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Maite Soroa | msoroa@gara.net

Vuelve la «imposición»

Recuerdan la campaña contra el fomento del euskara en Osakidetza que llegaba al absurdo de establecer que los médicos que hablan euskara son peores que los que no lo hacen? Llegaban a esa conclusión diciendo que se priorizaba el conocimiento del euskara sobre la calidad del servicio. La realidad es que no solo no hay contradicción en un servicio de calidad que se preste en euskara, sino que además una -o un- profesional capaz de atender a sus pacientes también en euskara ofrece mejor servicio que quien lo hace solo en castellano. Parece que hay gente a la que le cuesta entender algo tan sencillo, a no ser que pretendan que se entienda otra cosa.

Ayer, «El Mundo» titulaba en portada «La sanidad vasca fomentará que médicos y enfermos hablen euskara», y el hecho de dedicar ese titular a algo tan lógico resulta desconcertante. Servidora no sabía si se refería a que Osakidetza tiene algún plan para llegar a prohibir enfermar a quienes no hablen euskara. En realidad, el fomento del euskara, siempre escaso, debería estar fuera de toda duda, tanto en Osakidetza como en todos los servicios públicos. Lo cierto es que, como también ayer informaba GARA en su primera página, el Gobierno de Gasteiz ha rebajado más que nunca el dinero para promocionar el euskara, destinando para ello 7,2 millones menos que en 2012.

En fin, se trataba solo de un titular y tampoco era preciso buscarle un sentido peyorativo, aun tatándose de «El Mundo». Pero con solo pasar de página, el editorial nos sacaba de dudas: «País Vasco: la salud al servicio del nacionalismo». Denunciaba cosas tan terribles como esta: «la elaboración de un registro del idioma que utiliza cada paciente, lo que permitirá conocer los hábitos lingüísticos de toda la población». Y el objetivo está claro para Pedro J. y compañía: «el ejecutivo vasco, como el Gran Hermano, quiere vigilar lo que habla cada ciudadano e imponer progresivamente el euskera como una lengua hegemónica, siguiendo los pasos de un nacionalismo catalán que ha convertido el idioma en un instrumento de discriminación entre buenos y malos». Así que, como hace a menudo, terminaba pidiendo la intervención del Gobierno español «para garantizar que se respeten los derechos individuales y la igualdad de trato médico a todos los vascos sin distinción de la forma en la que se expresen». Pues no, porque un vascoparlante tiene el mismo derecho a ser atendido en su lengua que un castellanoparlante en la suya. ¿O no?

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