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César Manzanos Bilbao Doctor en Sociología

Lo que sabemos y podemos hacer

Podemos hacer y no hacer ¡tantas cosas!... pero demasiado frecuentemente las hacemos o no porque no nos atrevemos a dejar de ser como ellos quieren que seamos

Por un momento piensa en tu vida sin nada que dependa de los satélites instalados y controlados por la industria militar. Sin teléfonos móviles, sin televisión, sin internet... Por un momento piensa en un mundo donde el dinero se caduque si no se gasta, en un mercado donde el objetivo económico no sea acumular. Independientemente de que aplaudamos o rechacemos estas u otras propuestas, lo cierto es que a simple vista parecen imposibles. Sin embargo, tienen algo en común: la transformación radical que supondrían estos cambios depende única y exclusivamente de una decisión personal, no depende de cambios estructurales, de revueltas populares o de sangrientas revoluciones. Es decir, sabemos que podemos vivir sin depender de la cultura de la imagen y sin la ansiedad de acumular.

De igual modo sabemos que las políticas de los estados no las deciden los poderes formalmente constituidos, sino que gobierna un conjunto de poderes ilegítimos que las instauran y las cambian. Esta evidencia se oculta y niega para no entrar en el fondo de lo que está suponiendo el vaciamiento de lo político y, así, limitar la política a un debate artificial, al aburrido espectáculo del «circo democrático» plagado de modificaciones económicas, administrativas y legales del «un paso hacia delante y otro atrás» para que todo permanezca igual.

Sabemos que somos gobernados por la extrema derecha que posee la propiedad y el patrimonio mayoritario de la economía mercantil de acumulación, edificado y engordado gracias a la explotación y a la suspensión y devaluación de los derechos conquistados por la clase obrera. Sabemos que gobierna organizada en torno a élites de poder y grupos de presión como la AVT, y decimos extrema derecha porque reivindica la venganza infinita, la «justicia inquisitorial» y la cadena perpetua, al igual que sabemos que gobierna la extrema derecha organizada en torno a la Conferencia Episcopal Española cuando el Gobierno ampara el feminicidio con la prohibición del aborto o la homofobia, en su defensa de su Sagrada Familia.

Pero también sabemos que podemos no autoengañarnos y, sobre todo, luchar por la abolición de las políticas ultraderechistas como la cadena perpetua o la cultura de la corrupción. Podemos desenmascarar y no colaborar con esos poderes reales que manejan el teatro democrático. No quedarnos en un lenguaje ambiguo y confuso para llegar a consensos y práctica políticas «pragmatistas» que no cambian nada. Podemos dejar de colaborar en la gestión de instituciones instauradas por la burguesía vasca y/o española que imponen reglas de juego donde ellos siempre tienen las de ganar. Podemos hacer y no hacer ¡tantas cosas!... pero demasiado frecuentemente las hacemos o no porque no nos atrevemos a dejar de ser como ellos quieren que seamos y, frente a esto, no son necesarios cambios estructurales, sino reconocernos como sujetos colectivos organizados en rebeldía, como contrapoder, para dejar de estar sujetos y sometidos a la servidumbre voluntaria y sumisa que tan rentable resulta a esos poderes ilegítimos e informales.

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