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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-10-16
Francisco Larrauri - Psicólogo
El PSOE de Catalunya

En Catalunya es conveniente no olvidar que desde el primer día que Pasqual Maragall fue investido president de la Generalitat con los votos de ERC, se ha vivido en una precampaña sin precedentes con el intervencionismo poco disimulado del Gobierno del PSOE, que ha forzado el retiro del president socialista y la petición de baja de su esposa del PSC-PSOE.

En estas condiciones muy al gusto del Gobierno de Madrid (casi del todo Madrid), ha arrancado la campaña electoral para formar gobierno y elegir president de Catalunya, en este orden, porque curiosamente la preocupación de algunos políticos no es quién bajará más el precio del pan, sino con quién se podrá pactar para alcanzar la presidencia independientemente de los votos que se obtengan y poder enterrar un tripartito catalanista y de izquierdas el primero de noviembre, día de elecciones en Catalunya .

Al Gobierno del PP, el tripartito catalán les destapó las raíces franquistas y al PSOE, después de comprobar que era imposible volver a un pasado que ya no existía, (los pactos del felipismo con un centro-derecha catalán estaban en la retina), les despertó los demonios que heredaron del PP. El tripartito tampoco servía para la derechona catalana de Unió ­ya sabéis lo que pienso de los matrimonios homosexuales, ha dicho Duran­ ni para Convergencia, a los que había relegado fuera de la caja .

¿Cuál era entonces el secreto de Jordi Pujol para no concitar ninguna duda al gobierno central fuera del color que fuera? La personalidad política de Pujol, que valió durante 23 años y siete meses para los gobiernos españoles de González o de Aznar, proyectó perfectamente en un Madrid que siempre ha buscado seguridad para evitar riesgos y ceder oportunidades, como se interiorizaban los intereses de las personas, de los grupos económicos y la situación de la familia del partido a través de una relación política «profesional» ­en Madrid, nos llaman los profesionales, ha declarado un convergente­ para rentabilizar todas las oportunidades, sin que nadie en Catalunya se descolocara y por supuesto en Madrid se desconcertara. Una relación apasionante para cualquier observador de Madrid hasta Extremadura, y que permitiría (permitió de facto) vivir con optimismo el presente y sin recelo el futuro político de los territorios. Es con estos parámetros que las legislaturas de Pujol se convirtieron en el régimen por antonomasia del todo Madrid. A Zapatero alguien le explicó la historia... y con estilo taimado digno de un enredo borbónico se reúne con Mas y se hacen la foto el 20 de enero al pactar furtivamente un Estatut que no era el que se había aprobado, a excepción del PP, por unanimidad en el Parlament catalán. Esta foto que torpedea y finiquita el tripartito, abre un nuevo ciclo de nacionalismo conservador en Catalunya, avalado con la renuncia voluntaria de Mas a un Estatuto soberanista, y el extrañamiento hacia Europa de Maragall que en las dos últimas contiendas autonómicas había obtenido más votos que el rival.

Es conveniente no olvidar que es el PSOE primero quien apuesta por José Montilla, ministro de Zapatero, como candidato para repescar los votos que recibe el socialismo español en las elecciones generales pero que se escapan del catalanismo del PSC en las autonómicas y también para hacer los deberes de Madrid, pasando página de la reivindicación nacional del díscolo Pasqual que tanto molestó al aparato del PSOE. Y como fiel escudero de Madrid, ya se ha desmarcado de las selecciones deportivas nacionales.

Ante unos resultados electorales que seguirán necesitando de ERC para formar gobierno mayoritario, la subordinación política del PSC, que es la misma que expulsó del Go- bierno catalán a Carod Rovira por reunirse con ETA, se convierte en un sapo español difícil de tragar para ciertos sectores independentistas.

Por otra parte, un pacto con Convergencia chocaría con el interés de ERC por restarle influencia en la política catalana, y poco coherente con este objetivo seria aupar a Artur Mas a la presidencia. Sin embargo hay quien piensa que en las sociedades modernas, como la vasca, dos o tres partidos nacionalistas con diferentes velocidades pueden coexistir. No hay duda que para muchos sectores de ERC es más amargo e indigesto el primer sapo. Aunque la combinatoria matemática lo puede hacer todo posible, serán los votos que obtenga cada partido los que marcarán la exigencia y la posibilidad del pacto, es decir la correlación de fuerzas será la que dará el protagonismo, con el permiso de la abstención. -


 
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