La profesión de taxista es propensa a la leyenda. Decimos que todos los taxistas de Madrid escuchan la COPE. Y no es verdad. Conozco a dos que no la escuchan. Les parece un poco tibia la postura de Federico. La inolvidada por amigos y, sobre todo, por sus múltiples enemigos, Encarna Sánchez, se convirtió hace una treintena en la compañera nocturna de muchos taxistas, camioneros a los que llamaba: Hijos, hermanos, amigos. Era su clientela natural, a la que intoxicaba con soflamas de toda índole, la mayoría de ellas reaccionarias. Yo recuerdo escucharla en mis horas de retirada en condiciones precarias, y oirla en un taxi a esa señora era una incitación a seguir bebiendo para sobreponerse a la asfixia que provocaba.

Estaba ahora pensando que “El Fari”, hizo de actor (es un decir) en una serie televisiva y su personaje era un taxista chulillo, castizo, jugador de cartas y que venía a rememorar algo de la propia biografía del cantante que había sido taxista en la vida real. Hay varios formatos de espacios con taxistas con cámara oculta que hemos visto en muy diversas cadenas. Ahora hay un concurso en la que meten a dos en un taxi y van haciéndoles preguntas. Una manera de promocionar el transporte semi público y ciertas cadenas de radio.

Pero el colmo del fanatismo lo hemos visto hace unos días en el aeropuerto de El Prat, donde un taxista le negó a un jugador del Barça el servicio aduciendo que él (el taxista) era del Español, un equipo de fútbol que quiere catalanizarse llamándose Espanyol, pero que ha sido el reducto de todo el españolismo más primario de las fuerzas de seguridad, los funcionarios de carrera y los taxistas. Es decir, de algunos pocos taxistas. El tono, su voz, su corpulencia, su manera de expresarse era de una chulería trasnochada. Y si son servicio público, mi pregunta es ¿existe la objeción de conciencia por forofismo futbolero en el reglamento de los taxistas? Este tipo, desde luego, no ha contribuido para nada a que varíe cierta foto fija sobre los taxistas. Pero recordemos que es un profesión sacrificada, imprescindible y en ocasiones víctima de las violencias y los excesos. Y en su mayoría, muy buena gente-