, ya se perdió la hegemonía en el otrora sector estratégico, Euskaltel, se desinvirtió en CAF, y se han «rifado» a causa de las premuras económicas edificios emblemáticos que eran patrimonio de todos. La suerte de Kutxabank está echada hace tiempo. No hubo visión de país cuando se dio el paso de transformar las cajas en un banco y me temo que ahora sólo queda el recurso del pataleo. Bancarizar sí era privatizar.

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