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análisis | Fagor electrodomésticos

Daños colaterales

Los autores explican que en medio del desconcierto por el proceso de crisis de Fagor Electrodomésticos, la posibilidad de mantener o rescatar al menos una parte significativa de la capacidad productiva de esta cooperativa «parece cada vez más lejana» A través del sistema de reubicación de socios en otras cooperativas, no se generará desempleo entre los socios cooperativistas , pero sí desempleo de eventuales y de trabajadores de empresas proveedoras

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En medio del desconcierto creado por el más que sorprendente proceso de crisis de Fagor Electrodomésticos, la posibilidad de mantener o rescatar al menos una parte significativa de la capacidad productiva de esta cooperativa parece cada vez más lejana.

Sin embargo, va asentándose con claridad la expectativa de que el conflicto social en Arrasate y Debagoiena va a ser sustancialmente inferior al previsto. Los comportamientos de los colectivos de trabajadores de Edesa en Basauri y el de los trabajadores de las plantas de Arrasate están siendo radicalmente distintos. Ello nos está revelando que los trabajadores del Alto Deba, ante la expectativa de reubicación en otras cooperativas, van a mantener un posicionamiento sustancialmente moderado.

Téngase en cuenta que nos estamos refiriendo al conflicto social y no al daño social que, como sabemos, es inevitable una vez que la pérdida de capacidad productiva se produce.

A través del sistema de reubicación de socios en otras cooperativas, esta pérdida de capacidad productiva no generará desempleo entre los socios cooperativistas, pero ello será a cambio de dos consecuencias que las reubicaciones no solucionan. Por un lado, el desempleo de cientos de trabajadores eventuales sustituidos por los socios reubicados y, por otro lado, el de miles de trabajadores de empresas proveedoras y auxiliares.

Tengamos en cuenta que, como es sabido, la capacidad de los trabajadores eventuales de organizarse y adoptar actitudes reivindicativas es prácticamente nula. Y las empresas proveedoras y auxiliares no cooperativas no están geográficamente concentradas. Por lo tanto, salvo sorpresas, el temido conflicto social en Arrasate/Debagoiena va a ser sensiblemente menor del esperado.

Pero las repercusiones sobre el tejido productivo vasco de la amortización de las actividades de Fagor son inevitables. Junto a la directa desaparición de la actividad productiva de Fagor Electrodomésticos, la sustitución forzada de trabajadores eventuales de las cooperativas por socios reubicados genera inevitablemente un cierto debilitamiento de la capacidad y la eficiencia productiva de las cooperativas receptoras. A ello hay que añadir la pérdida de actividad de empresas proveedoras y auxiliares, algunas de las cuáles se verán abocadas al cierre.

No se trata de cuestionar los mecanismos de reubicación de socios de las cooperativas, que probablemente responden de forma adecuada a su lógica interna. Su configuración responde a finalidades de solidaridad interna, no de solidaridad con el conjunto de la sociedad y la economía vascas. Pero es importante que seamos conscientes de que cuando aludimos a la eficiencia de estos mecanismos de reubicación se trata de una eficiencia estrictamente interna, que no amortigua el daño económico y social que inevitablemente genera la pérdida de capacidad productiva.

En síntesis, todo esto nos puede revelar que el impacto de esta crisis sobre la Corporación Mondragón puede ser más fácil de amortiguar de lo esperado. Pero ello a costa de que sus mecanismos internos van a permitir repercutir una parte fundamental de los daños sobre el tejido socio-económico vasco. La pérdida de capacidad productiva es evidente y una pérdida de tal calibre genera inevitablemente unos costes sociales gravísimos.

Evidentemente, aún queda esperar a posibles opciones de mantenimiento de una parte de la capacidad productiva de Fagor Electrodomésticos cuya viabilidad no acaba de quedar clara. O a la posibilidad de cesión de actividades al Grupo Haier, deseoso de incrementar su cuota de mercado en Europa y que probablemente estaría interesado en hacerse con la cuota de mercado de Fagor Electrodomésticos en Francia y España (en el entorno del 15 por ciento), aunque esto no implique necesariamente mantener una determinada capacidad productiva en el País Vasco, salvo que ello se negociara como contrapartida de la cesión del uso de la marca Fagor.

La pelota va a quedar, por lo tanto, en el tejado de los responsables públicos vascos. Nuestras instituciones deben mantener la presión y la colaboración necesarias para apurar al máximo las posibilidades de salvar cualquiera de las actividades productivas de la cooperativa. Ahora o a lo largo del proceso de concurso, por mucho que las posibilidades reales de éxito disminuyan de día en día.

Sin embargo, todo parece indicar que, a partir de ahora, la clave de las políticas públicas vascas a centrarse necesariamente en los efectos del cierre de Fagor Electrodomésticos sobre el empleo. Las líneas de actuación básicas son conocidas. Hay que impulsar la inversión productiva, la formación y el equipamiento tecnológico.

Con un mayor o menor énfasis en unos u otros aspectos dependiendo de si nos situamos ante estrategias de corto, medio o largo plazo. Si queremos resultados de corto plazo, sólo un programa de fomento de la inversión puede ayudarnos a limitar el devastador efecto de la caída del empleo en nuestro territorio. Pero no olvidemos que, a medio y largo plazo, nadie nos salvará si no conseguimos un cambio radical de nuestras políticas de educación, formación profesional, investigación y tecnología.

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