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Gara > Idatzia > Euskal Herria 2006-04-09
Jose ELORRIETA | Secretario general de ELA
«Ahora hay que concretar un acuerdo de mínimos entre los soberanistas»
José Elorrieta asegura que la aportación política que ETA ha hecho con el alto el fuego es importantísima y abre «una nueva situación en la que ya no cabe hablar de generalidades y hay que concretar», lo que a su entender debe llevar a un acuerdo de mínimos de las fuerzas soberanistas para abrir un proceso que lleve a una consulta.

José Elorrieta define la inmensa movilización del 1 de abril como «una manifestación de alegría y de esperanza». Vio que «la gente estaba disfrutando» y apunta que, si bien «el alto el fuego no cambió la naturaleza» de la marcha, convocada con anterioridad, sí le añadió «más alegría y más esperanza». Evoca que «a lo largo del recorrido me acordé varias veces de los familiares de los presos, que pueden ver un horizonte temporal a su situación, aunque esto tenga sus dificultades». Y también considera que «en el plano político se abre una nueva situación y nuevas oportunidades».

En cuanto a la ausencia del PNV, el secretario general de ELA cree que «con su presencia la foto habría sido más completa» y considera que «se equivocó», porque «tenía que haber participado por derecho propio en esa fiesta».

Y junto a la alegría y la esperanza, al secretario general de ELA le asalta también un sentimiento de «enorme responsabilidad por si seremos capaces de darle un formato que nos lleve a algún sitio. En ese sentido, yo creo que si comparamos este momento con el de Lizarra-Garazi, el desencuentro entre las fuerzas nacionalistas es muy patente. Y ahí queda mucho trabajo por hacer».

­¿Hacia dónde habría que conducir ahora todo ese caudal humano que estuvo en Bilbo?

Este proceso tiene dos partes: el de la desmilitarización y el de la cuestión política. El proceso de desmilitarización ya tiene sus interlocutores, que son ETA y el Estado, aunque esto no quiere decir que los demás nos desentendamos del tema porque habrá atascos, puntos críticos... En todo lo referido al desmantelamiento del entramado represivo, debemos ser agentes activos. Por otra parte, también se sabe adónde tiene que llegar este proceso, que es a la desaparición de la violencia como expresión política y a que los presos y las presas estén en su casa. Eso lo tendrán que hacer, con toda su complejidad, atendiendo por ejemplo a la cuestión de las víctimas.

­¿Y «la cuestión política»?

Ahí, simplificándolo mucho, tenemos que tener en cuenta dos cosas: a dónde queremos ir y cómo queremos ir. Se puede ir a un planteamiento neoestatutista o a un planteamiento soberanista. En un planteamiento neoestatutista hay que hacer lo que han hecho los catalanes: hacer una propuesta que será corregida y rebajada por el Estado, con lo que el Estado tutela ese proceso. Por ese camino, no hay ningún elemento para pensar que el margen de tolerancia del Estado con nosotros vaya a ser mayor que el que ha tenido con Catalunya.Y la vía soberanista es retomar el desafío del lehendakari en las Cortes generales: en un tiempo sin violencia, ir a una consulta de autodeterminación. Es un tema que hay que resolver en el ámbito vasco, que hay que consensuar en sede parlamentaria y en el ámbito social, y con esa legitimación se va a una consulta que no pasa por Madrid y que es el punto de inflexión que marca que el proceso soberanista entra en otra fase.

­¿Una consulta sobre qué?

El mero hecho de que decidamos en el ámbito vasco hacer una consulta plebiscitaria ­no una ratificación estatutaria­ sin pasar por Madrid es un paso.

­Hablaba del adónde ir, que ya ha definido, y del cómo ir...

En función de adónde se quiera ir se han de definir las alianzas. Se puede hacer una alianza con fuerzas del Estado para hacer un planteamiento neoestatutista. Sería lo lógico. Lo que nosotros no vemos es que se vaya a un acuerdo soberanista y se diga que hay que hacer un acuerdo trasversal en materia de soberanía. Si se va a un diseño soberanista, se va a un diseño de confrontación democrática de dos soberanías, la vasca frente a la española. Los partidos políticos españoles tienen toda la legitimidad del mundo para defender el principio de soberanía español y no van a ceder en ese principio. No hay ningún precedente prácticamente en el mundo en el que un ámbito cede soberanía a otro sin confrontación. En ese sentido, los acuerdos trasversales tienen enormes limitaciones. La posición de ELA es que no es posible ir a un diseño soberanista con alianzas, aunque sean tácticas, que pretendan abordar cuestiones de soberanía con fuerzas españolas.

­¿Es incompatible esa alianza soberanista con una mesa de partidos en las que se fijen unas reglas de juego mínimas?

