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Juicio en El Cairo

Morsi recuerda que es el presidente legítimo y denuncia al Tribunal

El derrocado jefe de Estado egipcio, el islamista Mohamed Morsi, insistió ayer en que él es el presidente legítimo del país y que no acepta la autoridad del Tribunal que va a juzgarle y que decidió aplazar la vista hasta el 8 de enero. Las autoridades golpistas, que le han mantenido cuatro meses incomunicado y en paradero desconocido, le acusan de incitar a la muerte de manifestantes.

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GARA | EL CAIRO

Cuatro meses después de que fuera destituido por un golpe de Estado militar, Mohamed Morsi, el primer mandatario elegido democráticamente en Egipto, fue trasladado ante el Tribunal Penal de El Cairo bajo estrictas medidas de seguridad en la capital -con 20.000 soldados y policías desplegados- para enfrentarse al juicio que se sigue contra él y otros catorce dirigentes islamistas -siete de los cuales son juzgados en rebeldía al estar en paradero desconocido- por su supuesta implicación en la muerte de siete manifestantes el pasado 5 de diciembre. Antes de que se decretara el aplazamiento del juicio hasta el próximo 8 de enero Morsi, que se enfrenta a la pena de muerte si es hallado culpable, recordó que es el presidente legítimo del país, rechazó la legitimidad de la Sala y calificó de «farsa» el proceso en su contra.

Miles de personas se manifestaron en apoyo a Morsi y se produjeron enfrentamientos. Cerca de sesenta personas fueron detenidas en todo el país.

Había gran expectación por ver el aspecto que presentaba el principal acusado, ya que el Ejército le ha mantenido incomunicado y en paradero desconocido los últimos cuatro meses. Y no decepcionó a sus seguidores al aparecer enérgico y en plena forma.

«Soy Mohamed Morsi, presidente legítimo de Egipto y este Tribunal es ilegal. Lo que ocurrió el 3 de julio fue un golpe de Estado y sus líderes deben ser juzgados por traición y crímenes», sostuvo el derrocado mandatario desde la jaula en la que fue encerrado mientras hacía el gesto símbolo de las protestas de los islamistas.

«Esto es una forma de encubrir el golpe de Estado y no puedo aceptar que la autoridad judicial encubra un golpe militar», insistió en varias ocasiones el mandatario islamista, que tachó el juicio de «farsa» y que se enfrenta ahora al desquite de la Justicia egipcia, con la que tuvo varios desencuentros a lo largo de su truncado mandato.

«Vergüenza»

Otros acusados, como el vicepresidente del Partido Libertad y Justicia (PLJ) -brazo político de los Hermanos Musulmanes-, Esam el Arian, y el miembro de su Ejecutiva Mohamed Beltagui, realizaron el mismo gesto al tiempo que tachaban de «vergüenza» el juicio. Todos rechazaron las acusaciones en su contra.

Al no reconocer Morsi la autoridad del Tribunal que le juzga, su equipo legal acudió a la vista solo como observador, sin intención de defenderle. A algunos de sus integrantes se les impidió la entrada a la sala, sin que se les explicaran los motivos, según denunció Islam Taufiq, portavoz de los Hermanos Musulmanes.

La línea de defensa de sus abogados trata de argumentar que el Tribunal Penal de El Cairo no es competente para procesar a un jefe de Estado, que debería ser juzgado por un tribunal especial. «Para enjuiciar a un presidente se necesita una fiscalía y una corte especiales, no un tribunal penal ordinario, según recoge la Constitución», indicó a Efe el letrado de la defensa Ibrahim Baki.

Antes de aplazar el juicio, el presidente del Tribunal, Ahmed Sabri, tuvo que levantar dos veces la sesión. La primera al negarse el depuesto presidente a cambiar su traje azul por el uniforme blanco de acusado. La segunda, tras la petición de aplazamiento de la acusación para poder examinar toda las pruebas presentadas.

Durante la sesión de ayer, celebrada en la Academia de la Policía, en las afueras de la capital -el mismo lugar donde fue juzgado Hosni Mubarak-, los procesados gritaron consignas contra los jueces y contra los militares, como «abajo el régimen militar».

Tras las palabras de Morsi reivindicando su legitimidad como presidente, la sesión transcurrió en medio del alboroto y con continuas interrupciones.

Los detractores del presidente destituido presentes en la sala gritaban reclamando la pena de muerte y su ejecución.

«Es una buena comedia, una gran comedia, porque ha conseguido hacernos reír a todos los egipcios», señaló a Efe el joven ingeniero Fadi Gamaa, que participó en las protestas. «He venido aquí para hacer oír mi voz. La misma voz que los golpistas se han llevado con sus tanques», agregó entre irritado y divertido por la caótica vista judicial que se desarrollaba a unos cientos de metros.

Una vez finalizada la sesión de ayer, Morsi fue trasladado en helicóptero a la cárcel de máxima seguridad de Burg al-Arab, ubicada en la zona desértica de Al-Garbiniyat, al oeste de Alejandría. El resto de los procesados regresó a la prisión cairota de Tora.

Los Hermanos Musulmanes habían llamado a manifestarse ayer de manera «multitudinaria» contra el juicio. Denunció en un comunicado que el juicio contra Morsi es como si «la traición juzgara a la honestidad» o «la dictadura a la democracia», y pidió a sus seguidores, que denuncian el carácter «político» del proceso, que mantengan la lucha pacífica contra el Ejército golpista.

Aunque las protestas no fueron multitudinarias, miles de personas salieron desde primeras horas a las calles en un ambiente muy tenso. Algunas derivaron en enfrentamientos, sobre todo el El Cairo y Alejandría, tras la intervención de las fuerzas de seguridad, que dispararon al aire y lanzaron gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes, pero no se produjo la ola de violencia que el nuevo régimen temía. En todo el país fueron arrestadas al menos 53 personas.

«El proceso de Morsi es una mascarada, estos criminales están juzgando al único presidente legítimo» del país, espetó un manifestante, Ibrahim Abdel Samad, a AFP.

22 de noviembre

Los hechos que han llevado a Mohamed Morsi a sentarse en el banquillo acusado de «incitación a la violencia» en un juicio que puede dividir aún más a la sociedad egipcia se remontan a finales de 2012. Sin avances en sus promesas electorales, pero tampoco con grandes fracasos, la desconfianza que le guardaba buena parte de la población estalló el 22 de noviembre. Ese día, Morsi blindó sus poderes ante la Justicia hasta la entrada en vigor de una nueva Constitución, lo que provocó protestas de la oposición.

Solo dos semanas después, siete manifestantes opositores murieron supuestamente a manos de seguidores de los Hermanos Musulmanes cuando estos acudieron a desalojar una sentada de protesta frente al palacio presidencial de Itihadiya al considerar que el Ejército no podía proteger al presidente, suceso que llevó ayer a Morsi al banquillo.

Desde entonces, fue incapaz de lograr sentar en la mesa de negociaciones a la oposición, que nunca mostró intención de dialogar.

La división en el país fue en aumento hasta las manifestaciones del 30 de junio para pedir su renuncia y la convocatoria de elecciones anticipadas, lo que fue aprovechado por el Ejército que irrumpió con un ultimátum de 48 horas que acabó con el derrocamiento de Morsi.

Suez

Un oficial del Ejército murió ayer tiroteado en Ismaïliya, en el Canal de Suez, donde dos policías murieron el domingo por la noche en similares circunstancias.

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