Los resultados de las elecciones en Estados Unidos, favorables para los demócratas, y a la espera de confirmar el escaño al Senado de Virginia, han sido interpretados por los analistas como un castigo a George W. Bush, principalmente por su política en Irak. En las últimas elecciones presidenciales los resultados avalaron la invasión de aquel país y el recorte de derechos y libertades que el presidente ha convertido en ley. Todo ello bajo la carga emocional del 11-S. Los resultados de ayer, en cambio, parecen anunciar el final de una oscura etapa de la política norteamericana. No obstante, los ganadores de estas elecciones no han dado demasiadas pistas sobre la política que propugnan para Irak. Se han limitado más bien a cuestionar sus perjuicios para EEUU. Por ello, el «nuevo rumbo» que la futura presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dice que el pueblo americano ha encargado a los demócratas es una incógnita. A ese partido corresponde concretar qué orientación va a dar a su victoria, ya con la vista puesta en la Casa Blanca. Así pues, estos resultados electorales, cuya primera y saludable consecuencia ha sido el sacrificio del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, son una buena noticia por cuanto apuntan al ocaso de un mandatario nefasto. Otra cosa es que la victoria demócrata condicione para bien la política de Bush en la recta final de la presidencia republicana. -