Depende de qué reglas de juego. Es indiscutible que una mesa de partidos es útil para un proceso de normalización democrática, porque el desaguisado del Estado de Derecho que tenemos es tremendo. Se ven cosas como los encarcelamientos de Otegi, Petrikorena y Olano o un Pacto Antiterrorista que, además de sus efectos, marca una cultura política. Las fuerzas estatales debieran hacer una autocrítica de la utilización antidemocrática que han hecho del Pacto Antiterrorista, tiene que percibirse que nunca más se van a violentar las reglas de juego de un Estado democrático. La normalización no sólo es que Batasuna pueda participar en las elecciones ­eso son cosas obvias e inmediatas­; aquí ha habido mucha anormalidad política estructural por parte de las fuerzas estatales. Y tenemos que saber con quién nos jugamos los cuartos. Porque cuando se pretende justificar que esa anomalía política es fruto de la lucha contra el terrorismo, se está mintiendo. No es por eso. Es porque ante situaciones de amenaza, no sólo violenta, sino también política, estas fuerzas van a tener la tentación de volver a esos esquemas.

Para eso puede ser útil una mesa, pero si se pretende decir que en esas reglas de juego el Estado va a hacer cesiones en materia de soberanía, nosotros no creemos en eso.

­¿No ven posible establecer unas reglas como las que se fijaron en el Acuerdo de Stormont en el proceso irlandés?

Para eso sería necesario que el bloque soberanista tuviera suficiente solidez y/o que el PSOE hubiera hecho una reflexión sobre la primera transición. No hemos hecho un debate serio entre las fuerzas soberanistas sobre la territorialidad, los ritmos, el papel institucional o el social para defenderlo conjuntamente con coherencia. Los temas están apuntados, proyectados, pero no tienen un nivel de concreción y compromiso de trabajo en común, que es lo que nosotros llamamos acuerdo de mínimos. Por lo tanto, nos parece que no es el momento de ir a una mesa para un debate sobre elementos de soberanía.

­¿Y sobre la reflexión del PSOE?

Vemos que no sólo no la ha hecho, sino que su intervención en Catalunya ha sido muy instructiva. Ha dividido a las fuerzas catalanas y, frente a la legitimidad del 90% del Parlament, ha hecho una revisión en las Cortes españolas que deja el Estatuto totalmente irreconocible. Y eso es lo que va a pretender hacer aquí. Buscará dividir al soberanismo, aprovechando las luchas de espacios, y después ir a un diseño estatutista.

­¿Cuál es la propuesta de ELA en este contexto?

Que vayamos clarificando las cosas. Que vayamos concretando adónde vamos, que, para nosotros, es muy claro, a una consulta autodeterminista. A partir de ahí hay que marcar tiempos, recorridos y prioridades para llegar a esa propuesta lo antes posible. Hay que alcanzar un acuerdo de mínimos. Todo eso está por hacer.

­¿Algo se habrá avanzado en los últimos años?

Sí, hay algo que está hecho y no es poco. Hay un nivel de socialización de este horizonte soberanista que hace diez años no existía. Amplios sectores sociales piensan así y ésa es una base objetiva importantísima si se quiere hacer algo. Es un capital enorme que quizá no había en Catalunya.

­¿Quiénes podrían estar en esa alianza soberanista?

Quienes respeten el ámbito vasco de decisión. No hace falta que sean abertzales.EB estuvo, por ejemplo, en Lizarra-Garazi.

­¿Cuáles serían las bases de ELA para esa alianza?

Para nosotros esa alianza tiene que incluir un modelo social. No vemos un liderazgo neoliberal en una alianza soberanista. Apoyaríamos esa alianza en lo referido al proceso plebiscitario, pero no seríamos parte estructural y permanente. Como sindicato no podemos estar en una alianza estable y sólida con un poder que hace una política neoliberal que a mí me machaca todos los días.

­¿Con el PNV, por ejemplo?

La política neoliberal la están haciendo PNV y EA. Nosotros sufrimos mucho la política neoliberal del PNV en lo referido al gasto presupuestario, puesto que como socio mayoritario es quien fija el gasto social. Pero en lo referido a los derechos sindicales y de negociación colectiva, sufrimos más a EA que al PNV. Al frente del Departamento de Trabajo está EAy está haciendo una flagrante conculcación del derecho de huel- ga, no está interviniendo en cuestiones en las que tiene margen como en el fraude de ley de los contratos temporales o en la siniestralidad.

­Visto esto, ¿con quién se puede hacer esa alianza?

Hay que incorporar el modelo de sociedad y unos tendremos que ceder unas cosas y otros otras, de forma que el conjunto, teniendo en cuenta a dónde vamos, sea interesante y administrable, con las contradicciones que cada uno podamos gestionar. Para que se me entienda, nosotros no pretendemos que el gobierno sea socialista; podrá tener un perfil que sea neoliberal, pero no puede tener una deriva como la que está teniendo. Eso lo tiene que corregir, para que las contradicciones en la alianza sean asumibles, porque nosotros seguiremos haciendo huelgas, en Osakidetza o en otro ámbito de la administración, pero serán en condiciones más normales, más de debate democrático entre partes con intereses distintos, no en las condiciones extremas de ahora.

