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Gara > Idatzia > Kirolak > BALONCESTO 2006-10-26
Julián Sanz superó las dificultades para culminar con éxito «Le Tour Ultime»
El ciclismo llevado al extremo. Sacrificio y éxito. El 11 de setiembre, Julián Sanz culminó su hazaña más complicada; en 11 días y 24 minutos completó los durísimos 4.070 kilómetros de «Le Tour Ultime». De los seis participantes, sólo la mitad acabaron y el vizcaino fue tercero. Ya ha superado las secuelas de su aventura y prepara nuevos retos, que suponen volver en 2007 y completar el Camino de Santiago en 24 horas.

La prueba non stop, con inicio y final, en Holanda atraviesa los puertos míticos del Tour en los Alpes y los Pirineos: Madeleine, Alpe d’Huez, Izoard, Tourmaulet, Mont-Ventoux, Peyresourde o Aspin, 50.000 metros de desnivel.

Nueve eran los inscritos, pero sólo seis valientes se atrevieron y tan sólo tres sobrevivieron: el esloveno Robic, ganador, un suizo y Sanz, un ugaotarra de 33 años y especialista en pruebas de ultrafondo. Un austriaco, un brasileño y un alemán no terminaron.

Desde luego, el particular Tour de Sanz no fue un camino de rosas. El ciclismo extremo es sinónimo de sacrificio y sufrimiento ­sólo durmió 22 horas­, y así lo padeció el vizcaino. Los planes previstos sólo se cumplieron durante los dos primeros días.

«Las primeras 24 horas fueron perfectas pues hicimos 600 kilómetros y en menos de dos días llegamos a los 2.000». De 48 horas apenas durmió tres.

Al borde del K.O.

Pero problemas estomacales a punto estuvieron de echar por tierra todas sus ilusiones. El tercer día estuvo fuera de combate. «Fue un momento crítico», asegura.

«Antes de los Alpes empecé a sentirme mal del estómago y no asimilaba la comida. Me repetía todo. Me insistían en que no vomitara, pero no aguanté y la situación empeoró mucho».

La solución fue tomárselo con calma. «Yo estaba con una sensación de pájara continúa y decidimos parar dos horas».

«Comencé muy suave ­relata­, sin comer, y fuimos muy lentos un día entero». La clave fue encontrar el origen de sus males.«Decidimos cambiar los botes de comida y fue cuando empecé a beber al menos. Por eso, pensamos que fueron los botes los causantes de todo. Quizá por el calor».

En mejores condiciones, afrontó los Alpes y superó con optimismo el Izoard. Pero todavía quedaba una muralla por superar: el Mont-Ventoux. El monte pelado a punto estuvo de tumbar al ugaotarra.

«Físicamente, fue el momento más duro», confiesa. «Se juntó que no había recuperado del todo, los kilómetros, el calor y su dureza».

A pesar de todo, superó ese último escollo. «En Pirineos ya estaba totalmente recuperado. Incluso disfruté. Podía comer y estaba con ganas, ya estaba más cerca. Por haber superado todo tenía que terminar».

La llegada a la meta tuvo un efecto «multiplicado por 100» respecto a otras pruebas. «El superar los malos momentos te da este privilegio de poder llegar al final de las cosas».

La organización calculó mal, y sobre un perfil más duro que la edición anterior, aplicó la misma duración: 10 días y siete horas. Enseguida se dieron cuenta de la dificultad de entrar en el límite. El ganador del año anterior, el ex profesional esloveno Robic, cubrió los 4.070 kilómetros en 8 días y 16 horas, día y medio más que 2005. Finalmente, se amplió a 11 días y 12 horas.

Sanz explica que el error de cálculo se debe a que el director de carrera diseñó la ruta por GPS y sobre plano en carreteras alternativas.

Las secuelas

Un mes después, todavía sufría las consecuencias de ese esfuerzo sobrehumano, sobre todo dolores musculares, especialmente de espalda. El sueño no ha sido tanto problema y terminó con apenas un kilo menos respecto a la salida.

«Después de la carrera dormí siete horas y me levanté como un león. Me encontraba muy bien. No tenía ni un dolor muscular, pero el segundo no podía subir ni un bordillo, tenía las dos rodillas echas polvo».

La fatiga empezó a llegar. Al de dos semanas se acercó a la piscina. No pudo completar ni 100 metros, cuando habitualmente nada 1.000 diarios. «Muscularmente estaba vacío». Poco a poco, ha recuperado la sensibilidad en los dedos pulgares de los pies y ya no tiene inflamadas las manos. Ya ha vuelto casi a la normalidad; nada, sale en bici y corre, aunque las cargas de trabajo son bajas.

Los proximos retos

Nada más concluir el reto, Sanz ya pensaba en su próxima meta: la Race Across America (RAAM), pero el organizador no tardó en convencerle en volver el año que viene. «Me anunció que Le Tour Ultime 2007 acogerá el primer Campeonato del Mundo de ultrafondo y me convenció enseguida». La RAAM tendrá que esperar a 2008.

Su segundo y curioso objetivo de 2007 será tratar de completar el Camino de Santiago, 750 kilómetros aproximadamente, en un día. -

UGAO



Su equipo de apoyo sufrio junto a él
Sanz resalta «el esfuerzo titánico» y «el trabajo increíble» del equipo de ocho personas que le apoyó. «No tenían muy claro qué labores y qué funciones iban a desarrollar, pero por su personalidad cada uno supo hacer su tarea a la perfección».

Un equipo que ha sufrido tanto como él. «No fuimos con la gente suficiente para hacer las rotaciones y durmieron poco más que yo».

«Txema ­Del Olmo, ex ciclista profesional­ fue el pilar de todo «por su insistencia y su exigencia», junto a Iñaki Murillo, asegura. «Desde salida hasta que se fue, después del Mont-Ventoux, Txema organizaba todo y decidía».

En la parte final, sin Del Olmo ni Murillo, destaca la ayuda de los dos fisioterapeutas que le acompañaron. «Los últimos 400 kilómetros ellos estaban muertos de sueño. Incluso yo les animaba para seguir. Era una situación extrema».

A sus padres la dureza de la prueba les superó en algún momento.

«Antes de salir quedó claro que la palabra retirada sólo la podía decir yo. Pero en esos días malos, cuando pasaba al lado de la autocaravana, yo iba muy mal y ellos tenía peor cara, de preocupación, de que no podía ser. “Nos vamos a ir”, me decían, pero les convencimos de seguir adelante y luchar por llegar a la meta».


 
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