­Esa alianza se parece mucho a un frente y el PNV ha dicho que no es momento de frentes...

Hay que decir que ya hay un frente español para la negación del derecho a nuestra soberanía. En cualquier caso, nosotros no empleamos el término de frente, sino que pensamos que el proceso soberanista exige confrontación democrática.

­¿Ven al PNV en ese camino?

Es parte del debate que tenemos que hacer. No podemos empezar restando. Para nosotros está claro que Josu Jon Imaz va a un proceso neoestatutista y a un acuerdo con el PSOE, pero uno de los desafíos que tenemos los independentistas es que haya una dialéctica, un debate, cuyo resultado sea la suma, independientemente del punto de partida de cada cual. Porque ahí está también la opinión pública soberanista, que tiene una parte que no está organizada. Hay que cultivar socialmente bien este debate para que la ciudadanía obligue al soberanismo a llegar a acuerdos.

­¿Hasta dónde llega esa alianza soberanista? ¿ELA, por ejemplo, es independentista?

Si no fuéramos independentistas no estaríamos en ELA. Otra cosa es que en ese proceso soberanista, para buscar mayo- rías y solidez, habrá que graduar, planificar ritmos y prioridades... Habrá que hablar de todo, de horizontes... Para tener soberanía plena, en la medida que ahora la soberanía puede ser plena, hay que ser Estado. ¿Cómo se llega ahí? Ese es otro debate. Por eso nosotros preferimos hablar de proceso soberanista. Porque lo otro es un truco. Decir «como tú no estás aquí...» No estamos para trucos malabares. Ahora toca hablar de proceso soberanista. De organizaciones distintas, con intereses distintos que tienen que hacer un esfuerzo para acordar puntos mínimos.

­¿Cómo ve la respuesta del Gobierno español al alto el fuego?

No nos vamos a meter en el terreno especulativo. No tenemos información, pero eso, como lo de los presos, tiene que estar pactado, lo que no significa que esté todo hecho. No se entiende que una decisión tan determinante como el alto el fuego, con la caracterización que ha hecho ETA, se tome en el vacío.

«El sindicalismo abertzale es quien puede dar la mayoría en una consulta»
En las últimas semanas se ha hablado de un documento sindical de aportación al proceso. ¿Qué sabe al respecto?

Yo sé lo que nos ha dicho LAB, que está trabajando un documento con UGT, que CCOO también conoce. Y les hemos dicho que cuando lo tengan nos lo pasen para suscribirlo. En un contexto como éste, todas las tareas de acompañamiento que, aunque no sean determinantes, ayuden a apuntalar un proceso de paz hay que apoyarlas. En cualquier caso, el sindicalismo vasco abertzale tiene cosas pendientes de cara al proceso.

­¿Como cuáles?

Tenemos un desencuentro y una fractura importante entre ELA y LAB en cuanto al modelo sindical, sobre todo en el campo de la negociación colectiva. Conceptualmente se puede separar lo sindical del tema político y de proceso. Pero una praxis convergente en lo sindical entre ELA y LAB sería la aportación más sólida a una alianza en clave de dinámica social.

­¿Se está recomponiendo ese desencuentro?

No. Lo que se está haciendo es manifestar una voluntad de superar esa situación. Por algo se empieza y seguramente no hay otra forma de hacerlo. Pero en la praxis real, en el tema de la negociación colectiva, estamos exactamente igual de mal que hace dos años. Y éste es un escenario enormemente frustrante, porque tenemos la percepción de que en este caso uno más uno son más que dos. Si cada cual desde su organización lográramos converger en unas líneas estratégicas, eso nos daría una potencia mucho ma- yor en el plano sindical, en el modelo de sociedad y en el plano político. Sería una referencia en el camino hacia la autodeterminación. Lo que va a intentar Zapatero es hacer lo mismo que en Catalunya, dividir y rebajar. Lo que diferencia el proceso en Euskal Herria es que hay una base social soberanista muy amplia, que hay fuerzas políticas que doctrinalmente están ahí y que hay dos sindicatos, como LAB y ELA, que no sólo somos mayoría en este país  ­lo que es un elemento diferencial de otros procesos­ sino que realmente tenemos un formato de intervención sindical que si lo sumamos somos la garantía de que este proceso soberanista tenga un modelo social distinto a otros procesos soberanistas.

­Lo ve muy claro...

Somos los que podemos garantizar la mayoría en una consulta plebiscitaria. Tenemos que conseguir que gente que políticamente no es soberanista se sienta tan cómoda en el proceso, se sienta tan identificada con determinadas fuerzas, que diga «yo no soy independentista pero si LAB y ELA, que son los que en el día a día están defendiendo mis derechos en la empresa, apoyan esto, yo estoy con ésos». Ese es el gran desafío que tiene la mayoría sindical vasca. -


 
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